Me va usted a permitir que le lleve mínimamente la contra en esta coyuntura, don vene, pues la cuestión de las pausas entre los chascarrillos no la percibí tan acusada en esta ocasión: en otras películas queda bastante más patente cada vez que Groucho ejecuta ésos mínimos intervalos después de soltar una de sus ocurrencias, pero en esta ocasión no me percaté que utilizara tan a menudo la anteriormente mencionada técnica... ya digo que el ritmo me pareció esta vez particularmente endiablado.
De todas formas, como en el último tercio del metraje ya me vencía la somnolencia, me he quedado con el antojo de volver a revisitarla: así además tendré la oportunidad de comprobar de primera mano cuanto de cierto tiene su aseveración.
Lo que si me resultó de una modernidad digna de mención (o quizá todo lo contrario: un remanente de ese origen teatral del libreto que usted apunta) fue ese momento en el que Groucho se dirige a la platea tras de una de sus réplicas, y dice algo así como: "bueno, no todos los chistes tenían que ser buenos, ¿no?"
Viendo este filme también se apercibe prístinamente uno de la influencia que tuvieron los Marx en el primerizo y caricato Woody Allen, sobre todo en La última noche de Boris Grushenko, donde el neoyorquino abundaba en parlamentar directamente con el respetable con evidentes intenciones hilarantes.
Aclarando finalmente que no albergaba en mi ánimo el poner en duda su egregia figura (y escribiendo ya de buena mañana como se hacía antes de la 2ª de nuestras repúblicas: no me pregunte el motivo) se despide suyo modestísimo don marvinando
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