16. Pasaje a la India (A Passage to India, 1984)
Catorce años después de Ryan’s Daughter, Lean entrego su siguiente film, A Passage to India, con el que, a la postre, concluiría su carrera. A diferencia del anterior, esta vez Lean vuelve a las adaptaciones literarias, una constante en su filmografía: la novela de 1924 de E.M. Forster, pero a partir de la traslación teatral que había llevado a cabo la escriptora india Santha Rama Rau, y que se había representado tanto en Londres como en Broadway. Por cierto, parece ser que Forster no quería que se adaptara a la pantalla ninguna de sus obras. Murió en 1970, lo cual le evitó ver cómo, en especial en los 80, se llevarían al cine varias de sus novelas. Además de la que nos ocupa, James Ivory dirigió A Room with a View, en 1985, Maurice, en 1987, y Howards End, en 1992, por lo que podemos afirmar que la película de Lean inaugura una década en que el nombre de Forster quedó asociado a la pantalla grande.
La propia Rama Rau preparó un guion para Lean, pero este lo rechazó, haciéndose cargo el mismo en solitario de su elaboración final (también aparece acreditado como montador), y, al parecer (como no he leído la novela ni he visto la pieza teatral no puedo confirmarlo), introduciendo notables cambios.
Aunque la película posee ese aliento leaniano que tantos éxitos (y algunas críticas) le deparó, en especial a partir de The Bridge on the River Kwai, no es un dato menor que por primera vez desde el film ambientado en Tailandia, Lean recurrió al formato panorámico habitual (1,85:1), dejando atrás los formatos en scope de sus cuatro films anteriores. Anotamos otro cambio en la fotografía: Ernest Day, que había sido el operador en los tres films anteriores, substituye al veteranísimo Freddie Young (que había ganado el Oscar en cada uno de ellos), lo cual redunda en un conjunto de imágenes menos “espectaculares”, lo cual, unido a una banda sonora de Maurice Jarre reconocible pero más contenida de lo habitual (por la que ganó un Oscar), da como resultado un film en su conjunto menos “grandioso” que los cuatro anteriores.
Incluso en lo que al reparto se refiere hay también una mayor modestia: salvo la presencia, reiterativa dentro de la filmografía de Lean, de Alec Guinness (aunque había faltado a la cita en Ryan’s Daughter), en el papel de místico profesor Godbole,
el resto de los actores y actrices, correctos en general, no tienen la aureola, ni entonces ni después, de algunos de los presentes en los films anteriores. Particularmente, me gustan mucho las dos protagonistas, tanto Judy Davis, como la joven inexperta Adela Quested, a la búsqueda de nuevas experiencias en un mundo que presupone exótico, pero que la superará,
como la veterana Peggy Ashcroft en el papel de Mrs. Moore (por el que ganaría también un Oscar).
Junto a ellas, nos encontramos con un competente James Fox, como el maestro de la escuela, Mr. Fielding; Nigel Havers, como el hijo de Mrs. Moore y prometido de Adela; y, quizá en el papel principal, Victor Banerjee, como el viudo doctor Aziz, indio de religión musulmana.
En mi opinión buena parte de los elementos que no me gustan de la película radican en la interpretación de Banerjee, aunque reconozco que no sé si responden a la caracterización del personaje por parte de Forster. Me da la impresión, a lo largo de todo el film, de ser un personaje apocado, disminuido delante de los británicos, incluso a veces cayendo en lo ridículo. Puede que todo ello sea una forma de acentuar la diferencia cultural y, en definitiva, política entre dominadores y dominados, pero a menudo me da la impresión de que Lean carga demasiado las tintas por medio de la interpretación de Banerjee.
Uno de los añadidos respecto a la novela (según comenta Moreno Cantero) es el largo prólogo que se inicia en un Londres lluvioso, cuando Adela visita una agencia de viajes y siente una especial atracción por unas fotos de las cuevas de Marabar, que van a tener un papel central en la trama de la película. Adela viaja con la que ha de ser su futura suegra, Mrs. Moore, en barco hasta Bombay, y luego hasta la ciudad ficticia de Chandrapore, donde se alojarán en el elegante y exclusivo barrio de los ingleses, separado claramente de la sociedad india a la que pertenece Aziz. Allí, Ronny, el hijo de Mrs. Moore, ejerce como magistrado del tribunal, no temblándole el pulso, a pesar de su juventud, a la hora de condenar a la población autóctona, a la que, como la mayoría de británicos, trata con cierto desdén y superioridad.
Casualmente, Mrs. Moore se encontrará con Aziz, por la noche, en una mezquita semiderruida. Se establecerá entre ellos una fuerte corriente de simpatía y amistad que propiciará una excursión con Adela a las cuevas de Marabar.
Allí se produce el hecho clave que marcará la parte final del film. Con anterioridad, Lean nos deja clara la represión sexual que sufre Adela mediante una visita fortuita a un templo hindú en ruinas, en el que las estatuas de claro contenido erótico, la interpelan directamente y la escandalizan forzándola a huir (a lo que contribuye una manada de monos poco amigables).
Será en las cuevas donde toda esa represión acumulada estallé de forma violenta y enigmática. Adela huye corriendo montaña abajo, con riesgo de su vida, para acusar a continuación a Aziz de haber intentado violarla. A pesar de la, en mi opinión, excelente interpretación de Judy Davis, y de lo atractivo de introducir el elemento misterioso en el marco de las profundidades de la montaña, toda la situación me parece un tanto insatisfactoria, cosa que se verá agravada por el juicio al que tendrá que someterse Aziz.
El suceso muestra a los ojos de los más intolerantes entre la colonia británica lo inútil e improcedente del intento de intimar entre ingleses e indios, en lo que no coincide en absoluto Mrs. Moore, que considera Aziz inocente, al igual que Mr. Fielding.
El juicio me parece la parte menos interesante y peor resuelta del film, cayendo por momentos en lo esperpéntico. Mrs. Moore ha decidido abandonar la India y morirá en el barco durante el viaje de regreso, con lo que su testimonio, solicitado por la defensa, queda imposibilitado.
Será la propia Adela, en un giro de guion imprevisto, la que acabe confesando que Aziz es inocente, quedando en la penumbra el porqué de su denuncia, como si fuera la exteriorización de ese estallido sensual que no ha sabido controlar.
La película finaliza con un breve epílogo en el que se produce el reencuentro, años después, en otro lugar de la India, cerca del Himalaya (Lean no puede evitar aquí caer en un cierto cartepostalisme fascinado por los impresionantes picos nevados de la cordillera), entre Aziz y Fielding, el cual llega en compañía de su esposa: Stella, la hija de Mrs. Moore. Como curiosidad, la actriz que encarna a Stella, en un breve papel (el único que interpretó en el cine), es Sandra Hotz, que por aquel entonces estaba casada con David Lean (del que se divorciaría en ese mismo año).
Con la imagen de una solitaria Adela, que ha recibido una carta exculpatoria de Aziz, mirando a través de los cristales mojados por la lluvia londinense, acaba el film, y con él la obra de Lean.
Quedaron diversos proyectos sobre la mesa, entre otros rodar Empire of the Sun, sobre la novela de J.G. Ballard, que acabaría en manos de uno de sus admiradores, Steven Spielberg, o sobre todo la adaptación de la novela de Joseph Conrad “Nostromo”, proyecto al cual dedicaré un breve comentario con el que daré por finalizada la revisión dedicada al director británico.