Casualmente, hoy en la autoescuela hemos dado el tema del auxilio en caso de accidentes ajenos. La clase ha discurrido, como es habitual, en un tono desenfadado y hasta jocoso (pero sin caer en el mal gusto, aclaro). Mientras tanto, en mi cabeza se estaba formando un contraste brutal entre el ambiente de la clase y las sensaciones que me recorrían el cuerpo al darle vueltas a la historia de Manu. Sentía tristeza porque veía como la gente parecía ajena al drama de los accidentes de tráfico, como si fuesen la maría de un curso de instituto. Quizá en parte la culpa la tenga el profesor, que es muy bueno explicando y un cachondo, pero que en su empeño por hacer lo más amenas posibles las clases teóricas, a veces creo que banaliza un poco el acto de conducir (al menos en la teoría). Sólo espero que los demás alumnos (y yo también), cuando estén en carretera, tengan el instinto de Manu ante situaciones tan duras como la que tuvo que vivir.
Un saludete.