LA TERCERA EDAD DE ORO DEL CINE DE CIENCIA FICCIÓN:
THE MATRIX (1999, MATRIX), escrita y dirigida por los hermanos (ahora hermanas) Wachowksi.
Al contrario de lo que me sucedió con la revisión de THE BLACK HOLE (1979, EL ABISMO NEGRO) de Gary Nelson, una película que únicamente había visto en su estreno en salas comerciales (1980) y que me produjo una más que notable decepción (esa visión distorsionada de la infancia…
), el visionado esta noche de MATRIX (o THE MATRIX, como reza el título oficial, o sea, LA MATRIZ) me ha supuesto una excelente velada delante de la pantalla de mi televisor (que en el fondo no es más que una pantalla similar a la de un ordenador) pues pese a mis iniciales temores la película no ha perdido un ápice de interés y tanto los efectos especiales como la historia, una mezcla entre el héroe campbelliano y las múltiples referencias visuales (al cine de acción oriental o cintas míticas como BLADE RUNNER (1982, ídem)), filosóficas y/o religiosas (tanto occidentales (especialmente) como orientales) y literarias (desde Lewis Carroll, pasando por Philip K. Dick, William Gibson y llegando hasta Dan Simmons) que la impregnan la convirtieron en un clásico instantáneo del cine fantástico y en una película que, en cierta medida, revolucionaría el género, sino en el fondo si, al menos, en la forma.
A pesar de contar con dos secuelas (THE MATRIX RELOADED (2003, MATRIX RELOADED) y THE MATRIX REVOLUTIONS (2003, MATRIX REVOLUTIONS), que espero revisar en breve), MATRIX es una película con un final cerrado, donde todos los hilos de la trama quedan perfectamente anudados [el héroe, Nero (el Mesías), es devuelto a la vida por Morfeo (Juan el Bautista) – su “nacimiento” es un auténtico bautismo - y, como había vaticinado “el Oráculo” (cualquiera de los Profetas que aparecen en la Biblia), se convertirá en “el Elegido” y tras sufrir la traición de su Judas particular (su compañero de fatigas, Cypher) logrará destruir al agente Smith y sus adláteres (avatares de Satán) y se transmutará en Aquel que liberará a la Humanidad del dominio de las I(inteligencias) A(artificiales), un auténtico Hijo de Dios].
La acción transcurre en el año 1999 (el año de estreno de la película) en una ciudad aparentemente idílica donde Neo (Keanu Reeves) que trabaja en una empresa tecnológica dedica su tiempo libre a hacer de “hacker” para sacarse un dinero extra y, por otra parte evadirse de un mundo aséptico donde la vida es uniforme y rutinaria (vamos, como la que llevamos la mayoría de los mortales).
Morfeo (Laurence Fishburne) se pone en contacto con él “hackeando” el ordenador de Neo y usando a Trinity (la bellísima Carrie-Anne Moss) para que convenza a Neo de que la acompañe a conocerlo.
Usando una idea que proviene del díptico carrolliano ALICIA (al igual que cuando Neo atraviesa con su mano el espejo), Morfeo le ofrece a Neo elegir entre dos opciones, simbolizadas por una pastilla azul (una de las escasas ocasiones en que se asoma esta tonalidad en la película) y que representa la vuelta a la realidad en la que vivía y una pastilla roja (al igual que los sillones en donde reposan ambos, un color que asoma aquí y allá fugazmente, rompiendo la armonía del verde imperante) que le permitirá al protagonista conocer eso que tanto ansia y que hace que su vida sea incompleta. Neo opta por la segunda y eso hará cambiar su vida para siempre.
La pastilla roja le hará ver que el mundo en el que cree vivir no es más que una simulación (una idea típicamente dickiana) diseñada por las I.A.s. En realidad, están en el año 2199 (o al menos, eso cree Morfeo, aunque no puede asegurarlo) y el planeta Tierra ha sido completamente devastado (otra idea muy habitual en las obras de Dick) y ahora rigen las máquinas, sirviendo los seres humanos simplemente de “combustible” para el funcionamiento de las mismas.
L@s Wachowski podrán ser criticados por su jerga pseudo filosófico/religiosa y por iterar el tema tan manido del Héroe de las Mil Caras pero lo cierto es que su prodigiosa puesta en escena, ayudada por las nuevas (en aquella época) técnicas de filmación, convierten MATRIX en toda una experiencia visual (como podía ser, aunque juegue en ligas distintas, la recientemente comentada 2001: A SPACE ODYSSEY (1968, 2001: UNA ODISEA DEL ESPACIO)) altamente sugerente.
Esa imagen virada al verde, con sólo unos fogonazos de rojo que simula los códigos informáticos por los que se rige “la Matriz” y que domina el mundo “irreal” (o sea, el ideado por las máquinas) se contrapone al mundo grisáceo que representa el mundo “real”, donde los humanos son el ganado que usan las I.A.s para seguir funcionando.
Destacar la excelente labor de los protagonistas, Reeves, Fishburne, Moss y Weaving, a los que es una delicia oír en su idioma original (especialmente a este último), así como el resto del reparto.
Y, por supuesto, el increíble y sobresaliente trabajo de los técnicos de efectos especiales, creando imágenes de una poderosa impronta visual, tanto en los combates (primero entre Neo y Morfeo y más tarde entre el primero y el agente Smith) como en las magníficamente coreografiadas escenas de tiroteos (con una derivación menos paramilitarista de la que despiden las películas del más famoso James Cameron).
Ciertamente, MATRIX supuso un auténtico soplo de aire fresco en el anquilosado panorama en que se había convertido la ciencia ficción en su vertiente cinematográfica y supondría una inmejorable carta de presentación y el pistoletazo de salida de lo que yo, modestamente, llamo la Tercera Edad de Oro del género (la Primera serían los años ’50 y la Segunda iría desde finales de los ’70 hasta principios de los ’80).
Y, por supuesto, un formidable éxito de taquilla que permitiría la existencia de las dos secuelas arriba mencionadas (estrenadas curiosamente el mismo año (aprende, Peter Jackson
)) y que servirán para “cerrar” la historia de Neo y definir su papel como libertador contra la opresión de las máquinas (¿o tal vez, en el fondo, no es más que una simulación dentro de una simulación? (otra idea típicamente dickiana)).
Se nota que me gusta este autor, ¿no?
Feliz tarde a todos.