30. El discreto encanto de la burguesía (Le charme discret de la bourgeoisie, 1972)
Le charme discret de la bourgeoisie plasma en imágenes un complejo guion original elaborado por Buñuel y Carrière (del que escribieron cinco versiones), en una nueva producción de Serge Silberman, que se vio recompensada con el Oscar y tuvo un gran éxito a nivel internacional, cosa hoy en día puede sorprender porque no es un film apto para todos los públicos, se aleja notablemente de las convenciones narrativas (aunque los años 70 fueron años de notable amplitud de miras en el mundo del cine).
Se trata de uno de los films de Buñuel más impregnados por su pasión por el mundo de los sueños (quizá el que más, ya desde su misma estructura narrativa), de manera que más que un film surrealista, que también, yo lo denominaría onírico. Y es que en su trama los sueños se van encadenando, incluso con personajes que sueñan los sueños de otros personajes, de manera que al final uno ya no tiene claro si todo ha sido un único sueño, o si, en definitiva, hay lugar para la vigilia, o si todo es una única fantasía onírica ofrecida al espectador, ya desde ese enigmático inicio de un coche circulando en una noche lluviosa mientras se sobreimpresionan los títulos de créditos (en los que, una vez más, se atribuye a Buñuel la autoría de los effets sonores, ya que, como fue norma en toda su última etapa, no hay música de acompañamiento en la banda sonora, aunque sí una rica combinación de ruidos, algunos tapando los diálogos, y sonidos varios).
Creo que es innecesario hacer la sinopsis de la película. Quedémonos en esa tan citada imposibilidad de sentarse a la mesa de un grupo de burgueses (retratados como una pandilla de corruptos que trafican con droga gracias a las conexiones del embajador de la ficticia República de Miranda, Rafael Acosta, un espléndido, como siempre en las películas de Buñuel, Fernando Rey) que ven repetidamente frustrado su deseo de compartir una cena o una comida (como los de El ángel exterminador no podían salir del edificio, condenados a repetir sus movimientos).
Junto a Rafael completan el grupo de los burgueses el matrimonio Thévenot, François (Paul Frankeur) y Simone (Delphine Seyrig), la hermana de ella, Florence (Bulle Ogier), y el matrimonio Sénéchal, Alice (Stéphane Audran), y Henri (Jean-Pierre Cassel), todos magníficos en sus papeles.
De hecho, Buñuel acostumbró a trabajar en Franciacon un grupo de actores fieles, algunos de los cuales ya habíamos visto en films anteriores, y que volverán a aparecer en los dos siguientes. Son, por ejemplo, Milena Vukotic (como Ines, la criada de los Sénéchal), Julien Bertheau (como el obispo monseñor Dufour), Bernard Musson (el camarero de la cafetería que no tiene ni té ni café ni infusiones ni leche), Claude Piéplu (el coronel), o la imprescindible Muni, sin olvidar a Michel Piccoli, como el ministro del Interior, ni la colaboración de Amparo Soler Leal como el fantasma de la madre del teniente que cuenta su pasado a las tres señoras en una cafetería.
Todos los actores tienen su momento, a todos se les dedica atención dentro del guion, aunque serán los seis burgueses los que actúen como protagonistas, y los que aparezcan, de forma repetida (hasta tres veces), en una de las secuencia más iconográficas del film: los seis caminado por una carretera desierta hacia ninguna parte.
Si bien la película empieza respetando cierta lógica narrativa, aunque con elementos un tanto absurdos (ese velatorio en el restaurante;
el disparo de Rafael desde la sede de su embajada a una muchacha que identifica como terrorista;
el sexo a escondidas en el jardín de los Sénéchal; la aparición del obispo con vocación de jardinero; o la irrupción de los soldados de maniobras), a partir de un cierto momento se van a ir encadenando los sueños, con lo que la lógica narrativa se va a romper ya para lo que resta del film. Antes incluso ya ha habido un par de sueños insertos en lo que parece ser el desarrollo normal de los personajes: el del teniente en la cafetería y el del sargento en casa de los Sénéchal. Pero luego la acción transcurre dentro de los sueños de Henri Sénéchal, de François Thévenot (que de hecho es quien ha soñado el de Henri), del comisario de policía y, finalmente, de don Rafael, ¿quizá el sueño que los engloba todos?
Si entramos en el juego, y prescindimos de las explicaciones lógicas y de la necesidad de ilación de los diferentes momentos del film, Le charme discret de la bourgeoisie es una película sumamente disfrutable, nada que ver con la plúmbea La Voie Lactée ni la reiterativa Le fantôme de la liberté. Hay momentos de indudable filiación buñueliana: el moribundo al que absuelve el obispo para después descerrajarle un tiro en venganza porque fue el asesino de sus padres; la referencia al Don Juan de Zorrilla en el sueño dentro del sueño,
que rima con la presencia de diversos fantasmas, de muertos que se aparecen, como el Brigadier Sangrante, que protagoniza una inquietante secuencia de tortura (con esas cucarachas que caen del piano);
las referencias a la comida y a la bebida (el dry martini), etc.
Como nos acercamos ya al final del ciclo, voy a concretar cuáles espero que sean mis aportaciones: la próxima semana acabaremos el año con Le fantôme de la liberté, película que ya he revisado y que avanzo que no me ha gustado ni la mitad que Le charme... Luego, empezaremos el año con su último film, Cet obscur object du désir. En medio, intentaré comentar brevemente la novela de Galdós “Halma”, que sirvió de inspiración para el personaje de Viridiana, no tanto para el film, y la de Kessel, “Belle de Jour”, de la que he conseguido una traducción al catalán de Manuel de Pedrolo. También me detendré brevemente en un documental que ya cité en el post inicial: A propósito de Buñuel, que puede servir como resumen del ciclo. Finalmente, durante la primera quincena de enero espero dar un vistazo a los cuatro films de Buñuel produjo y “supervisó” en su etapa de Filmófono, en la época de la II República: Don Quintín el amargao, de Luis Marquina (de la que luego dirigió una nueva versión en México); La hija de Juan Simón y ¿Quién me quiere a mí?, del futuro director, entre otras, de Raza y Franco, ese hombre, José Luis Sáenz de Heredia; y ¡Centinela alerta!, de Jean Grémillon.
Mientras tanto, espero que os podáis llegar a sentar a la mesa y disfrutar de las próximas fiestas, sin que aparezca un grupo de militares de maniobras ni la policía... ni la Spanish Inquisition.![]()