En paralelo, en esa misma época se popularizó un subgénero consistente en introducir un personaje turbio que perturba la normalidad del o de la protagonista, que suele ser alguien asociable de una manera u otra al mundillo de los yuppies, como si esa presencia desestabilizadora fuera el reverso oscuro (la penitencia, quizá) de esa sociedad agresiva, hipercompetitiva, perfectamente reflejada en el eslogan publicitario de la época: "lobos con piel de corderos".
El comentario viene a cuento del visionado de
Malas influencias, de Curtis Hanson, thriller psicológico en que un misterioso Rob Lowe se introduce en la vida de un yuppy de manual, que encarna James Spader (actor que parece nacido para papeles como este). El film comienza bastante bien para ir decayendo hasta un final lamentable, algo muy habitual en el subgénero. Hay ejemplos más lucidos que se mueven en un terreno que flirtea con la comedia, como
Algo salvaje, de Demme, o
After Hours, de Scorsese, y otros más canónicos, como la archifamosa
Atracción fatal, de Adrian Lyne, o
Falsa seducción, de John Dahl, o, cómo no, el exitoso título de Hanson
La mano que mece la cuna. Años después, Mary Harron reinterpretó la época en la excelente
American Psycho, basada en la novela de Bret Easton Ellis. A la vista de la era Trump, me temo que Patrick Bateman puede volver a las andadas en cualquier momento.