Las comparaciones con
United 93 son injustas: el film de Greengrass es más un thriller que un drama, mientras que
World Trade Center pertenece, cien por cien, al género dramático. El autor de
Alejandro Magno aplica la estructura del telefilm, aunque no la estética, para detallarnos esas horas de terror, angustia y rescate. Y lo hace con elegancia, respeto y maestría. A destacar la discreción con la que muestra los aviones estrellándose en las Torres Gemelas (...), la sencillez con la que detalla las horas de angustia de las familias (...), el afecto con el que detalla la relación entre McLoughlin y Jimeno, que permanecen inmóviles durante la mayor parte del metraje (un esfuerzo de interpretación por parte de Nicolas Cage y Michael Peña, que sólo puede ser descrito como encomiable), y la fascinación con la que encuadra a Dave Karnes, un personaje mitad mesiánico, mitad excéntrico, que nunca es juzgado por la cámara del director, sino que sólo lo es por sus acciones (al fin y al cabo, fue él quien encontró a los dos policías después de considerar que fue llamado a su rescate por Dios. Claro que veremos cómo reacciona el espectador liberal europeo a su última frase: hablando por teléfono con un ser querido y vestido de militar, el héroe indiscutible de
WTC dice "no sé cuándo volveré a casa. Alguien tiene que vengar lo que hoy ha sucedido aquí").
Sí,
WTC es acerca de la familia, la fe (con emotivas apariciones de Jesucristo incluídas, que sí tuvieron lugar según Jimeno), lo que significa ser americano (la lucha constante, pase lo que pase, pese a quien pese, para salir adelante( y los momentos en que un país se dio cuenta de que la unión hace la fuerza, y que la determinación de un solo individuo, en este caso Karnes, puede marcar la diferencia. Oliver Stone ha demostrado que su arte va más allá de la manipulación, el egocentrismo y la visceralidad. Oliver Stone ha demostrado el genio que es. Una vez más.