No te digo que no. Será que Bergman me tiene ya muy escarmentado, y hemos visto demasiado a menudo que los momentos de felicidad no duran demasiado. Incluso en películas tétricas, como La hora del lobo o La vergüenza, hay remansos de paz conyugal, pero son vísperas de violencias desbocadas. Como la pareja de La sed, que pueden pasar de los besos y los abrazos, de la profesión de fe en el amor, a los deseos homicidas. Pero, en definitiva, quizá esté bien, de vez en cuando, acabar una película del sueco con una sonrisa en los labios y una cierta esperanza en el futuro. ¡Que son cuatro días!




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