ANGEL AND THE BADMAN (1947)
Director: James Edward Grant (y John Wayne).
Producción: Patnel Productions, Inc. (A John Wayne production).
Distribución: Republic Pictures Corp.
Productor: John Wayne.
Guión: James Edward Grant.
Diseño de producción: Ernst Fegté.
Fotografía: Archie J. Stout.
Música: Richard Hageman.
Reparto: John Wayne (Quirt Evans), Gail Russell (Penelope Worth), Harry Carey (Marshal Wistful McClintock), Bruce Cabot (Laredo Stevens), Irene Rich (La señora Worth), Lee Dixon (Randy McCall), Stephen Grant (Johnny Worth), Tom Powers (El doctor Mangrum), Paul Hurst (Frederick Carson), Olin Howlin (Bradley), John Halloran (Thomas Worth).
Duración: 100 minutos.
Rodaje: abril/junio de 1946.
Estreno: 15 de febrero de 1947.
Esta breve reseña (por motivos de salud la estoy elaborando a trozos - o sea, en varios días -) es, a la vez, un triple homenaje.
Primero, a una delicada y bellísima actriz (“Nadie era tan guapa como ella, ni siquiera Elizabeth Taylor”) de trágica trayectoria vital (y por ello breve filmografía – 25 películas (de 1943 a 1961) -) llamada
Gail Russell (1924-1961).
Segundo, a un actor al que sólo en el ocaso de sus días se le reconoció su valía con la concesión de un Oscar pero que fue sin duda uno de los mayores astros de la pantalla, un hombre “feo, fuerte y formal” llamado Marion Mitchell Morrison, más conocido como “Duke” o
John Wayne (1907-1979).
Y tercero, a un compañía considerada como la más pequeña de las grandes (o la más grande de las pequeñas) llamada
Republic Pictures Corp. (1935-1959) dirigida por un botarate llamado Herbert J. Yates pero que desde mediados de los años ‘40 intentó codearse con los primeras y contrató a golpe de talonario a alguno de los mayores realizadores de la época como Frank Borzage, Orson Welles, Lewis Milestone, Fritz Lang, Nicholas Ray (JOHNNY GUITAR (1954)) o el mismísimo John Ford (que elaboraría allí tres de sus mejores películas – RÍO GRANDE (1950), EL HOMBRE TRANQUILO (1952) y THE SUN SHINES BRIGHT (1953) -).
John Wayne llegó a trabajar en 33 películas para la Republic de Yates (a las que podríamos añadir las 16 inmediatamente anteriores para la Monogram dado que dicha compañía sería absorbida por la citada en 1935) y la hoy comentada sería su primera película como productor, lo que vendría a ser un reflejo del estatus conseguido por el actor dentro de la productora.
- La primera de las 33 películas que Wayne rodó para la Republic (1935-1952) -
Aunque ya en 1939 Wayne había intervenido en la mítica LA DILIGENCIA de John Ford todavía tuvo que penar varios años en la Republic en aquellos westerns de serie B que le habían llevado a la fama (aunque también colaboró en obras de más calidad como MANDO SINIESTRO (1940) – la película más cara (y taquillera) de la compañía hasta la fecha – dirigida por el mismísimo Raoul Walsh).
No obstante también tendría oportunidad en cintas fuera de la influencia de Yates (su contrato no era en exclusiva) como HOMBRE INTRÉPIDOS (1940) de John Ford, THE SHEPHERD OF THE HILLS (1941) de Henry Hathaway – su primera película en
Technicolor – o PIRATAS DEL MAR CARIBE (1942) de Cecil B. DeMille (igualmente en un rutilante
Technicolor).
A raíz del éxito de esta última su agente negoció la revisión de su contrato lo que supondría al actor la bonita cantidad de 100.000 dólares al año y el poder seguir trabajando con otras compañías (LA PATRULLA DEL CORONEL JACKSON (1945) de Edward Dmytryk, THEY WERE EXPENDABLE (1945) de John Ford).
Pero una de las ambiciones de Wayne era convertirse en su propio productor. Algo que conseguiría en 1946 con la elaboración de la película que hoy comentaremos.
Para ello primero contrató al periodista/guionista James Edward Grant (1905-1966) que se convertiría con los años en el favorito del actor/director/productor aunque para ello pondría una condición: que él mismo se encargaría de la dirección (únicamente volvería a ser acreditado en tal faceta en otra producción de Wayne, RING OF FEAR (1954) pero que contaría con la ayuda – anónima – de William A. Wellman (un director muy querido por el astro) dado lo caótico del rodaje).
Un John Wayne que se rodeó (como solía hacer su mentor y maestro John Ford) de un equipo de fieles colaboradores (el gran Yakima Canutt como director de la segunda unidad; el excelente operador Archie Stout (con el que Wayne ya había trabajado en su primer western para la Republic - WESTWARD HO (1935) – y que rápidamente Ford adoptaría para su magistral FORT APACHE (1948); el músico Richard Hageman (otro colaborador fundamental dentro de la obra fordiana – recordemos sus aportaciones a las dos primeras entregas de “la trilogía de la caballería” - FORT APACHE y LA LEGIÓN INVENCIBLE (1949) -) y los actores Harry Carey (el “hombre del Oeste” de los primeros westerns mudos de irlandés (de corazón, no de nacimiento)) y Bruce Cabot.
Y dado que el actor no encontraba dentro de la Republic ninguna actriz de su gusto pagó la desorbitante cifra de 125.000 dólares por la cesión por la Paramount de la jovencísima (sólo 21 años) Gail Russell (ella, curiosamente, sólo recibiría 125 dólares a la semana).
Y esa decisión, un tanto arbitraria dada la escasa trayectoria fílmica de la actriz (sus títulos más importantes habían sido dos colaboraciones con el director Irvin Allen, LOS INTRUSOS (1944) y MISTERIO EN LA NOCHE (1945) – con guión del mismísimo Raymond Chandler - ) y sus graves problemas con el alcohol (debido a su inseguridad y al abuso que – pese a su juventud – había sufrido por parte de actores/directores/productores) fue uno de los mayores aciertos en la carrera de la estrella.
Porque, señoras y señores, la química que se produce entre las dos estrellas trasciende de la gran pantalla y se instala dentro de nuestros corazones. Pocas veces (tal vez en sus colaboraciones con la temperamental pelirroja Maureen O’Hara) Wayne ha encontrado una figura femenina a su altura y lo que es más difícil en un registro completamente diferente al suyo.
[Gail se sintió inmediatamente atraída por el fortachón de Wayne porque fue el primer hombre que no le exigió nada a cambio de sus servicios e igualmente John encontraría en esta jovencísima actriz alguien a quien mimar y proteger. Aunque siempre se rumoreó que entre ellos hubo "algo más" lo cierto es que ambos siempre negarían tal hecho. Y Gail siempre recordaría con afecto sus colaboraciones con Wayne como las únicas dignas de su carrera].
Una historia sencilla (que no simple) que es más una comedia romántica que un western sui géneris y que quizás por ello atrajo la atención de Wayne.
El (sobrevenido) forajido Quirt Evans (John Wayne) es herido durante un tiroteo y acogido por una familia de cuáqueros (enseguida seguro que se nos vienen a la memoria imágenes de LA GRAN PRUEBA (1956) de Wylliam Wyler o ÚNICO TESTIGO (1985) de Peter Weir) – aunque en mi modesta opinión las supera a ambas -) formada por el padre (John Halloran), la madre (Irene Rich – la esposa del sargento mayor encarnado por el gran Ward Bond en… FORT APACHE -), la hija mayor, Penelope “Penny” (Gail Russell – de una belleza cautivadora y deslumbrante -) y su hijo pequeño (Stephen Grant).
La conversión del pistolero Quirt en un hombre de paz gracias al amor de una mujer pura e inocente (una película que podría haber firmado el gran Frank Borzage – que ya dijimos al principio que colaboró con el estudio en una de sus mejores obras, MOONRISE (1948), con… Gail Russell) cobra más importancia que su venganza por la muerte de la persona que le acogió cuando sus padres fueron muertos por los indios personificada en la figura del cacique Laredo Stevens (el habitual Bruce Cabot).
Y además y al contrario de que era lo habitual, es la mujer la que toma la iniciativa en la incipiente relación quizás por su bondad innata dada la religión a la que pertenece donde todos las personas son "amigos".
Y es que es mucho más hermosa la historia de amor que rápidamente se gesta entre “Penny” y Quirt (en este sentido la aportación más importante - y decisiva - serían los excelentes diálogos creados por Grant para ambos, más que su -discreta - labor detrás de las cámaras) que la citada historia de venganza y que además será resuelta de forma un tanto anticlimática dado que no es Quirt sino el marshal encarnado por el fordiano Harry Carey quien acabará con el villano.
Un western muy distinto a los habituales que solía encarnar el astro y que demuestra la gran calidad como actor que estaba empezando a adquirir y que rápidamente encaminaría su carrera a su punto culminante primero con su intervención en la mítica RÍO ROJO (1948) de Howard Hawks y luego (aunque se estrenó antes) en la igualmente maravillosa FORT APACHE (1948) de John Ford (“No sabía que es h… de p… supiese actuar”)… hasta el infinito y más allá…
Y una Gail Russell que impregna su dulzura personal y su melancólica mirada al personaje de la cuáquera que gracias a su amor hará cambiar la vida de violencia de su amado y que volvería a ser requerida por Wayne como partenaire en una hermosa (y poco recordada) película de aventuras, LA VENGANZA DEL BERGANTÍN (1949) de Edward Ludwig.
Y como no hay dos sin tres, de nuevo y con una Gail Russell ya notablemente deteriorada (pero todavía conservando restos de su extraordinaria belleza) y únicamente en labores de producción, en la extraordinaria SEVEN MEN FROM NOW (1956) de Budd Boetticher y con el otro westerner por excelencia, Randolph Scott.
Por cierto, si alguno (como yo) sois los afortunados poseedores de la excelente edición en DVD que la Paramount sacó de esta película (2007) podréis disfrutar entre los numerosos y jugosos extras de una estupendo documental sobre la figura de la actriz Gail Russell (“La John Wayne Stock Company: Gail Russell”).
Feliz tarde y espero recuperarme pronto de mis problemas de salud.
