Después de años de ver el cine de Lars von Trier y a veces de odiar/admirar a la vez algunas de sus propuestas (como, por ejemplo, la incomodísima Los idiotas), para mí ha quedado más que evidenciado que aquello del Dogma 95 y sus mandamientos era una boutade (una más) d'enfant terrible de Trier y su buen amigo Vinterberg y algún colega más (lo que se deben haber reído leyendo las tonterías que han llegado a escribir los críticos de cine sobre el manifiesto de marras). Si se analiza con detalle, creo que ninguna de esas películas cumplen del todo con los famosos mandamientos. Todo ese montaje lo veo como parte del espíritu juguetón y provocador del danés, como el ejercicio de estilo que mantiene con Jorgen Leth en Cinco condiciones, o los juegos con la cámara de El jefe de todo eso (lo de la Automavision es carcajeante), sin olvidar la manera de filmar Dogville o Manderley, o su hilarante serie televisiva Riget/The Kingdom.
Gustará más o menos, pero el cine de Trier siempre tiene un punto de interés, de atrevimiento, que se agradece.




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