10. Pasaje para Marsella (Passage to Marseille, 1944), de Michael Curtiz
Cuando anuncié esta entrega al final del comentario de la película anterior, Sahara, dije que Bogie siguió combatiendo a los alemanes en sus dos siguientes films, pero sin uniforme. La memoria me jugó una mala pasada, porque Passage to Marseille se abre, “somewhere in Germany”, precisamente con Bogart de uniforme, como artillero de un bombardero del escuadrón Victoire. De hecho, la película, nueva contribución de la Warner al esfuerzo de guerra (en una producción de Hal B. Wallis), se presenta como un homenaje a un Free French Air Squadron, un grupo de pilotos, con base en Inglaterra, que combatieron contra los alemanes dentro de la France Libre (y luciendo su emblema, la cruz de Lorena, pintado en el fuselaje del avión).
Si algo caracteriza Passage to Marseille es, por un lado, una de las interpretaciones más antipáticas de Bogart (en ocasiones uno diría estar viendo a Duke Mantee), al menos de las que entregó desde el momento en que alcanzó el estatus de estrella, y, por otro lado, uno de los guiones más retorcidos estructuralmente dentro del cine mainstream hollywoodiense.
Jean Matrac (el nombre ya tiene una sonoridad extraña y desagradable) es un periodista, permanentemente malhumorado, que se enfrenta con su pequeño periódico a la política pusilánime del gobierno Daladier (con el Acuerdo de Múnich de 1938 como momento culminante). Su posición le acarrea graves consecuencias: una turba de reaccionarios destroza los talleres del diario, “La Verité Française”, y Matrac se refugia en el campo con Paula (Michèle Morgan), con la que se casará.
Pero en el asalto ha muerto un periodista y se le hace a él responsable. Es juzgado y condenado a 15 años en la infausta Isla del Diablo en la Guyana francesa.
De ahí conseguirá escapar, junto a cuatro presos más, gracias a la ayuda de un anciano, “Grandpere” (Vladimir Sokoloff), que se sacrifica por ellos para que puedan volver a Francia y combatir a los nazis. Los compañeros de fuga son: Renault (Philip Dorn), Garou (Helmut Dantine), el forzudo Petit (George Tobias) y el pequeño Marius (Peter Lorre). Durante la fuga, Matrac no tendrá miramientos en matar a otro preso que se quería añadir a la escapada.
Rescatados en alta mar por un barco francés, el “Ville de Nancy”, al mando del cual se encuentra el capitán Malo (Victor Francen), los fugados cuentan su historia al capitán Freycinet (un magnífico, como siempre, Claude Rains), que simpatiza con ellos, todo lo contrario del mayor Duval (Sydney Greenstreet, también excelente), que se alinea claramente con la política colaboracionista del mariscal Pétain cuando se conoce la noticia del armisticio firmado por Francia en junio de 1940.
Durante la travesía por el Atlántico, hay un intento de Duval de hacerse con el control del barco, pero con la ayuda de Matrac y sus compañeros Malo retiene el control del “Ville de Nancy”. Después, son atacados por un avión alemán (Marius morirá acribillado), al que consiguen derribar. Cuando los pilotos alemanes piden ser rescatados, Matrac los ametralla sin piedad.
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Todo esto se nos cuenta en un encadenado de flashbacks, unos dentro de los otros, que complica notablemente el seguimiento de la narración y provoca un distanciamiento del espectador, agudizado por la dificultad de identificarse con los protagonistas, en especial con Matrac.
Recuperamos el hilo y volvemos al marco donde se inició el primero de los flashbacks, una base en Inglaterra donde el capitán Freycinet cuenta el pasado de Matrac a un periodista norteamericano.
Ese antiguo periodista fugado de la Isla del Diablo es ahora un artillero de vuelo que parece gozar con los ataques sobre Berlín, que aprovecha, además, para comunicarse con su mujer y su hijo (al que no ha visto nunca) mediante unos mensajes que les lanza desde el avión. Pero el último no podrá lanzarlo, ya que morirá en la misión. Durante el funeral de Matrac, Freycinet le dedica un discurso laudatorio (destinado también a dar ánimo en la lucha contra el enemigo), cerrándose el film, como mandan los cánones, a los sones de la “Marseillaise”.
¿Por qué muere Matrac? Por un lado, se convierte en un héroe, un mártir de la lucha de la France Libre contra el ocupante. Pero, por otro, probablemente hay una supeditación a los códigos hollywoodienses, porque la película de Curtiz nos lo muestra como un hombre capaz de matar despiadadamente a personas indefensas, es decir, poniéndose al mismo nivel que los verdugos que someten a su país.
Curioso y poco habitual guion el que firman Casey Robinson (responsable del de la espléndida While the City Sleeps, de Lang) y Jack Moffitt, a partir de la novela “Men Without Country”, de Charles Nordhoff y James Norman Hall (autores a cuatro manos de la novela “Mutiny on the Bounty”), que desconozco, y que no sé si también juega con la misma estructura de narración dentro de una narración y dibuja un personaje tan antipático como Matrac. Supongo, de todas formas, que los tiempos no estaban para sutilezas, y que a un personaje como Matrac se le podía convertir en héroe. Por supuesto, pero eso ya forma parte de las convenciones cinematográficas, hay una a veces ridícula mezcla idiomática, ya que todos los personajes principales se supone que son franceses (aunque hay variedad en la nacionalidad de los actores), pero hablan en inglés, aunque en ocasiones hay algún personaje que habla en francés o en inglés con acento francés (en el colmo de lo absurdo). Igualmente, por mucho que el periódico de Matrac se llame “La Verité Française”, los artículos están escritos en la lengua de Bogie.
Con tanta mescolanza y confusión no me sorprende que la película tuviera poco éxito en taquilla. En todo caso, aunque me parece uno de los films menos atractivos de la filmografía de Bogart posterior a High Sierra, hay que destacar la magnífica labor de Curtiz para sacar partido de una estructura de guion tan problemática y de una mezcla de transparencias, maquetas (alguna bastante cantona) y decorados. Ayuda, por supuesto, que tras la cámara estuviera James Wong Howe y la música fuera de Max Steiner. Hay también un momento para el tema musical (como pasaba con “As Time Goes By” en Casablanca, aunque esta vez con mucho menos éxito), en esta ocasión “Someday I’ll Meet You Again”, interpretado por Corinna Mura, la cantante y guitarrista texana a la que ya conocimos en el Café de Rick. Dejo una bella interpretación del tema parte de The Ink Spots (a ver qué nos cuenta de ellos tomaszapa).
Y, atención, porque en la próxima entrega saltarán chispas por culpa de un silbido… que marcó un antes y un después en la vida de Humphrey Bogart.