Extraños en el paraíso (Stranger Than Paradise) (1984)
Como si de continuar las aventuras del Allie de
Permanent Vacation se tratara, el siguiente proyecto de Jarmusch,
Stranger Than Paradise, nos cuenta otro periplo pero en dirección contraria: ahora es una chica húngara, Eva (Eszter Balint, húngara ella misma), la que llega a Nueva York procedente de Budapest. Ya al final del film anterior, Allie se cruzaba en el puerto con un parisino (París era el destino de Allie) que acababa de llegar a Nueva York. Así se repite algo habitual en el cine de Jarmusch: sus personajes parece que no tienen un espacio propio, fijo, estable, parece que van permanentemente a la búsqueda de su lugar en el mundo.
Jarmusch recurre de manera todavía más marcada a la estructura episódica que detectábamos en el film anterior.
Stranger Than Paradise se divide en tres partes: “The New World”, donde se nos cuenta la llegada de Eva a Nueva York y su estancia durante unos días en el piso de su primo Bela, también originario de Hungria aunque ahora se llama Willie y solo habla en inglés (John Lurie, autor también de la banda sonora), antes de viajar a Cleveland donde vivirá con su tía Lotte; “One Year Later”, en que Willie y su amigo Eddie (Richard Edson) deciden ir a visitar a Eva en Cleveland; y “Paradise”, que nos muestra el viaje “turístico” de Willie, Eddie y Eva hasta Florida, en busca del buen tiempo (como aquellos míticos Dustin Hoffman y Jon Voight de
Midnight Cowboy), algo que los llevará a decir una vez allí cuando se ponen sus gafas de sol que ahora sí son “auténticos turistas”. Esa estructura en tres partes se subdivide en 67 planos secuencia, separados entre sí por unos planos en negro sobre los cuales se superpone a menudo elementos de la banda sonora, música o sonidos diversos.
Aquí abro un paréntesis para comentar algo sorprendente del libro de Rodríguez y Tejeda que he citado ya un par de veces. Sobre esta estructura en planos secuencias dicen los autores, y más de una vez, que “están divididos por fundidos en negro”… ¡Falso! En toda la película no hay ni un solo fundido en negro, sino que lo que los separa es simplemente un breve plano en negro, que no es lo mismo. Pero aún hay más: a continuación indican que en esos planos, en general estáticos o con pequeños movimientos de cámara para encuadrar a los personajes o seguir sus movimientos dentro del plano mediante ligeras panorámicas, nunca hay “un desplazamiento en travelling”… ¡Falso también! Uno se pregunta, ¿pero qué película han visto? Precisamente el plano número 4, que es uno de los más característicos del film, nos muestra mediante un travelling lateral (parecido a los de Nueva Orleans de
Down by Law) a Eva caminado por unas calles de Nueva York un tanto destartaladas (recuerdan las de
Permanent Vacation) al ritmo del “I put a spell on you” de Screamin’ Jay Hawkins… ¡Pero si es de esos planos que no se olvidan! Además, entiendo que también se pueden considerar travellings los planos rodados dentro del coche en movimiento, y de esos hay unos cuantos. Después de dos errores de este calibre, mi consideración del libro (por otra parte escrito de forma bastante pedante, “Dirigido por style”) se resiente inevitablemente, hasta el punto de no recomendar su compra (en mi caso, como hago desde hace años, lo he obtenido de la biblioteca).
La sinopsis de la película (con guion de Jarmusch) queda resumida en lo comentado anteriormente. Poca cosa más pasa: muchos silencios, conversaciones triviales, prosaicas, de personajes que no parecen en este caso (a diferencia de Allie) ni demasiado inteligentes, ni agudos, ni críticos, ni sentenciosos, más bien son tipos desarraigados (en especial Eva, que recordemos que acaba de llegar de un país comunista, de detrás del “Telón de Acero”), con tendencia a la pereza: ni Willie ni Eddie dan un palo al agua, gandulean, apuestan a los caballos, juegan a cartas, hace trampas y parecen no haber trabajado en su vida (en un momento dado, comentan que no se imaginan lo que debe ser trabajar en una fábrica). En “The New World”, Jarmusch condensa lo que quizá es su visión del “American Way of Life”: Willie se alimenta a base de
TV dinners; Eva y Willie miran mucho la tele: fútbol americano, cartoons, películas (se oye algún fragmento de
Planeta prohibido); Eva lee comics; Willie hace un solitario, etc. Aburrimiento, adocenamiento, total falta de motivación o de iniciativa. Para acabarlo de arreglar, en esas calles costrosas, en una persiana hay un “Yankies go home” significativo.
En el segundo segmento, la grisura de ese Nueva York se oscurece más todavía en el paisaje industrial de Cleveland, nevado y tempestuosos. Eva ha acabado como camarera de un bar de
hot dogs, y parece que tiene como distracción ir al cine con un amigo (a ver películas de kung fu).
Instalados en casa de una gruñona tía Lotte, que casi solo habla en húngaro, se dedican a matar el tiempo viendo la tele o jugando a las cartas. Pasean por un Cleveland sepultado por la nieve y comentan: “todos los lugares parecen el mismo”.
Como última esperanza de hacer realidad el sueño americano, deciden ir a Florida, en busca del sol y del mar. Pero el paisaje que van a encontrar es más bien desolador: bajo un cielo grisáceo, se alojan en la incómoda habitación de un motel, y pronto pierden casi todo su dinero en una apuesta a los galgos.
Aquí Jarmusch da un giro imprevisto a la historia, introduciendo un elemento sorpresa, azaroso (que me recuerda a Rohmer), lo que acabará provocando la dispersión de los tres personajes, en un final enigmático completamente anticlimático (y aquí he de decir que me acordé de Antonioni y películas como
La aventura o
El eclipse). Esa sorprendente resolución final (que no destriparé) nos muestra el sentido de humor jarmuschiano, muy particular y un punto absurdo. Supongo que la clave de aceptar o no su cine puede estar en conectar o no con esa mirada irónica sobre el destino de sus criaturas. A mí, personalmente, me gusta, y creo que
Stranger Than Paradise es una de sus películas más redondas, la quintaesencia de su cine.
A diferencia de
Permanent Vacation, en esta ocasión la fotografía (firmada también por Tom DiCillo, cineasta con una carrera propia como director, de quien he visto
Living in Oblivion y su documental sobre
The Doors. When You’re Strange) es en blanco y negro, una fotografía con mucho grano, un poco quemada, muy ajustada a lo que se nos cuenta, bella en su rudeza. La banda sonora de Lurie, además de repetir como un
leit motiv la canción de Hawkins, tiene un cierto aire a música clásica contemporánea (en esto estoy con Rodríguez y Tejeda: a mí también me recuerda a Bartók).
Un detalle sobre los tres actores principales: todos ellos son músicos. Además de
John Lurie,
Richard Edson fue, por ejemplo, batería de Sonic Youth, aunque luego ha mantenido una larga carrera como secundario en el cine. Por su parte,
Eszter Balint se dedica fundamentalmente a la música.
Acabo con un comentario sobre la edición en DVD de la FNAC: la calidad de imagen deja bastante que desear, tanto por falta de nitidez como por unas molestas pixelaciones que se repiten varias veces a lo largo del metraje. Como contrapartida, incluye un interesante y primitivo
making of, rodado en Super 8 por Tom Jarmusch, hermano de Jim, que nos muestra los pobres medios con que afrontaron el rodaje en Cleveland, casi como si de “cine de guerrilla” se tratara. Parece más un rodaje hecho por un grupo de amigos que un film profesional… y con todo el resultado me parece estupendo. Añado que el primer segmento, “The New World” se rodó antes como cortometraje, y luego se le añadieron las otras dos partes para convertirlo en un largometraje, contando con coproducción alemana (y con la ayuda de Wenders y de otra gente del mundo del cine). Esta práctica de acabar convirtiendo un corto en un largo nos la volveremos a encontrar en
Coffee and Cigarettes.