08.2. DAS INDISCHE GRABMAL, 2. TEIL: DER TIGER VON ESCHNAPUR – MYSTERIUM IN 7 AKTEN (1921, LA TUMBA INDIA, PARTE II: EL TIGRE DE ESNAPUR – MISTERIO EN 7 ACTOS)
Director: Joe May.
Estudio: May-Film G.m.b.H.
Productor: Joe May.
Guion: Thea von Harbou y Fritz Lang, basado en la novela homónima de Thea von Harbou (Berlín, 1918).
Decorados: Martin Jacoby-Boy y Otto Hunte.
Fotografía: Werner Brandes, en blanco y negro con virados y tintados en color (1.33:1).
Música: Wilhelm Löwitt (Original); Irena Havlová and Vojtěch Havel (2018, para la versión reconstruida en 1994).
Reparto: Conrad Veidt (Ayan, príncipe de Esnapur), Bernhard Goetzke (Ramigani, un yogui), Olaf Fønss (Herbert Rowland), Mia May (Irene, su prometida), Erna Morena (Savitri, la princesa), Paul Richter (Mac Allan, un oficial inglés), Mirrjha (Lya de Putti).
Duración: 1 h 50 m 18 s.
Estreno: 19 de noviembre de 1921 (Berlín).
Consideraciones previas al comentario.
Primera.
No me ha resultado tan incómoda la música del dúo The Havels como en la entrega anterior pero sigue pareciéndome igual de extemporánea.
Segunda.
Me parece ciertamente desorbitado el metraje de la cinta (más de cuatro horas sumando las dos partes) pero no tanto por lo que cuenta sino por la forma en que la cuenta.
Recordemos que la misma historia sería relatada por el propio Fritz Lang en el ocaso (no artístico sino temporal) de su carrera igualmente en dos entregas y con una duración de algo más de tres horas.
Pero que una cosa quede clara. Joe May NO es Fritz Lang. Pero que nadie infiera de ello que May sea un director despreciable, nada más lejos de mis intenciones.
Tercera.
No sé si por llevar la contraria pero Lang cuando rodó “su” versión del libro de ex-esposa decidió que la primera entrega de su díptico se titulara EL TIGRE DE ESNAPUR que es como May tituló la segunda suya.
Cuarta y última.
La excelente labor de reconstrucción (música aparte) llevada a cabo por el incombustible Friedrich-Wilhelm-Murnau-Stiftung que nos permite disfrutar de una película que este mismo año cumple 100 años con una calidad de imagen francamente pasmosa.
Y ahora hablemos de la película.
Si la primera parte de LA TUMBA INDIA constaba de un prólogo y cinco actos esta segunda se divide en siete actos y de la manera siguiente:
ACTO PRIMERO (de 00:57 a 20:42)
ACTO SEGUNDO (de 20:47 a 33:17)
ACTO TERCERO (de 33:22 a 48:27)
ACTO CUARTO (de 48:33 a 1:04:09)
ACTO QUINTO (de 1:04:14 a 1:11:12)
ACTO SEXTO (de 1:11:17 a 1:27:28)
ACTO SÉPTIMO (de 1:27:33 a 1:49:42)
Desgraciadamente y pese a lo que indica el querido compañero Alex Fletcher esta segunda parte me ha parecido muy inferior a la primera y en buena medida ello es debido a que el personaje más carismático (y mejor perfilado), el yoghi Ramigani magníficamente encarnado por el gran Bernhard Goetzke (y al que veremos en la siguiente entrega del coleccionable, la primera parte de EL DR. MABUSE, como la némesis del villano que da nombre a la serie), tiene escasa relevancia en la trama.
Y es que esta segunda entrega carece de secuencias tan espléndidas como las que conformaban el magnífico prólogo (ese regreso “de entre los muertos” de Ramigani) o el acto primero (la visita de este a la mansión del arquitecto Herbert Rowland y donde asistíamos a los extraordinarios poderes que el yogui parecía tener sobre el espacio y el tiempo).
Pero entremos ya en materia dado que mi estancia delante del ordenador no puede ser tan prolongada como lo era en un pretérito ya (emocionalmente) lejano.
ACTO PRIMERO:
Lo primero recordar que la entrega anterior nos dejó un cliffhanger ciertamente suculento.
Por un lado, el arquitecto Rowland enfermo de lepra.
Por otro lado, ese cofre enjoyado con la paloma mensajera muerta en su interior que recibe Irene y que sirve de demostración de que en Esnapur no hay más amo y señor que el príncipe Ayan.
Este acto primero lo usará May en buena medida para hacer una especie de recordatorio de los acontecimientos finales de la primera parte usando para ello escenas de la misma aunque haríamos bien en recordar que entre el estreno de ambas partes apenas hubo un intervalo de un mes (22 de octubre y 19 de noviembre, respectivamente).
- Por cierto, juraría que en algunos casos el color de los virados no es el mismo, algo que bien se podría haber corregido, aunque puede que mi memoria me engañe. -
En ese primer flashback que le narran con temor sus lacayos al príncipe asistimos a la huida del intrépido Mac Allan (un personaje apenas esbozado en la película) de sus perseguidores.
- Recordemos que mientras que en el díptico de Joe May los protagonistas (buenos) son el arquitecto y su esposa, en cambio en el de Fritz Lang lo son el también arquitecto Harald Berger (Paul Hubschmid) y la bailarina Seetha (Debra Paget). -
Seguimos con ese juego de miradas entre Irene y el príncipe (y/o viceversa).
Los deseos de Irene de ver a su esposo serán prontamente atendidos por Ayan aunque no con los resultados previstos.
Esa manera un tanto femenina del príncipe de jugar con su collar de piedras preciosas parece indicar una cierta ambivalencia (sexual) del personaje, algo que se verá notablemente acentuado en una de las escenas más kitsch de toda la película y que comentaré en breve.
- No recuerdo si lo mencioné en la entrega anterior (y no soy tan narcisista como para volver a leérmela de nuevo) pero no deja de ser curioso que un actor del talento de Conrad Veidt, que nunca trabajó a las órdenes de Fritz Lang, fuera el protagonista en las dos películas que este hubiera debido de dirigir pero que finalmente cayeron en manos ajenas.
Me refiere, lógicamente, a EL GABINETE DEL DR. CALIGARI y LA TUMBA INDIA.
A partir de EL DR. MABUSE el mucho menos glamuroso (y bello) Rudolf Klein-Rogge se convertiría en el actor fetiche del director, quizás para compensarle a este por haberle robado su esposa.
Es broma.
Klein-Rogge era un excelente actor y su encarnación del ubicuo Dr. Mabuse es ciertamente poderosa. -
Un segundo flashback nos narra la historia de amor entre Mac Allan y la princesa Savitri y ese regalo envenenado en que se acaba convirtiendo el anillo de rubíes que esta regala a aquel. Uno obsequio del príncipe Ayan como muestra del profundo amor que sentía por ella.
Aquí asistimos a esa doble traición que ha sido la causa de la (“justa”) ira del príncipe, la de su amigo Mac Allan y la de su amor Savitri.
Tiene además algo de obsceno la forma en la que Mac Allan se jacta del (caro) regalo de su amada, el cual acabará por convertirse en el clavo que selle el ataúd del protagonista (algo nada inapropiado dado que el título general de la serie es LA TUMBA INDIA).
Ese patio de los leprosos donde se rencuentra recluido el arquitecto Rowland recupera algo del hálito macabro que impregnaba al excelente prólogo de la primera entrega.
Un oasis en el (relativo) desierto que es esta segunda entrega de la serie.
Y no deja de tener lógica que el príncipe Ayan (el Tigre de Esnapur) mande a sus cazadores de tigres para cazar a otro tigre, Mac Allan.
Entre tigres anda el juego…
Mientras el príncipe sigue obsesionado con la joven y bella europea (es un eufemismo…).
Él le recriminará a ella ser la causante del estado actual de su prometido y para ello de nuevo May usará un flashback.
- Aprovecho para verificar que, efectivamente y no sé a santo de qué, se han usado virados de color distintos de los originales. En concreto del violeta pasamos al verde.
- Fotograma de LA MISIÓN DEL YOGUI -
- Fotograma de EL TIGRE DE ESNAPUR -
Tiquismiquis que es uno. -
Y de nuevo el príncipe jugando con su collar que yo diría un gesto más femenino que masculino y que la compañera hannaben me perdone…
El problema de May es que confunde el tempo narrativo con el estatismo, algo en las antípodas del ritmo frenético que Lang solía imprimir a sus propuestas, al menos a las más personales.
Y ese gesto ya repetidamente mencionado…
Como podemos observar la mayor parte de este acto primero ha sido en buena parte un reciclaje de escenas y secuencias de la primera entrega y seguramente sea por hecho el menos interesante (o el más prescindible).
Y antes de pasar al acto segundo me gustaría mencionar que la estructuración de las dos películas en base a actos, como si de una obra de teatro se tratase, seguramente proceda del hecho de que la novela de Thea von Harbou se publicó previamente por entregas antes de su edición en forma de libro y tal vez dicha división sea acorde a la periodicidad de las mismas (ya sea semanal o mensual). También adelanto que me ha resultado del todo imposible localizar las fechas de esa prepublicación a pesar de bucear en Internet como si del mismísimo Jacques Cousteau se tratase.
ACTO SEGUNDO:
Y sigo pensando que Mia May era una actriz demasiado mayor para el personaje y que carece del mínimo glamour como para ser el (nuevo) objeto de deseo del Tigre de Esnapur, o sea, del príncipe Ayan.
Aunque los cánones de belleza han cambiado mucho en los últimos 100 años…
En este acto primero tendrá algo más de presencia el oficial inglés Mac Allan pero como ya he dicho su personaje y su relación con la princesa, que después de todo es la desencadenante de toda la trama, es la más endeble de toda la película.
Un serio hándicap sin duda que Joe May no pudo (o no quiso) subsanar y por ello tendremos que esperar a ver la versión de Fritz Lang para entender la fascinación que este sintió no sólo por la historia de amor entre los protagonistas sino especialmente por la India y que compartía con la que por entonces era su amante (y pronto esposa) Thea von Harbou.
Tiene algo de western (un género que siempre fascinó al director vienés) esa persecución que sufre Mac Allan por los esbirros del príncipe y esas galopadas más propias del género norteamericano por autonomasia.
Por cierto, la escena de las huellas que deja en la orilla del río el caballo del oficial me recuerdan a una similar en la segunda entrega de LAS ARAÑAS cuando Kay Hoog (un personaje que deja en pañales a Mac Allan) se adentraba en la cueva donde estaba el tan buscado diamante “Cabeza de Buda”.
Ya lo dije antes y si no lo hizo el amigo mad dog earle pero LA TUMBA INDIA toma claramente alguno de los elementos de las aventuras de Kay Hoog.
Después de todo Lang fue el guionista de ambas.
Irene aceptará asumir el papel de sacerdotisa del dios de los penitentes para poder salvar a su prometido de su funesto destino en el patio de los leprosos.
- Ecos de BEN-HUR, por cierto… -
Y otra cosa que observo es que May, al igual que Lang en LA MUERTE CANSADA, también recorta la imagen para resaltar figuras o paisajes, aunque en mucha menos medida y de una forma mucho menos creativa, básicamente el formato circular.
Esta imagen de Mia May, por cierto, nos retrotrae a una muy similar de LA IMAGEN ERRANTE. Una especie de encarnación de la virtud más pura frente a la (aparente) brutalidad del príncipe. De hecho, evoca la figura de la mismísima Virgen María…
Afortunadamente para la historia el personaje encarnado por la bella (esta sí) Lya de Putti (el compañero mad dog earle insertó un bonito retrato de ella en su comentario), el mejor trabajado por los guionistas y/o el director, tendrá una mayor (y determinante) presencia a partir de ahora y de hecho, de todas las muertes que vengan a continuación será la única que nos producirá una cierta desazón.
Mirrjha es el personaje más puro de toda la película, más incluso que el de la propia protagonista, capaz incluso de llevar alimento a los leprosos, que más parecen una legión de zombis que de auténticos seres humanos.
La aparición de Ramigani, el yogui, servirá también para aumentar el interés de este acto primero, dado que las relaciones amorosas entre Mac Allan y Savitri y entre Herbert e Irene y con la figura de Ayan en medio de ambas son lo menos atractivo de la propuesta, algo que Lang corregiría de raíz en 1958 cuando volvió a su tierra natal la que bien podría haber sido su testamento cinematográfico.
Ramigani nos trae la textura del mejor cine fantástico de la época (vuelvo a recordar que el NOSFERATU de Murnau estaba todavía a un año vista).
El yogui no acaba de comprender cómo el príncipe es incapaz de asimilar que sus afanes carecen de interés pero la promesa que le ata a él le obligará a ayudarle curando de la lepra al desafortunado arquitecto.
Como decía es una pena que el personaje encarnado por Goetzke (y que servía – justamente – de título para la primera entrega) tenga tan escasa presencia en la película pues cuando este aparece el interés de la película sube como la espuma.
Parece que las piezas empiezan a moverse en el tablero.
TERCER ACTO:
Magnífico trabajo el de los decoradores Jacoby-Boy y Hunte que ya anuncian el colosalismo que empezaría a presidir igualmente las producciones de Lang especialmente a partir de LOS NIBELUNGOS y METRÓPOLIS pero que ya se podía vislumbrar en esa monumental Muralla erigido por la Muerte para separar el mundo de los muertos de los vivos (o de los todavía no muertos, si somos más precisos).
Esa imagen de Mia May transformada en la sacerdotisa del dios de los penitentes se usaría en los póster originales como se puede apreciar en el que yo incluyo al inicio de la reseña (eso sí, con los molestos logotipos de Alamy…).
De nuevo el uso de imágenes circulares para resaltar la figura humana.
Y de nuevo la poderosa presencia de Goetzke, como decía, el personaje más carismático de toda la película. Un hombre atado por un juramento y con el poder suficiente como hacer auténticos milagros. Alguien incapaz de entender que sus poderes se usen de forma tan arbitraria en busca de metas que para él no tienen ningún sentido.
Seguramente una de las escenas más bellas de esta segunda parte, si no la que más: la sanación del arquitecto por parte del yogui.
Y fantástica esa idea de esa especie de campo de fuerza (antecediendo en décadas un concepto habitual en el mundo de los superhéroes) que rodea a Herbert y que impide que nadie le cierre el paso desde el patio donde reside al templo donde le espera el yogui.
- Por cierto, ¿soy el único de la película que se ha dado cuenta del cuchillo que la protagonista robó del altar de la diosa Durga (la de los muchos brazos) y que claramente asoma en su cintura?
Y esa imagen de la actriz que casi parece un avance de la Krimilda de la inminente LOS NIBELUNGOS… -
Y atención, queridos amigos, que ahora asistimos a la escena más psicotrónica de la función, la aparición del sumo sacerdote encarnado por el propio príncipe Ayan.
Una imagen vale más que mil palabras.
Y de ahí cuando he mencionado la ambivalencia sexual del personaje, pues esa imagen bien podría forma parte de la iconografía gay más desatada. Y, por favor, que nadie se rasgue las vestiduras, que mi comentario no es peyorativo, ni mucho menos, sino más bien indicativo de la poliédrica personalidad del bello príncipe.
- Por cierto, ¿ese ¿despertar? del personaje no os hace recordar al de Cesare en al magistral EL GABINETE DEL DR. CALIGARI protagonizado por…
… Conrad Veidt?. -
No me extraña la mirada de Irene ante semejante visión…
Esta escena será además la única no protagonizada por el yogui en la que prevalezca el tono fantástico que es el que mejor se ajustaba a la propuesta.
Y un excelente apunte visual de May.
El brazo de él ase con fuerza el brazo de ella (una escena que ya habíamos visto en la primera entrega).
La mano de ella se dirige al puñal que lleva en la cintura.
Pero finalmente él le impedirá a ella no que le mate sino que cometa suicidio.
Y la sombra del arrepentimiento hace su aparición en el maquillado rostro del príncipe.
Quizás, después de todo, el yogui sí haya conseguido empezar a hacer comprender a Ayan lo desacertado de sus decisiones.
Con toda seguridad este acto tercero es el mejor de la película.
ACTO CUARTO:
El bueno de Mac Allan, al que el director no ha dedicado demasiada atención todo sea dicho (algo que, como ya he indicado, revertirá completamente Lang cuando encare su díptico), se prepara para lo peor.
Desde luego no podemos tener demasiada simpatía por el personaje primero por el escaso espesor del mismo y segundo y más importante porque el motivo que le ha devuelto a los dominios del príncipe es el haberle robado el amor de su prometida y seguramente todavía más doloroso el haber traicionado su confianza y su amistad.
¿Quizás vengan de ahí esas sugerencias homoeróticas que se pueden apreciar en la historia y que la matizada interpretación de Conrad Veidt hacen perfectamente plausibles?
¿De verdad es la visión del anillo en el dedo de su antes amigo lo que no puede soportar o es algo más profundo?
¿Esa forma tan suave, tan femenina (y perdonad de nuevo la expresión), no podría ser indicativa de la auténtica relación entre los dos personajes?
En verdad que me está dando mucho más juego este segundo visionado de la cinta que el primero el pasado día 8 (¡!).
Como decía May reutilizará la escena del despertar del ya curado Herbert en compañía de Ramagani.
Pero con un pequeño pero importante matiz. Esta vez el yogui le dirá que lo que él piensa que es un sueño sucedió en realidad.
Intuimos el primer conato de rebeldía de Ramigani frente a la sinrazón de Ayan.
Y Mac Allan, que carece de la personalidad y de los recursos del carismático Kay Hoog, será encerrado en la inexpugnable prisión del príncipe…
… de la que se escabullirá en menos de lo que canta un gallo.
Desde luego Lio Sha y sus adláteres sabían construir mejores prisiones que el bueno del príncipe Ayan…
Ese toque macabro de las ratas sobre el cuerpo de Mac Allan…
Y el personaje encarnado por Mia May que tiene todas las papeletas como para convertirse en el más gafe del cine de aventuras.
Y es que si en la primera entrega no se le ocurría mejor idea que entrar en el foso de los tigres, en esta segunda supera todas nuestras expectativas y aparece en medio del patio de los leprosos.
Olé tus…
La aparición de Irene, ataviada todavía como la suma sacerdotisa, provocará otra de las escenas más terroríficas de la cinta, cuando los leprosos se acerquen a ella con aviesas intenciones…
Y tampoco tiene mucho sentido que Irene escape de sus perseguidores lanzándoles las piedras preciosas de sus collares puesto que de escasa utilidad les valdrían a estos. Más inteligente (tampoco hacía falta mucho, la verdad) la actitud de la Mirrjha al lanzárles comida, algo que no sobra precisamente en el recinto.
Por tanto, si en la primera entrega la heroína era salvada por Ramigani, en esta segunda lo será por Mirrjha.
Ambos, como decía, los personajes mejor perfilados (junto con el del príncipe) de la película.
Otra escena reciclada de LA MUERTE CANSADA.
Aquella en la que la princesa será testigo de la muerte de su amado (la historia de la Primera Luz).
Como antes decía, la inexpugnable prisión del príncipe es del todo menos inexpugnable, algo que Lang seguro no hubiese tolerado si hubiese llevado la batuta de la dirección de esta carísima producción.
Esos frecuentes planos del príncipe traen a la memoria al Hamlet shakesperiano…
Y un hermoso emparejamiento visual, la huida de Mac Allan del pozo al que habían arrojado y la del yogui atravesando la pared de los aposentos del príncipe.
Ese conato de rebeldía que se atisbaba en Ramigani parece haber conmovido ese impenetrable semblante y exige al príncipe que le libere del juramento.
Como este no lo hará Ramigani, simplemente, desaparecerá…
Ese gesto en el rostro del yogui le acerca al personaje de la cansada Muerte. Así como esta se sabía imbatible, Ramigani sabe que nada ni nadie puede obligarle ya a permanecer donde ya no quiere estar más.
Con su marcha, lo mejor de LA TUMBA INDIA se ha ido con él.
El final de este acto cuarto será, por tanto, será el mismo del final del prólogo de la primera parte, aunque al revés.
El principio y el final de la misión que trajo de vuelta “de entre los muertos” (lo siento, la expresión es demasiado buena como para no utilizarla de nuevo) al yogui.
ACTO QUINTO:
Por fin después de tantas penurias se reencontrarán Herbert y su prometida gracias a la intermediación de la insustituible Mirrjha.
Una bella imagen la de la joven que observa ensimismada la pasión que existe entre la pareja, algo a lo que ella, por su baja extracción social, parece no poder disfrutar.
Mac Allan que en su huida ha encontrado los aposentos de la pareja será defendido a capa y espada (más bien a sillazo limpio) por el aguerrido Herbert, a quien su curación parece haberle dado nuevas fuerzas.
- Y a todo esto y dado que la película se titula LA TUMBA INDIA el director no ha dedicado ni un sólo instante de la misma a enseñarnos los planos que el arquitecto debería ya tener completamente dibujados y dar así forma al sueño del príncipe. -
Y de nuevo a la alusión del príncipe a la traición del que consideraba su amigo y a la infidelidad de la que creía que era su amada.
Y como promete el príncipe, nadie le tocará un pelo al prisionero…
… nadie humano, se entiende…
Untouched by Human Hands…
En una escena de notable crueldad y que nos devuelve a los mejores momentos de la primera entrega Mac Allan entrará el mismo en la boca del lobo y será despedazado por los tigres del príncipe.
La venganza es un plato que se sirve frío…
Y como había prometido, el príncipe hará partícipe a la princesa del brutal espectáculo.
Pero hay algo en el rostro del príncipe que denota que la derrota de su enemigo (y antes amigo y tal vez algo más…) no ha sido todo lo dulce que había pensado…
Y un dato a retener.
La primera de las tres muertes consecutivas que marcarán el devenir de la película hasta el trágico (o grandioso) final.
ACTO SEXTO:
Y como la venganza de Ayan todavía no es completa empezará a mover todos sus recursos para reunir a todo mago hindú que se precie de serlo con una finalidad ciertamente inquietante…
Este acto sexto será uno de los que Lang convertirá más adelante en una de las secuencias más bellas (y sensuales) de su filmografía, la danza de una escultural (y fibrosa) Debra Paget frente a la gigantesca cobra en el templo.
Como vemos, por tanto, Lang refundirá los personajes de Savitri y de Mirrjha en el de Sheeta, todo un acierto sin duda puesto que el primero en la película de May tiene (al igual que el de su amante) escaso relieve.
Mirrjha será obligada por el príncipe a bailar para sus distinguidos invitados y ese será su última danza.
Esta será la única de las tres muertes de la película que nos llegue a conmover, primero por el buen hacer de la bella Lya de Putti y segundo porque su personaje es el más noble de todos (como también lo era a su manera el de Ramigani).
Un apunte biólogico ante lo que viene a continuación.
Pese a la creencia extendida las serpientes son completamente sordas, incluidas las cobras asiáticas.
Seguimos.
Una escena notablemente breve si la comparamos con la realizada por Lang en su versión de 1959 pero que nos muestra uno de los escasos momentos en los que empatizamos con uno de los personajes de la historia.
Un homenaje a la dulce Mirrjha.
Siguiendo el consejo de la moribunda la pareja intentará huir pero no antes de salvar a la princesa de las garras de Ayan.
Y si Herbert, pistola en mano, parecerá un emulo de Kay Hoog (¿por qué será que le menciono tanto?), Irene no será menos y se nos convertirá en una Lio Sha antes de que el lado oscuro de la Fuerza hiciera presa en ella.
¿He dicho que todavía no he visto ni siquiera un esbozo de la tumba india que da título a la película?
Sigamos.
Casi me da pena el pobre anciano que pasaba por allí y que es amenazado de muerte por un iracundo Herbert que busca los aposentos de la princesa.
La verdad es que tanto Herbert, como Irene, Mac Allan o Savitri son unos héroes de lo más antipáticos.
Menos mal que el príncipe, Ramigani y Mirrjha equilibran la balanza.
Y Herbert se nos convierte de la noche a la mañana en otro Tigre de Esnapur, dando cuenta de todo aquel que se interponga en su camino. Un cambio un tanto brusco, dado el carácter del personaje.
Y mientras Herbert machaca literalmente los sesos de su oponente Irene, a punta de pistola, se llevará consigo a la princesa.
La secuencia de la huida en bote (recordemos que el palacio está situado en medio de un lago infestado de cocodrilos) me parece un tanto absurda pues lo lógico sería llevarse la lancha a motor y inutilizar las demás y no al revés.
Y de nuevo vemos machacar literalmente a su oponente al antes pacífico arquitecto.
Desde luego el clima en la India hace auténticos milagros…
ACTO SÉPTIMO:
Un iracundo príncipe exigirá a sus hombres que traigan de vuelta los botes que han quedado a la deriva aunque para ello tengan que arriesgar sus vidas pues recordemos que el lago está infestado de cocodrilos.
El mismo guardián que no pudo impedir la huida de la pareja se ofrecerá a traer uno de los botes y así poder huir de la muerte más que segura que le tenía preparada su amo.
Aquí de nuevo asomará ese lado macabro que parece deleitar al director como es la escena en la que el sirviente es devorado por los cocodrilos justo en el momento en que había logrado alcanzar su objetivo.
El príncipe se situará al frente de la persecución de los fugitivos quienes pretender huir por uno de los pasos más peligrosos de entrada al principado.
Irene preferirá sacrificarse para salvar la vida de su prometido y de la princesa y de esta forma cortará las cuerdas que sostienen el puente colgate (y no precisamente el de Portugalete).
El príncipe amenazará con lanzar al vacío a Irene si no le es devuelta la princesa.
Sin embargo, será la propia Savitri quien solvente la situación aunque para ello tenga que cometer suicidio.
Esta será la última muerte de la que seamos testigos, pero al igual que en el caso de Mac Allan, dado el escaso desarrollo de ambos personajes, su final, no por menos triste, será más sentido por los espectadores.
El que sí lo sienta y en lo más profundo de su alma, será el príncipe, que sólo al final se dará cuenta de lo mucho que la amaba.
El final de la vida de la princesa será el inicio de la nueva vida como penitente del príncipe.
Y como siempre el formidable trabajo interpretativo de Conrad Veidt superará las limitaciones del personaje.
Un buen ejemplo de ella es su llegada al fondo del barranco donde yace el cuerpo de su amada y la forma en la que acaricia dulcemente su rostro.
Como decían The Beatles en uno de los temas de su mejor LP…
A love that should have lasted years…
Es una lástima que lo que Ramigani intentaba hacer comprender al príncipe desde un principio este sólo lo entienda en su verdadera dimensión cuando es demasiado tarde.
Finalmente la princesa tendrá su tumba aunque está no servirá de muestra de odio, como tenía proyectado el príncipe, sino de amor.
- Aquí, lógicamente, May comprime el tiempo de una forma brutal puesto que la construcción del monumento que da título a la película le debería haber llevado no meses sino años al arquitecto Rowland. -
Un príncipe convertido en un mendigo que vive en las escaleras de la tumba de su amada.
Una tumba que rivalizaría con el mismísimo Taj Mahal.
Reflexiones finales sobre la película.
Es difícil discernir si los méritos (o deméritos) de LA TUMBA INDIA provienen de la novela original que toma como base (y cuyo texto desconozco), del guion que se extrajo de la misma obra de la escritora y de su amante en aquellos tiempos, Fritz Lang o de la propia puesta en escena del director (y productor) Joe May.
La mejor forma de comprobarlo será cuando lleguemos a las entregas n.º 41 y 42 (EL TIGRE DE ESNAPUR y LA TUMBA INDIA) y observar la visión que el propio director tenía de una historia muy cercana a su corazón.
Pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.
De cualquier forma y a pesar de su dilatado (excesivo, diría yo) metraje, LA TUMBA INDIA tiene los suficiente elementos de interés, especialmente en ese magistral prólogo de la primera parte y en algunos actos en los que la figura del yogui Ramigani tiene el protagonismo que contrarrestan ese ritmo demasiado cadencioso que May impone en su puesta en escena.
Igualmente el trabajo interpretativo de Conrad Veidt contrarresta las prestaciones de la pareja protagonista, a los que veo demasiado mayores.
Y tanto la princesa como el oficial inglés que serán los protagonistas en el díptico langiano no son más que meros esbozos sin entidad suficiente como para que su historia de amor, que después de todo es la desencadenante de toda la trama, nos importe en demasía.
Y la semana que viene la primera de las dos entregas de EL DR. MABUSE…
… el personaje más querido por su director y al que dedicaría otras dos películas, ambas en momentos trascendentales de su filmografía, EL TESTAMENTO DEL DR. MABUSE (1933), su última película rodada en la Alemania de preguerra y LOS CRÍMENES DEL DR. MABUSE (1960), la cinta que cierra su ejemplar carrera y rodada en la Alemania de posguerra.
Nos leemos.
Buenas tardes y, buena suerte.
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