Me alegro que vuelvas a Bergman, Tripley. El rostro, ciertamente, es un film lleno de sugerencias, de una gran riqueza visual y temática: en el desenmascaramiento del "falso mago" está en juego creer o no en lo divino, en una dimensión trascendente. La película está plagada de "trampas", de falsos caminos, que al final, con la "milagrosa" resolución del conflicto en que se encuentra inmersa la compañía de Vogler-Von Sydow (un final estilo deus ex machina), uno no acaba de tener claro hacia dónde apunta Bergman. Probablemente, se queda en esa zona intermedia, de penumbra, entre ciencia y trascendencia, que ya hemos apuntado en otras ocasiones.