De acuerdo. Mira, antes se hablaba de modas ateas, probablemente refiriéndose a mí. Yo no soy ateo, me considero agnóstico. Es decir, la fe en lo sobrenatural está fuera de la cuestión por ser inherentemente incognoscible. No niego la existencia de Dios, pero sí pienso que no es necesario para explicar casi nada, y cuanto más sabemos, más se arrincona su posible parcela de acción directa en la creación del Cosmos. Puede que con el tiempo ni siquiera sea necesario para apretar el botón del Big Bang.
Antes decía el compañero Alejandro D. que lo de la casualidad es un absurdo total. En realidad podríamos ir mucho más lejos. Podríamos hablar de teorías como el Universo como una fluctuación cuántica, o el
universo de la nada que propone Lawrence Krauss. Pero es un tema peliagudo y no quiero herir la sensibilidad de nadie ni molestar, así que por mi parte voy a dejar aquí aparcada la religión.
Bueno, será porque además de la programación me han interesado otros ámbitos científicos. No hablo de monos vivos ni de talento, como decía antes Narmer. Hablo de probabilidades, concretamente del
Teorema del mono infinito. Precisamente se han hecho modelos computerizados para probar el teorema, y han llegado a salir frases de Sheakspeare o del César de pura chiripa. Es un ejemplo extremo; a lo que voy es que se tiende a subestimar lo que puede llegar a salir con una secuencia de elementos interactuando de forma aleatoria durante miles de millones de años.
Seguramente un código complejo no saldría pulsando teclas al azar (salvo que tengamos un tiempo infinito para hacerlo). Pero uno simple sí podría salir de chiripa. De la misma manera un cerebro no se va a materializar de repente en la existencia, pero poco a poco sí se puede llegar ahí sin más intervención que las leyes naturales, la tendencia de la materia a la estabilidad, y la evolución. Lo bueno de la evolución es que se echa a un lado el azar y comienza la selección natural, acelerando el proceso.