The Salvation Hunters (1925), de Josef von Sternberg
Primer largometraje de Josef von Sternberg, rodado en unas condiciones de producción dignas del cine más independiente: con cuatro cuartos, provenientes en parte de los ahorros del director; con actores poco o nada conocidos, que de entrada no cobraron (se dice que salvo uno, Stuart Holmes, que era un actor veterano); rodando en exteriores (el puerto de San Pedro en Los Angeles y el valle de San Fernando) y, los interiores, en estudios de la Poverty Row. Finalmente, gracias a que el actor principal, el británico George K. Arthur, había conocido a Chaplin en Londres, le hicieron llegar una copia que entusiasmó al genial actor, director y productor, entusiasmo que compartió con sus amigos y compañeros de la United Artits, Douglas Fairbanks y Mary Pickford, algo que se refleja en la siguiente nota que se insertó en la prensa:
Entre los actores, encontramos a la casi debutante Georgia Hale, que impresionó tanto a Chaplin que la convirtió en la actriz principal de
The Golden Rush, rodada justo a continuación del film de Sternberg.
Ciertamente, la película tiene algo especial, que denota una fuerte personalidad tras la cámara (y tras el guion, la producción y el montaje, porque de todo esto se ocupó Sternberg, y seguro que además estuvo encima de la fotografía que firma Edward Gheller). La película, con una duración de 70 minutos (en la edición en DVD del Filmmuseum de Múnich), nos cuenta una historia dramática, muy estilizada, llena de simbolismos y de apuntes poéticos.
De entrada, un rótulo nos indica que lo que pretende filmar la película es “a thougt” (un pensamiento, una idea). Sternberg, como hizo durante toda su carrera, no se anda con chiquitas. Para ello nos sitúa en el puerto de San Pedro, cuyas aguas acogen los desechos, la suciedad, que vierte la sociedad.
Por allí deambula el “boy” (todos los personajes carecen de nombre, lo que les otorga un cierto carácter simbólico), interpretado por Arthur. Se le describe como un fracasado, un joven sin empleo, indeciso y algo cobarde, que se considera a sí mismo situado en un punto medio entre los “chicos del barro” y los “del sol”.
Ese barro (“mud”) es el que constantemente está sacando del fondo del canal del puerto una enorme y monstruosa draga, que opera peligrosamente sobre sus cabezas.
El chico conoce a una chica (“the girl”, Georgia Hale), tan perdida y amargada como él, pero con un carácter más decidido. Para completar la “familia”, se hacen cargo de un niño (“the child”, Bruce Guerin), huérfano, al que rescatan de los malos tratos de un adulto.
Hartos de su vida en el puerto, los tres deciden embarcarse en un bote para dirigirse al centro de la ciudad. Allí, un tipo con aspecto de proxeneta (“the man”, Otto Matieson) les ofrece ayuda… interesada, por supuesto.
Un rótulo nos advierte: “
Man’s worst enemy is a man. A city is full of enemies”. Les proporciona un cuchitril (de la pared del cual pende un costroso rótulo de “God Bless Our Home”)
para que se alojen, con la intención de que la chica acabe aceptando dedicarse al “oficio más viejo del mundo”, como suponemos debe hacer o haber hecho la mujer que parece vivir con él (“the woman”, Nellie Bly Baker). Sternberg se permite el uso de un símbolo, casi diabólico, para caracterizar al personaje del macarra, una nota un tanto exagerada en el conjunto del film.
La búsqueda del chico de un trabajo por las calles de Los Angeles se muestra estéril. Será la chica la que tomará finalmente la decisión de prostituirse, lo que Sternberg nos muestra sin necesidad de rótulos: con una cerilla apagada se pinta los ojos y pide a la vecina un lápiz de labios. Pero en el momento decisivo, cuando ya ha llevado un hombre a la habitación (“the gentleman”, Stuart Holmes, el que quiso cobrar por adelantado), se echa para atrás, sacando solo una limosna del caballero, aunque se resiste a aceptarla, al igual que el chico, siendo el niño el que la recoge y con la que compra comida.
El proxeneta decide sacar a los tres al campo para intentar convencer a la chica en un ambiente más propicio, menos sórdido. Pasan una jornada campestre que, no obstante, acabará a tortazos entre el hombre y el chico. Este, por primera vez, se ha arriesgado y ha asumido su responsabilidad. La pelea se produce junto a un cartel publicitario que dice:
Quizá sí. Los tres, unidos (esos “salvation hunters” del título), se ponen en marcha, abandonando al macarra. Un vibrante travelling frontal los acompaña,
para después cerrarse la película con un bello plano de cara al sol poniente, hacia el que se pierden las tres figuras, de espaldas, y un rótulo nos indica “away from mud – towards the sun”.
Final poético, bellísimo, digno del mejor Chaplin. Sternberg se muestra como un director con un potencial espléndido a pesar de las limitaciones de producción, capaz de combinar en el film aspectos de clara filiación chaplinesca con otros que remiten sin duda a la sordidez de Von Stroheim. Un debut espléndido, aunque visto hoy en día nos puede parecer algo moroso y, en algunos momentos, demasiado esquemático.
Sirva este comentario como modesto apéndice a las magníficas contribuciones de Alcaudón analizando la obra silente de Sternberg (del que, por cierto, nos quedamos pendiente de seguir con
Der blaue Engel y el ciclo hollywodiense con Marlene Dietrich

).