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La mochila de pistas del 11-M
IGNACIO OROVIO - 19/03/2006
Barcelona
Una mochila que no es tal ha sido el epicentro de la política española. Esta mochila - en realidad una bolsa de deporte o viaje, con asas- es el embrión de la 11-M y, en la última semana, el arma arrojadiza del Partido Popular en contra del Gobierno y, en cierto modo, de su propio pasado. El diario El Mundo sugirió a principios de semana que "la mochila" podría ser una prueba falsa introducida en los escenarios del atentado por una mano negra que quería teledirigir a la policía, cuanto antes, hacia un grupo de marroquíes en Lavapiés, Madrid. Con ello se desbarataba - antes de las elecciones del 14 de marzo- la gaseosa tesis de que la masacre era obra de ETA, y los populares veían mermadas sus expectativas de arrasar en los comicios. Pero, efectivamente, unos marroquíes fueron detenidos el 13 de marzo.
La propia denominación del hallazgo - mochila- da una idea de hasta qué punto es la clave de la investigación. No era una mochila. Pero, semanas antes del atentado, ETA había colocado mochilas cargadas de explosivo en trenes con destino a la estación madrileña de Chamartín, que no estallaron ni causaron daños. En la memoria colectiva, el hallazgo de mochilas en los trenes de Atocha remitía directamente a aquel intento de atentado y encajaba mejor en la hipótesis inicial de que los terroristas vascos firmaban aquel esperpento.
La bolsa que no estalló en la estación de El Pozo del Tío Raimundo recorrió varios kilómetros antes de ser detectada y desactivada y de ofrecer las primeras luces. Apareció en medio del caos, entre decenas de objetos desperdigados en las vías. Bajo custodia judicial fue trasladada a la comisaría de Vallecas, donde los objetos sin dueño ocupaban un diámetro de cinco metros, con una altura de dos. De ahí fue al recinto ferial de Ifema, cuartel general para la atención a las familias de las víctimas, y volvió a Vallecas, donde hacia las dos de la madrugada del 12 de marzo fue descubierta y neutralizada. En declaraciones judiciales, los agentes que custodiaron los objetos han asegurado que nadie pudo manipularla.
La célebre bolsa llevaba 10,120 kilogramos de dinamita gelatinosa en la que se habían clavado 640 gramos de tornillería para multiplicar el daño. Llevaba un móvil Mitsubishi Trium T-110 (con su cargador) con la tarjeta Amena con el número 652282963, que, en manos de los especialistas de la Policía
Nacional, era oro puro. Del lateral del móvil salían dos cables conectados a un detonador y, en éste, los datos de fabricación; una pieza española, para minas de ambientes grisuosos. Coordenadas muy precisas para la policía. Más oro.
La bolsa dio en sólo tres o cuatro días datos suficientes para localizar presuntos colaboradores, al menos a dos presuntos autores materiales, para comenzar a entender buena parte de la logística del 11-M y sospechar de que el virus de Al Qaeda muta; el propio móvil, y la manipulación que de él se había hecho, eran idénticos a los del atentado de Bali de octubre del 2002 (202 muertos). Luego se han descubierto en los ordenadores de los terroristas de Madrid croquis de aquellos artefactos obtenidos en internet. Es uno de los argumentos que lleva a la unidad de inteligencia de la Policía a sospechar de que el 11-M pudo no recibir instrucciones ideológicas ni técnicas externas y que se preparó y financió íntegramente en España.
La bolsa, con su almacén de pistas, se sumó aquella noche a la furgoneta Renault localizada a las tres horas del atentado en Alcalá, de donde habían partido los cuatro trenes. En la Renault había - además de cintas con cánticos coránicos- detonadores idénticos a los que contenía la bolsa y restos de explosivo. Solamente una explotación minera en España usaba aquella dinamita y aquellos detonadores. Pero allí se llegó más tarde.
El 652282963 llevó a la tienda de dos indios que explicaron que ese número formaba parte de una partida de 30 números vendida a Jawal Mundo Telecom, un locutorio de Lavapiés regentado por Jamal Zougam; un marroquí conocido por la policía por una antigua y tangencial relación con el líder radical Abu Dadah. Ese número, además, había sido utilizado el 10 de marzo en varios móviles cuya señal había sido captada cerca de Chinchón, al sur de Madrid, y del análisis de sus cruces de llamadas apareció un tal Farid Oulad; sus dos hermanos, Mohamed y Rachid, estuvieron desde ese instante en el punto de mira de la policía. No darían con ellos hasta el 3 de abril.
Ese día se suicidaron en Leganés junto a otros cinco hombres. Uno de los Oulad y el también suicida Abdennabi Kounjaa fueron reconocidos posteriormente por los dos indios como los compradores que, a inicios de marzo, buscaban con gran interés diez Trium T-110. Diez como los de Bali.
El 652282963 dio aún más de sí: del análisis de su tráfico de llamadas se desprende que uno de sus interlocutores fue el ex minero asturiano José Emilio Suárez Trashorras. Se da la circunstancia de que en su ex lugar de trabajo se usaban aquellos detonadores y aquel explosivo. Tirando de su móvil apareció todo el comando del 11-M. La detención de Zougam y sus dos socios, el 13 de marzo, desató la oleada popular en contra del gobierno del PP. Y más cuando el ministro del Interior, Ángel Acebes, insistía pese a todo en mantener la tesis de ETA al menos tan abierta como la islamista, a la espera de que se celebrasen de una vez las elecciones.
Con el arresto de Zougam y sus socios y las inmediatas pesquisas, la policía supo que en dos peluquerías de Lavapiés se habían celebrado reuniones de adoctrinamiento en la yihad y que allí parecen haber confluido los dos grupos que nutren al comando. A partir de todo ello se pudo elaborar - así lo dice un informe policial del 17 de marzo, a sólo cuatro días de las detenciones- una lista de presuntos asistentes. Aparte de Zougam aparece Said Berraj, el Mensajero, otro viejo conocido de la policía del que nada se sabe desde el 8 de marzo y cuyas huellas podrían estar en los coches del comando y en la casa de Chinchón donde se montan las bombas; y aparece, sobre todo, Serhane Ben Abdelmajid, radical con grandes dotes de líder y al parecer emir y fanatizador del grupo. También se inmoló en Leganés.
El líder del PP, Mariano Rajoy, ha sugerido que se anule esta investigación si hay alguna duda de que la mochila (o bolsa) no fue preparada por el comando.