Ahí entrará en juego la grandeza que aporten los propios intérpretes. Lo digo porque en el original Craig T. Nelson y JoBeth Williams están sencillamente majestuosos a la hora de sufrir como perros, impotentes ante ese aquelarre que amenaza con merendarse la razón de existir de cualquiera, la familia, el último reducto. Probablemente aquel fue uno de esos rodajes en que los actores se vacían hasta tal punto que acaban exhaustos psicológicamente. Agradezco enormemente la presencia de Sam Rockwell, un todoterreno que te vale de lujo tanto para un protagonista como un secundario flipante y tiene ese punto de locura extra que consigue engancharte todavía más, y sí, la niña apunta maneras.
El tráiler me ha gustado, pero no me ha entusiasmado. A ver, ha estado muy comprimido en sucesión de sustos o escenas enfáticas, eso sí, tienen pegada ¿eh?, y he echado en falta -¿cómo diría yo?- más "calma tensa" o "chicha dramática".
El director es el mismo que el de la muy notable película de animación Monster House o la agradable City of Ember, ambas de reminiscencias ochenteras, así que ya está fogueado en la temática de casas con encantamientos, jóvenes protagonistas y aislamientos varios. Infravalorada película de animación a todas luces Monster House.
Y otra cosa, la música. En la del 82 Jerry Goldsmith hizo auténticas virguerías que no están al alcance de cualquiera, la música llegaba a ser un protagonista más de la función, le tomaba el pulso al relato de forma milimétrica sin repetirse. Impregnaba hasta el último recoveco de la casa de un ambiente malsano y vibrante admirablemente. El mejor Jerry y en un terreno en el que se encontraba como pez en el agua.
Épocas diferentes, películas diferentes, propuestas diferentes, músicas diferentes. Pero la elección para el score de Marc Streitenfeld, habitual con Ridley Scott, no me levanta la moral, y más después de los fiascos en el aspecto musical de remakes como Carrie, Desafío Total o Robocop, que palidecieron frente a sus referentes inmediatos. Ojalá dé con la tecla correcta y me tenga que comer mis palabras. Es perfectamente posible. En la vida de los artistas se da ese primer "clic" a partir del cual uno crece exponencialmente en calidad y categoría.