Para mí, funciona muy bien toda la parte inicial de Hook, justo hasta que Peter entra en Nunca jamás. ¡Y debería ser al revés! La parte aburrida y de papeleta de compromiso debería ser ese primer segmento en el mundo "real" donde vemos al Peter adulto, y la maravilla debía inundar la pantalla cuando llegan al mundo de la fantasía. Algo así como ocurre en "El mago de Oz".
Pero al final, me acaba gustando más la primera parte, donde considero que Spielberg sí consigue teñir el pastel con unas gotas de interés, aunque quizá sea mérito de Maggie Smith y de la banda sonora, en gran parte. Y luego lo tira todo por la borda.
Tampoco me gusta Robin Williams, que no llega a captar los matices del personaje, está demasiado complaciente con el espectáculo, más se asemeja a los típicos papeles "arquetipo Scrooge" de gruñón amargado que debe redescubrir la vida, que a un Peter Pan adulto.
Yo soy, fui, en fin, el público objetivo que se le supone a esta película. Tenía 11 años cuando se estrenó. La vi cuando salió en vídeo, dos o tres veces. Tanto a mi como a mis hermanos, nos hacían muchísima más gracia las tonterías de Hook y su secuaz Smee, que las de Peter con los mocosos perdidos, escenas en las que a veces llegamos a meterle el "Flash foward" al vídeo por pura vergüenza ajena. Desde aquellos días, solo la he visto una vez, cuando la compré en DVD. Sigo pensando que hay en su interior mimbres de una historia de las que Spielberg sabía contar, pero lastradas por un espíritu de espectáculo sin fondo alguno.
Por cierto que, a pesar de no ser de los títulos que aprecio, aún conservo, 30 años después, un cartel gigante de cartón duro, que me regalaron en el videoclub que había detrás de mi casa, promoción del estreno de esta película en vídeo