El episodio está siendo un rotundo fracaso en cuanto a críticas del público (de profesionales ni idea, porque no ha tenido un estreno oficial). A mí me ha parecido un piloto bastante bueno, superior a lo que suelen dar de sí los mismos, y quiero achacar su mala recepción a su estilo tan raro (tiene un tono un tanto surrealista, pero distinto al que tenía A dos metros bajo tierra), a que es una serie de diálogos y personajes (todos magníficos) y a que está tan alejada de los cánones del vampirismo que descoloca.
Os copio lo que puse en mi blog comentando el episodio:
¿Cómo definir el género y argumento de True Blood? Porque decir “va sobre vampiros” es tan cierto como injusto, pues con el cliché de los géneros al ver una etiqueta todos pensamos en las mismas historias de siempre. Atendiendo a esas barreras que producen los estereotipos cabe realizarse otra pregunta: ¿qué demonios hace Alan Ball, uno de los máximos exponentes del análisis crítico de las sociedades humanas en el cine (la espléndida American Beauty) y en la televisión (la aún mejor A dos metros bajo tierra) confeccionando una serie sobre vampiros? El visionado del pre-air (versión de prueba) del episodio piloto responde esas cuestiones y supone un curiosísimo y por ahora muy prometedor cruce de géneros.
True Blood es, en pocas palabras, una especie de A dos metros bajo tierra pero sustituyendo la homosexualidad por el vampirismo. Aquí no son los homosexuales el colectivo que tras muchos años de represión por fin goza de libertad y creciente respeto, sino los temidos e incomprendidos chupadores de sangre. La sociedad se encuentra ante un punto de inflexión donde florecerán nuevos sentimientos y problemas, donde el odio lidiará con la aceptación, donde habrá que luchar por ganarse el respeto o incluso por la supervivencia ante los más crueles fanáticos (en este caso, los que saben que la sangre de los vampiros es una poderosa droga). Los protagonistas son un grupo de amigos y familiares que suelen encontrarse, por amistad o trabajo, en un bar típico del centro-sur de Estados Unidos, entre los que destaca la joven Sookie, quien tiene el poder de leer las mentes. La presencia de los vampiros cambiará sus vidas para siempre.
True Blood es por tanto un drama de sociedad y personajes donde la fantasía solamente se utiliza para aportar un contexto distinto. Ahora aparecen nuevas preguntas: ¿calará esta extraña propuesta entre el público de la HBO y entre los numerosos seriéfilos de Internet? Veo en IMDB y TV.com que el piloto está siendo machacado por el público estadounidense, y si la cosa no cambia con el estreno de la temporada veremos si dura más de un año. A mí por el contrario esta presentación me ha gustado bastante. A la originalidad de la idea hay que sumarle el buen hacer de Ball en la construcción de personajes (todos muy bien presentados y descritos y además muy interesantes) y la elaboración de situaciones y diálogos creíbles, nada previsibles y sí muy originales y absorbentes. Además, una buena dirección (también de Ball), el carisma y la atípica belleza de Anna Paquin, y sobre todo la inquietante presencia de Stephen Moyer, el vampiro más vampiro que he visto nunca (y sin maquillaje alguno), son otros buenos alicientes. Se podría decir, sin que lo considere un fallo, que el episodio no ha relatado nada relevante, pues no se ha decantado por ofrecer sorpresas impactantes o tramas de altos vuelos, sino que ha sentado con tranquilidad las bases (o sea, ha presentado los personajes) de un drama muy suculento. Veremos qué da de sí la serie, pero desde luego promete bastante y la espero con muchas ganas.