Sí, al final de su vida se ve a sí mismo como una figura mécanica junto a Rosalba, en una comunión perfecta, convertidos en una caja de música que gira y gira. Es un final precioso, a la vez que patético, en especial por ese primerísimo primer plano de los ojos (una máscara) de Casanova que Fellini inserta justo antes del último plano.