Una sentencia del Tibunal Europeo de Luxemburgo del pasado jueves dicta que no se puede emplear el 902 para la atención al cliente.

FNAC debería adaptarse a la legislación vigente lo antes posible. Y eso implica hacerlo de inmediato, y dejar de intentar aprovecharse de sus propios clientes.

Cobrar con un 902 cada vez que alguien quiere ponerse en contacto con ellos por vía telefónica ha sido una táctica miserable durante mucho tiempo. Impropia de lo que se presupone que debe ser esta empresa, y su posicionamiento en el mercado. Que FNAC haya cometido un error en un pedido, en una ficha, en un reembolso, o en lo que fuese, y el cliente tenga que gastar para reclamar si desea hacerlo por teléfono, resulta una estrategia tan desesperada y zafia como deleznable. Haberla sostenido en el tiempo ha sido un error que convierte el posible beneficio de esos minutos con alguien colgado al teléfono y sumando céntimos en un condicionante contraproducente para sus ventas.

El tiempo que tarden en adaptarse a pesar de saberlo puede ser muy significativo. Y una pésima estrategia publicitaria. Hoy la fiabilidad es un valor en alza.