La trama está directamente basada en la conjura de Catilina, pero en lugar de estar situada en la Roma del año 63 a.C, transcurre en una Nueva York derruida en el contexto de un futuro, podríamos decir, distópico.
Los personajes y su acciones reflejan, con alegorías, simetrías y demás, lo que sucedió en la vida real en ese contexto histórico (aunque hay cambios, por supuesto).
Y me callo ya. Ya digo, apasionante es poco.