Revisada
El americano tranquilo (1958), de Joseph L. Mankiewicz, basada en la novela del mismo título de Graham Greene… bueno, lo de “basada en” aquí tiene un significado especialmente dudoso, puesto que Mankiewicz hizo uno de los ejercicios de adaptación más vergonzantes de la historia del cine, no sólo por la infidelidad al punto de partida, algo que no sería ninguna novedad, sino porque el guion da la vuelta completamente a la novela. Lo que en Greene era una requisitoria contra la política internacional norteamericana, que ya empezaba a moverse en Vietnam, se convierte en manos de Mankiewicz en un canto al idealismo americano,ya que convierte a ese americano tranquilo del título, un agente que está armando y asesorando al general Thé para constituir una tercera fuerza entre el gobierno oficial vietnamita (aún bajo la influencia francesa) y la guerrilla comunista de Ho Chi Minh, en un pobre inocente, víctima de los celos de un escéptico y amargado periodista británico, que al final recibe “justo castigo” por su ateísmo y su cinismo.
Años después, Phillip Noyce dirigió una nueva adaptación que puso las cosas en su sitio argumentalmente, con un guion fiel a la novela de Greene,
El americano impasible (2002), aunque hay que reconocer que visualmente, Noyce sigue en ocasiones paso a paso las secuencias de Mankiewicz, de forma que se puede considerar parcialmente un
remake del film de 1958, pero restituido el sentido original de la novela. No hace falta insistir en que Greene abominó del film e incluso Mankiewicz quedó muy insatisfecho (desconozco por qué alguien de su prestigio se prestó a una operación de este tipo, qué necesidad tenía, si había de lavar algún pecadillo de juventud: eran tiempos de Guerra Fría y de anticomunismo galopante). Si obviáramos (que es mucho obviar) la manipulación del argumento para convertirlo en un ejercicio de propaganda del intervencionismo norteamericano frente a la decrépita y vieja Europa (simbolizado por el periodista), la película tiene excelentes momentos y cuida una ambientación local, con secuencias rodadas en Vietnam, muy convincente. Las interpretaciones, Michael Redgrave (el periodista) y Audie Murphy (el americano tranquilo), son excelentes y muy ajustadas a los personajes, incluso más que las de la película de Noyce (Michael Caine como periodista y Brendan Fraser como un convincente americano tranquilo), que por otra parte también me parecen muy buenas.
Uno de esos claros ejemplos en que la Historia se mezcla con las circunstancias de un rodaje, algo de lo que no consiguió escapar ni siquiera un director de la talla de Mankiewicz.