Creadores de imágenes, producción para la televisión del 2000, a partir del guion de un famoso escritor y dramaturgo sueco, Per Olov Enquist, trata, en forma de película de cámara (estructura grata a Bergman como hemos ido viendo a lo largo de estos meses), en esta ocasión de marcado carácter teatral, un asunto eminentemente cinematográfico, propio de la historia del cine, aunque quizá ese sea el nivel superficial de lectura.
Se trata de contarnos, en un decorado único (las dependencias de un laboratorio cinematográfico), como cuatro personajes se debaten alrededor de un acontecimiento capital en la historia del cine sueco (o, mejor aún, de la historia del cine a secas), la producción del célebre film de Victor Sjöström La carreta fantasma (cuyo título original en sueco, Körkarlen, más bien debería traducirse por “El carretero”).
Los cuatro personajes son: Selma Lagerlöf (Anita Björjk), autora de la novela que sirve de base argumental de la película, primera mujer premio Nobel de literatura, feminista militante y toda una institución dentro de la literatura sueca; Victor Sjöström, el director del film, y maestro entre muchos otros del propio Bergman; Tora Teje (Elin Klinga), actriz en varias películas de la época, dirigida por algunos de los mejores cineastas del momento (Sjöström, Stiller, Christensen, Olaf y Gustav Mollander: fue la dama de las camelias en un film de Olaf Mollander); y Julius Jaenzon, el director de fotografía de La carreta fantasma y responsable de sus maravillosos efectos especiales, con esas prodigiosas superposiciones de imágenes, algo revolucionario para la época.
La excusa para reunirlos durante un par de jornadas de 1920 es el proceso de postproducción del film de Sjöström. El director ha invitado a la escritora a visionar algunas secuencias del film. En el laboratorio nos encontramos inicialmente con Jules y Tora inmersos en una sesión de fotos que tiene más de coqueteo de la actriz como respuesta a los intentos de seducción del fotógrafo (patéticos) que de otra cosa.
La llegada de Sjöström acompañado de Lagerlöf
genera tensiones entre las que van a ser las dos claras protagonistas del film, la joven y bella actriz (de la que sabremos rápidamente que ha sido amante de Sjöström) y la madura escritora. Después de ver algunos fragmentos de la película, Lagerlöf manda detener la proyección y pide tener una conversación a solas con la actriz. En ese diálogo, áspero, crudo, la escritora confiesa que todo lo escrito, todo lo que se refleja en su obra, tiene que ver con su padre, un borracho, al que odiaba y al que abandonó.
Otro día, después que Victor y Tora hayan discutido y cuando parece que van a hacer el amor en el mismo laboratorio, irrumpe de nuevo la escritora, que insiste nuevamente en conversar con la actriz. Entre otras cosas, Selma confesará ahora que nunca ha tenido una relación amorosa. También el fotógrafo intervendrá más adelante en la conversación criticándole una de sus novelas sobre Jesús y Judas. Julius cuenta que el padre de Sjöström también era alcohólico, como también lo era el de la actriz.
Al final, los cuatro personajes asisten a la proyección de un fragmento de la película. Selma se acerca a la pantalla y la toca con la mano, amorosamente, como si se reconciliara con su pasado a través de aquellas espectrales imágenes proyectadas, en un gesto que nos recuerda el del niño de Persona, cuando también tocaba la pantalla donde se proyectaba las imágenes de Liv Ullmann y Bibi Andersson. Parece que el gesto nos invita a contemplar el cine como algo vivo, más allá de lo mecánico de la reproducción de unos fotogramas.
El alcoholismo paterno, la difícil relación entre padre e hijos, la degradación del núcleo familiar, el odio hacia los seres más queridos, más próximos, hacia aquellos que nos han dado la vida, son temas todos ellos muy bergmanianos y que intuimos que también responden al universo de Selma Lagerlöf, y que, en particular, quedan expresados en el film silente de Victor Sjöström. Aconsejable ver como complemento precisamente La carreta fantasma, para comprobar como ese apólogo moral gira alrededor de un hombre odioso, degradado por el alcohol, que envenena todo lo que toca, pero que al final es redimido por el sacrificio de una alma pura. Esa necesidad de redención parece flotar sobre las cabezas de los cuatro protagonistas.