"En presencia de un clown (1997), es una película realizada en video para la televisión que, como he dicho más arriba, demuestra palpablemente que si lo que habitualmente vemos en nuestras pequeñas pantallas es inane y falto de interés no lo es por el formato sino porque o bien las cadenas no está interesadas en suministrar calidad o porque en la actualidad no se dan con frecuencia creadores del talento del que nos ocupa o, me temo, porque ambas situaciones confluyen en perjuicio del espectador.
Partiré diciendo que es una obra que me ha parecido magnífica, hacía tiempo que un film no conseguía conmoverme con sus imágenes como en este caso, y me ha reafirmado que Bergman con todos sus excesos y defectos, con toda su retórica y su obsesivo mundo, es uno de los mayores talentos del cine mundial de todos los tiempos.
Me temo que deberéis perdonar que desvele muchas partes de la película pero en una film como éste, cuyo interés consiste en él mismo no en el teórico suspense de la trama, el problema es menor. Por otra parte quería analizar con un poco más cuidado esta obra ya que, a diferencia de las otras anteriormente comentadas de las que todo o casi todo está dicho, en este caso, por su novedad y por la dificultad de su contemplación se puede realizar un estudio sin temor a la repetición, más limpio.
La película comienza con un largo prólogo donde presenta a sus personajes. Este prólogo tiene lugar en la época del cine mudo en una clínica psiquiátrica donde nuestro protagonista, Carl Åkerblom, está siendo tratado debido a su actitud violenta, provocada por una enorme insatisfacción interior, que le ha llevado a agredir a su novia Pauline. Su obsesión es Schubert, su música y su vida, y se pregunta insistentemente sobre la reacción del músico al descubrir que iba a morir al verse infectado por la sífilis. Pone en un gramófono una y otra vez un fragmento de su música y se encuentra en un estado de excitación considerable. El doctor que le atiende, cansado y escéptico no es capaz de sacarle de su mundo, ni de conectar con él, en un paso más del director en mostrar las carencias de la psiquiatría para aliviar los problemas humanos.
Sin embargo, en su estancia del hospital recibe tres visitas, una de un nuevo paciente, Osvald Vogler amable y culto, esposo de una riquísima mujer muda, que le habla de la libertad interior que, encerrada en uno mismo, es imposible de destruir, enfrentada a la libertad aparente, convencional, y que consigue llamar la atención de Carl con una de sus lecturas. Carl le habla de sus proyectos, nada menos que realizar la primera película sonora y ambos se ilusionan con la idea de llevarlo adelante con una obra sobre el final de la vida de Schubert. Posteriormente, una vez que su compañero ha abandonado la clínica, recibe a su novia, muy enamorada de él, a pesar de todo, que quiere ayudarle y que se implica con él en sus proyectos con el fin de que consiga liberarse e su tormento interior.
Pero entre los dos encuentros, en un momento de soledad, despertándole de un sueño y a los acordes de la melodía de Schubert que le obsesiona, tiene un tercer encuentro, un encuentro escalofriante con un personaje que ha reconocido desde su infancia, un clown ambiguo de figura femenino con el que mantiene un enfrentamiento dialéctico y que trata de atraerle sexualmente. La luz ha cambiado, se ha hecho lechosa, a diferencia de en otras películas suyas hay una clara distinción entre las imágenes de la realidad y las de los sueños. La imagen de la muerte se le hace presente pero de una forma alucinada, fantasmagórica.
No obstante este preludio termina con una escena positiva y esperanzadora, cuando Osvald Vogler aparece ahora acompañado de su mujer – sordomuda - ofreciéndole financiación para su proyecto. Ya, en esta parte, se empiezan a analizar las relaciones del arte con la realidad, cuando, por ejemplo, ante la exposición de Carl a su novia del proyecto de film, en el que mezcla los últimos momentos de Schubert con la historia que Osvald leía en su estancia en la clínica, ella reacciona diciéndole que lo que va a exponer en su película no es cierto, que no coincide con la realidad, a lo que Carl responde que eso no tiene importancia, es cine.
Este prólogo está realizado con precisión, no sobra ni falta nada, define a los personajes aunque, por ponerle algún defecto, resulta un tanto explícito en alguno de sus símbolos, no olvidemos que es un producto para televisión.
Pero a partir de aquí, en el centro neurálgico del film, hay un giro en la realización, mucho mas emotiva y cálida. En una elipsis magnifica se nos presenta a los personajes en plena gira de actuaciones con el nuevo sistema de cine sonoro, elemental pero ingenioso. La mujer de Osvald, les ha abandonado en vista de la poca repercusión del invento, y les ha dejado sin dinero, solo el que pueden ir rebañando de sus actuaciones pueblo tras pueblo apenas suficiente para mantenerlos. La industria que, en opinión del director, debe ser sorda y muda, abandona al artista si no hay dinero de por medio.
Han llegado al pueblo natal de Carl, y pretenden dar una representación en una casa desvencijada. Su madrastra, aún relativamente joven, trata de conseguir que abandone el proyecto en una ambigua conversación con Paulina a la que él no asiste. Osvald, está viviendo en su propio mundo esperando que vengan a por él para llevárselo con su esposa y ser internado.
Se han vendido once localidades y empiezan a llegar los espectadores, uno a uno, personalizados por las explicaciones de la anfitriona en el pueblo, buscando en el acontecimiento un avance en la cultura. También acude la hermana de Carl, que ha querido verle. Y empieza el espectáculo. Bergman filma las expresiones arrobadas de los espectadores ante la filmación, están asistiendo a algo importante, se sienten espectadores de algo grande, están fascinados. De pronto, la lamentable y precaria instalación eléctrica comienza a arder, y el operador, trata de apagarlo, la película se interrumpe y el color blanquecino del reflejo de la pantalla en los rostros se torna cálido.
En ese punto el espectáculo pasa de la pantalla a la realidad, los espectadores contemplan los esfuerzos de extinción del fuego como si fuera un espectáculo, no están asustados, es como si las claves simplemente hubieran cambiado, la realidad es también el espectáculo. Tras el incidente y ante la imposibilidad de seguir con la proyección, y el mal tiempo reinante, Osvald propone continuar la representación pero en vivo, utilizando la iluminación de las velas que acaban de encender, teniendo en cuenta que son ellos mismos los actores de la película y que conocen sus papeles. Los espectadores aceptan encantados.
El cine se transforma en teatro pero, aún más , en el paso del primer “acto” al segundo, y como consecuencia de un cambio de escenario, los espectadores pasan a situarse en el lugar ocupado anteriormente por los actores, e incluso una de las espectadoras propone la lectura de un bello texto, lo que, tras el acuerdo de todos, hace emocionada. El público se ha convertido en representación, lo real y lo imaginario se confunden, todo es una representación, todos son actores y público. El mismo Osvald, que desde que su mujer les abandonó parece vivir en un mundo aparte, confunde continuamente su realidad con la representación.
Mientras tanto y fugazmente durante la representación, el clown se deja ver a Carl un par de veces, esta vez sin disociación de ningún tipo, ni de luz ni de color, solo las notas del tema musical. La segunda vez, aterrado, interrumpiendo su papel cae al suelo angustiado, lo que da lugar a uno de los momentos más bellos del film, la hermana acude rápidamente e inclinándose acerca el rostro al de su hermano y le musita palabras de tranquilidad en un precioso plano que me recuerda por su intimidad y calidez el de Anna y Agnes en
Gritos y susurros, cuando Anna acoge a la enferma en su regazo. La emoción aparece de una manera simple y pura, sin retórica. Una vez más el contacto y el calor humano sirven de bálsamo a los terrores internos.
Finaliza la obra, la tempestad de nieve remite y todo el mundo, que ha asistido más que a un espectáculo a un ritual de comunicación, tiene que abandonar el lugar. Osvald a requerimiento de unos alguaciles que venían a recogerle ya lo ha hecho anteriormente. Antes de despedirse pasan uno por uno por delante de Carl y Pauline apuntándoles unas frases de admiración, como los fieles se despiden del celebrante del ritual religioso al concluir el oficio, uno de ellos, que no se pierde ningún acontecimiento cultural –según comentaba la anfitriona a su llegada - les hace un comentario sobre la superioridad del teatro sobre el cine.
Quedan conversando con la hermana que reitera su deseo de que Carl permanezca con ellos, con su familia, lo que es rechazado y aceptado por ella con cariño. Se nota que todo ha terminado, no solo la representación de ese día, sino el sueño. No hay dinero, Paulina y Carl están solos de nuevo. En el breve epílogo ambos están dormidos cuando el clown vuelve a aparecer, la luz blanquecina inunda la pantalla y las notas de Schubert despiertan a Carl que, angustiado, despierta a Pauline, la violencia incontrolada vuelve a aprisionarle, ella, que no puede ver al payaso, espera su agresión aceptando resignada su papel. Finalmente él, desesperado, viendo lo que está a punto de hacer, se retira de ella e intenta quitarse la vida pero ella lo abraza y se tiende sobre él confortándole. Fin
La emoción creada por esta hermosa película es imposible de explicar, si tenéis ocasión de verla no lo dudéis, pues es tan difícil encontrar cine que hable del hombre y de los sentimientos de forma tan apasionada, que no se pueden desperdiciar las ocasiones."