Kuroi Kawa (Black River) - 1956 - Masaki Kobayashi
Enlace a la crítica original realizada el 18/11/2020 en el hilo “Las últimas pelis que has visto en casa”
DVD Criterion Collection Zona 1
Tratando de seguir denunciando las repercusiones de la guerra y mostrar los cambios políticos, sociales y culturales que supuso la forzada apertura del país bajo la supervisión del gobierno norteamericano, kobayashi, después de la experiencia de “The Thick-Walled Room”, abordaría sus dos siguientes films con cautela para evitar de nuevo la censura y verse obligado a cortarlos o a postergarlos. Y así como en “I Will Buy You” señalaba los peligros del capitalismo, que probablemente veía que se le echaría encima al pueblo japonés por influencia directa del sistema yanqui (aunque este no era ni mucho menos un sistema desconocido para el país), en este caso, en “Black River”, pondría el foco en las clases sociales más desfavorecidas y en cómo tenían que lidiar con la oligarquía de un país completamente deprimido, donde todavía existía una estructura económica basada en el sistema de clases donde el poderoso seguía teniendo todos los privilegios.
Y es precisamente en una pobre y mugrienta pensión al lado de una base militar americana, más parecida a un campo de refugiados que a un vecindario, donde el director desarrolla la historia como analogía para criticar las vicisitudes sociales por las que está pasando el país para poner de manifiesto la miseria y el abuso económico que está sufriendo el proletariado. Eso sí, todo ello camuflado bajo el drama de un triangulo amoroso que en forma de romance (duro, nocivo, violento; para nada una historia de amor complaciente o edulcorada) acapara mayoritariamente la atención del espectador para desviar un poco la mirada y suavizar la denuncia.
Empezaremos la historia acompañando a Nishida (Fumio Watanabe), un joven discreto muy bien educado, que malvive pagándose los estudios de ingeniería transportando mercancía industrial empujando un pequeño carro de madera, que está buscando un lugar asequible para vivir que le permita seguir estudiando.
El lugar al que acude es una pensión de mala muerte con agujeros en las paredes, goteras y pasillos desvencijados, que dirige la misma propietaria encargada de arrendar a los diferentes inquilinos, que trata a patadas hasta que consigue que le paguen las cuotas. Solo se reserva cierta simpatía para aquellos que puntualmente, sin importar de dónde saquen el dinero, paguen religiosamente el alquiler. Una miserable mujer obsesionada con el dinero, que aparte de extorsionar como puede a los desgraciados inquilinos, intenta echar a uno de ellos que no duda en tachar de comunista porque trata de poner al vecindario en su contra para exigirle obligaciones como arrendataria.
Una vez instalado en su habitación, el joven Nishida conocerá al resto de inquilinos y sus historias, y enseguida empezará a formar parte de la comunidad y a verse inmiscuido en los mil y un problemas que continuamente tiene que asumir el vecindario, cuya miserable propietaria, que vive lejos y ajena a los mismos, no tiene el más mínimo interés en arreglar; como la mala instalación eléctrica que provoca gastos añadidos a los vecinos, el cuidado de los espacios como la falta de higiene en lavabos comunitarios, o problemas de infraestructura que tienen que ir solventando los propios convivientes.
Entre toda esta retahíla de inconveniencias; duras jornadas de trabajo, falta de tiempo para estudiar o tediosa convivencia con vecinos de toda condición; el joven Nishida reparará en Shizuko (Ineko Arima), una hermosa chica del vecindario que trabaja como camarera, que día tras día, muy bien vestida y acompañada de su sombrilla, se cruza con ella de camino al trabajo.
Pronto establecerán conversación y empezarán a conocerse. Compartirán afición por la lectura y se evidenciará cierta atracción entre ambos que irá creciendo con el tiempo. Pero la chica, que aparte de ser la envidia del resto de mujeres de la comunidad que la tachan de engreída porque no se digna a hablar con ellas, también será el objetivo sexual de Joe (Tatsuya Nakadai), el líder de un grupo de extorsionadores que se ganan la vida delinquiendo y que trabaja como mano derecha de la despreciable propietaria para mantener a ralla a los inquilinos.
A partir de aquí se empiezan a desarrollar dos historias paralelas. Por una parte irá evolucionando la historia de amor, que se verá interrumpida por el mafioso Joe que se interpondrá entre ellos encaprichado completamente por la chica; y por otro lado, comprobaremos cómo un empresario con muchísimo dinero, tratará de comprarle el terreno a la propietaria para especular con el mismo, y empezaremos a ver cómo esta se las apaña para extorsionar e ir echando como pueda a cada uno de los inquilinos, tratando de estafarlos burlando sus derechos legales incluso con la ayuda del propio ayuntamiento sobornado por el acaudalado empresario.
Antes de que Nishida y Shizuko pudieran iniciar su historia de amor; de hecho, todavía no tenían claro si el uno se sentía realmente atraído por el otro; Joe trazará un plan para engañar a Shizuko y empezar una relación con ella. Y el plan no es otro que utilizar a sus secuaces para que la rapten, amordacen y venden los ojos con la intención de violarla, para aparecer él de repente como ángel caído del cielo y salvarla, aprovechando así la oportunidad en ese mismo momento para forzarla a tener relaciones con él como muestra de agradecimiento.
Contextualizando la moral imperante de la época, Shizuko, que pensaba denunciar a Joe a la policía por violarla (aun así, ella desconoce la vinculación de Joe con los secuestradores que también le robaron el bolso y la sombrilla ()), decide obligarle a casarse con ella para sentirse menos mancillada y deshonrada, pero este declina la proposición incapaz de comprometerse con nadie vacilando que se considera un alma libre. Aunque a partir de entonces, la joven será perseguida, controlada y obligada a estar constantemente al lado del violador traumatizada y aterrorizada como si fuera su novia, ante la atenta mirada de Shizuma que la observa desde lejos con rencor, porque aparte de que no entiende la perniciosa relación, se siente traicionado por la joven que no consigue encontrar la oportunidad de estar a solas con él para decirle que le ama y contarle la pesadilla que está viviendo.
Paralelamente veremos como la comunidad trata de sobrevivir día tras día con los pocos medios de los que disponen, ayudándose a regañadientes los unos a los otros compartiendo sus miserias.
También veremos como Joe y su banda tratan de condicionar la convivencia de los vecinos, entre los que se encuentra Nishima, para provocar como puedan su abandono del lugar. Ya sea sobornándoles con cantidades irrisorias de dinero, amenazándolos o robándoles para que deseen irse cuanto antes.
Más tarde, conforme Nishima empiece a darse cuenta de todo lo que hay detrás; tanto de la relación de Shizuko con Joe, como de las intenciones que motivan la extorsión a la que se ven sometidos para abandonar la pensión; el joven decidirá tomar partido y enfrentarse a Joe para ayudar a Shizuko, a la vez que la comunidad de vecinos se pondrá de acuerdo para luchar contra la despreciable propietaria que hace todo lo posible junto con el rico empresario para echarles.
Como se puede comprobar, Kobayashi une ambas lineas argumentales paralelas en tiempo y lugar para que coincidan a la vez en la estructura dramática del film. Y no es casualidad. Otorgándole la misma intensidad a ambas historias al mismo tiempo, consigue camuflar la crítica política que hay de fondo a la vez que remarcarla. Con esos pobres inquilinos que se ponen de acuerdo para luchar con un sistema corrupto que no tardará en pasarles por encima como una apisonadora, y con un desenlace que se avecina igual de violento, desolador y cruel como el que “probablemente” experimentará Shizuko. Y hasta aquí se puede leer...
Kobayashi, como comenté anteriormente en otra crítica, mezcla diferentes formas cinematográficas dependiendo de la escena (es una de las cosas que más me gustan de él). En este caso sucede lo mismo; dependiendo del momento del metraje, los personajes a filmar, o la situación a representar, opta por poner la cámara, iluminar y componer la escena como mejor enfatice la emoción que en esencia quiere subrayar. Sin miedo al artificio o a la sobre exposición técnica.
En cualquier caso, el film irá adquiriendo paulatinamente una atmósfera opresora gracias a una iluminación desasosegante y claustrofóbica, con una fotografía inestable y desequilibrada como sus protagonistas, conforme la historia se va pervirtiendo y volviendo cada ves más nociva para sus personajes. Que a través de un tratamiento Noir, influenciado también como Kurosawa por el cine americano de la época, acabará filmando no solo uno de los mejores films de su filmografía, sino uno de los finales más antológicos de su carrera.