Vista
La seducción (The Beguiled, 2017), de Sofia Coppola, y revisada
El seductor (The Beguiled, 1971), de Donald Siegel. Avanzo que no he leído la novela de Thomas Cullinan, de 1966, de la cual ambas son adaptaciones. Respecto a los títulos en castellano, yo más bien creo que el original debería traducirse por “las seducidas”, aunque en inglés esos participios substantivados no distinguen ni el género ni el número (o sea que, si no me equivoco, también podría traducirse como “el seducido”, manteniendo una interesante ambigüedad).
Coppola ha declarado que no se trata de un
remake del film de Siegel sino de una nueva adaptación. Aunque es obvio que se construye un nuevo guion (firmado por la directora) a partir del mismo texto literario, a mí sí me parece bastante un
remake, porque se reproducen muchos aspectos visuales y de ambientación del film de Siegel, aunque notablemente aligerado (93 minutos frente a 105) y suavizados.
Empiezo por decir que el film de Coppola me parece una buena película… pero con un gran hándicap: el film de Siegel es excelente, y eso pesa inevitablemente a la hora de juzgarlo. Coppola elimina muchos aspectos del original: suprime totalmente el personaje de la criada negra (una decisión polémica y, a modo de ver, desacertada, porque Hallie es una pieza fundamental en el relato) y las relaciones incestuosas de la directora de la escuela con su hermano (vistas en
flashbacks); suaviza la relación entre el soldado y la pequeña Amy (ese largo beso que evita que Amy hable mientras pasa una patrulla sureña); también el descaro del personaje de Carol (mucho más provocativa en la de Siegel); limita las referencias al contexto bélico y al peligro de los soldados (no muestra como los prisioneros yanquis prefieren arriesgarse a morir en la huida antes de hacerlo en la prisión; o la actitud peligrosa de los soldados sureños que visitan la casa, en una secuencia de gran tensión).
Parece como si Coppola hubiera preferido quedarse en la ilustración de un pequeño cuento cruel, un tanto atemporal, filmado de un modo bastante esteticista (aunque también el film de Siegel juega a fondo la carta estética, con una excelente fotografía de Bruce Surtees, a quien citaba Alcaudón el otro día hablando de la eastwoodiana
El fuera de la ley), abandonando en cambio los aspectos más críticos. En cambio, Siegel (que además de dirigirlo, produjo el film) se implica a fondo con la lectura más acerada que se podía hacer en ese contexto histórico: una clara denuncia del esclavismo (Hallie dice que los yanquis no luchan por defender a los negros… algo que la historia ha dejado bien claro) y de la discriminación racial y económica de la población afroamericana; un alegato contra la guerra (¡en pleno conflicto bélico en Vietman!), ya desde el mismo inicio, cuando junto a unas fotos sepia de la guerra de Secesión oímos una canción tradicional antibélica (“Dove she is a pretty bird”) en la voz del propio Clint Eastwood. Para muestra, un par de estrofas:
Come all you young fellows take warning by me
Don't go for a soldier, don't join no army
For the dove she will leave you, the raven will come
And death will come marching at the beat of a drum
Come all you pretty fair maids, come walk in the sun
And don't let your young man ever carry a gun
For the dove, it will scare her, and she'll fly away
And then there'll be weeping by night and by day
Coppola imprime una dirección artística, en el vestuario, en las imágenes feéricas de los alrededores de la residencia, más idealizada,
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frente a un estilo más descarnado de Siegel (las chicas visten vestidos más bastos; trabajan la tierra; son más racistas y clasistas).
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Mención aparte merecen las interpretaciones. Aunque el nivel del reparto del film de Coppola es muy alto (Kidman, Dunst, Fanning, Farrell), lo cierto es que personaje por personaje me gustan más las de Siegel, empezando por una Geraldine Page inmensa, y siguiendo por Eastwood, una adecuadísima Elizabeth Hartman, una seductora Jo Ann Harris (que al parecer tuvo un afer con Clint) o incluso la niña Pamelyn Ferdin, sin olvidar uno de los personajes centrales, la criada Hallie (Mae Mercer).
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En resumen, otro buen film en la carrera de Coppola, pero un tanto rutinario, que no hace olvidar ni mucho menos la obra maestra de Siegel. Si hay que elegir, no hay color.