En serio, es que se queda uno... qué el otro día vimos la película, y oye, una gozada, pues decir que se ve y se oye tremendamente bien... pero si lo piensas detenidamente, te están vendiendo marrajo como si fuera aguja. No sé si me explico.
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What makes Megalopolis so strange and, for a big-budget Hollywood film, so singular, is that, just like Vergil’s Aeneid, it is at once accretive, allusive, and idiosyncratic because Coppola is attempting something very few artists have ever done: to speak from inside the imperial organism, even as it begins to crack, and to craft a vision that is both a monument to its grandeur and a requiem for its decline.