Breves apuntes sobre seis películas vistas este larguísimo puente inmaculadamente constitucional, todas ellas tirando a regulares o, directamente, malas.
The Crazies, del recientemente desaparecido George A.Romero. Se trata de una especie de nueva versión de
La noche de los muertos vivientes, pero substituyendo los zombis por una población enloquecida a causa de un virus; el blanco y negro por el color; y haciendo más explícita la metáfora sobre el contexto sociopolítico: aquí directamente se trata de una intervención militar para aislar y eliminar si hace falta a los infectados, y el intento de huir de un grupo de ciudadanos. Romero se muestra más torpe que en su debut, en un film claramente de serie B, francamente prescindible.
El hombre de las sombras, de Pascal Laugier. Extraño film, entre el cine de terror y el de misterio. En un pueblo sacudido por la crisis que ha obligado a cerrar las minas, comienzan a desaparecer los niños. La población atribuye el hecho a un ser legendario, el “Tall Man” del título original. Una enfermera (una notable Jessica Biel, quizá lo mejor de la función) trata de proteger a los infantes, a menudo víctimas de la miseria y violencia de sus familias desestructuradas. Pero nada acaba siendo lo que parece, en un giro de guion bastante sorprendente. Irregular pero con más interés de lo que parece, aunque la dirección no vaya mucho más allá de un cierto estilo de telefilm de sobremesa.
Pompeya, de Paul W.S.Anderson. De entrada, la película no tiene nada que ver con la célebre novela de Lytton, llevada varias veces a la pantalla (grande o pequeña). Estamos más bien en el terreno de la recuperación de un cierto péplum moderno, en la línea de la serie
Espartaco, pero sin el componente sexual de esta (este film es de un casto que tira de espaldas). Un esclavo celta, Kit Harington (inexpresivo y sosísimo), se convierte en un victorioso gladiador. Lo trasladan de Londres a la arena de Pompeya, y allí conoce a la hija de un noble (Emily Browning), surgiendo el amor (cómo o por qué, no se sabe). Un par de actores veteranos, Kiefer Sutherland y Jared Harris, aportan algo de consistencia a un relato tópico y previsible que, como es de rigor, termina con la erupción devastadora del Vesubio. Con todo, tiene una cierta ligereza que permite verla sin esfuerzo, aunque con poco interés, salvo para amantes de las CGI, usadas
ad nauseam.
Pagafantas, de Borja Cobeaga. Comedia ligerísima, aunque con un cierto regusto amargo. Chema, un chico sin mucho éxito con las chicas (Gorka Otxoa), conoce a una muchacha argentina (Sabrina Garciarena), sin papeles y dada a meterse en líos. Chema será un
pagafantas, el típico chico que mantiene una fidelidad perruna a una chica por amor pero que no obtendrá de ella más que
koalas (abrazos inofensivos y castos), que le haga la
cobra (rechazo de los besos en la boca) o como mucho le permita ser un
lémur (dormir juntos, pero sin contacto). La película tiene su gracia, sobre todo porque es fácil reconocer comportamientos y situaciones en las que, quien más, quien menos, todo el mundo se ha encontrado alguna vez en su vida. La película se beneficia de un buen plantel de actores secundarios: Julián López, Óscar Ladoire, Kiti Mánver, María Asquerino.
La punta del iceberg, de David Cánovas. Film encuadrable en un cierto subgénero dentro del cine español centrado en el mundo de la empresa, de las relaciones laborales, como por ejemplo
Smoking Room,
A puerta fría,
El método o
Casual Day. En esta ocasión, una ejecutiva agresiva, Sofía (Maribel Verdú), ha de investigar el porqué de tres suicidios ocurridos en poco tiempo en una sucursal de la empresa regida con mano de hierro por Fresno (un muy convincente Fernando Cayo). La radiografía que se hace de ese mundo competitivo, sin horarios, de explotación intensiva, y de víctimas del estrés y del
mobbing, es sumamente interesante, aunque la película acabe con un final un tanto convencional. También aparece Carmelo Gómez en un papel secundario.
El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares, de Tim Burton.
He dejado para el final el film más decepcionante de los seis, especialmente porque Burton hubo una época en que parecía ser un valor seguro, con una concepción fantasiosa y brillante visualmente hablando. Este film, lamentablemente, confirma su decadencia: falta total de ritmo, situaciones reiteradas sin gracia, interpretaciones inexpresivas (en particular, del protagonista Asa Butterfield), y una acumulación de imágenes abigarradas y barrocas que cansan más que otra cosa. Salvan puntualmente la función los veteranos Samuel L. Jackson (pero con un estilo pasado de vueltas que contrasta con el resto, parece escapado de otro film), Judi Dench y Rupert Everett. ¿Volverá Burton a realizar alguna vez un film medianamente interesante?