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El control sobre los combustibles ecológicos.
¿Es el presidente Bush un ecologista convencido o pretende engañar a los norteamericanos? Esta es una de las preguntas clave a las que intenta responder el revelador documental «Who Killed the Electric Car?» (¿Quién mató al coche eléctrico?), que ha causado un gran revuelo en los EEUU.
El estreno norteamericano del documental de Chris Paine, ha reforzado el debate sobre los combustibles ecológicos para la automoción, justo ahora que la administración Bush parece defender los coches de hidrógeno y los híbridos, que utilizan electricidad y derivados del petróleo de forma combinada.
La oposición política se ha apresurado a declarar que se trata de una cortina de humo, de una campaña falsamente -verde» para despistar a la opinión pública de cuestiones tan graves como las nuevas extracciones petrolíferas en territorios protegidos de Alaska. La defensa oficial del uso del hidrógeno como carburante esconde una trampa, según las investigaciones de Paine, porque lo que Bush va a impulsar en realidad es el método de obtención del hidrógeno a partir de hidrocarburos, lo que prolongaría en el futuro la dependencia del petróleo. Del mismo modo que Michael Moore trabajó en "Fahrenheit 9/11" sobre las conexiones entre la industria armamentística y la familia Bush, en "Who Killed the Electric Car?" se nace lo propio con respecto a la industria del petróleo y todas sus ramificaciones.
El esquema narrativo que Chris Paine propone en su película es muy original, al trasladar al género documental la típica intriga de suspense criminal creada por Agatha Christie en "Asesinato en el Orient Express". De este modo, a la pregunta propuesta en el titulo contesta diciendo que los asesinos fueron todos a una, señalándolos uno por uno con nombres y apellidos.
El principal instigador fue en efecto un George Bush llevado por sus intereses familiares dentro del sector, pero luego estaban los fabricantes de carburantes y las compañías automovilísticas que presionaron a la administración para acabar con el coche eléctrico. Tampoco se salva de pasar por el banquillo de los acusados la propia marca que desarrolló el modelo experimental inicialmente destinado a convertirse en el nuevo coche del pueblo.
El EV-1 no interesaba a nadie. La General Motors empezó a fabricar el coche eléctrico EV-1 en el año 1996, lanzando más de mil unidades al mercado. El proyecto era una consecuencia directa de
una normativa legislada en 1990 bajo el nombre de Emisión Cero, con la que se pretendía ir reduciendo progresivamente el uso de combustibles contaminantes en los automóviles de serie. El ambicioso plan preveía que, para 1998, el dos por ciento de los coches fabricados serían «limpios-, capaces de no echar al aire ni una sola partícula de monóxido de carbono. Cinco años después, para el 2003, el total de vehículos no contaminantes debería quedar elevado a un más que considerable diez por ciento. A la vista está que nada de lo prometido se ha cumplido, así que las falsas expectativas han dado paso a la publicidad del hidrógeno como alternativa definitiva, convirtiéndose los nuevos modelos, sobre todo japoneses, en las estrellas de las ferias internacionales del automóvil.
Pronto se pudo comprobar que el EV-1 no interesaba ni siquiera a la GM .pues al no llevar motor no necesitaba de componentes, con lo que los concesionarios y talleres de la marca quedaban condenados a la desaparición. Por tener su batería recargable una autonomía de 200 kilómetros, también dejaba obsoletas a las gasolineras, que seguirán funcionando en el caso de los híbridos y serán convenientemente readaptadas para el repostaje de hidrógeno. Los usuarios, muchos de ellos verdaderos adictos a la velocidad, tampoco podían quejarse de las prestaciones del EV-1, ya que era capaz de acelerar desde cero en escasos segundos como un modelo deportivo.
En consecuencia, las marcas no podían alegar las habituales quejas de los clientes, quienes de persistir en su rechazo hacia los modelos ecológicos corren el peligro de pasar por unos maníacos de la contaminación.
Las entre vistas por parte de Chris Paine a particulares que adquirieron el EV-1, mediante la modalidad norteamericana de alquiler prolongado por dos años, evidencian que, una vez cumplido el plazo, no tuvieron opción a renovarlo. Lo hicieron desaparecer de las carreteras y así nacieron las asociaciones que intentan recuperar el EV-1, dentro de las cuales figuran famosos como el conservador Mel Gibson, que actúa guiado por un curioso sentido patriótico de defensa del EV-1 frente a la amenaza de los híbridos japoneses. La GM, prefirió apostar en cualquier caso por el gigantesco y militar Hummer, que consume más, y que el gobernador californiano Schwarzenegger carga con hidrógeno ante las cámaras de los fotógrafos.