Antes Ford que Leone.
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Antes Ford que Leone.
Antes muerto que sensillo...
¿Para tí Ford es sensillo?Cita:
Iniciado por Diodati
Antes Ford que Leone.
Antes muerto que sensillo.
Pues no. Pero ya que interpretas la frase al pie de la letra, ¿por qué no es sensillo Leone y muerto Ford?
L)
Si yo no digo que Leone sea malo. Leone deleita, sin embargo Ford EMOCIONA.
Ambos SUBYUGAN. :martillo
S,i, Leone se te echa a la yugular... :lol :lol :lol
este foro es perjudicial para mi salud.
en un viaje romantico-reconciliador, mira duquecito a donde me llevo mi :amor . Nunca habia estado, y me senti como en un western, eso si, con zapatos de 185 euros.
http://jdegre.net/images/orig_174.jpg
por si alguien no lo sabe, son Las medulas, las minas romanas del Bierzo.
se parece "algo" al monument valley, pero con esplendor en la hierba.
Buenas:
Además de presentarme -este es mi primer mensaje-, quisiera exponer algunas ideas que me rondan en la cabeza al hilo de Centauros del Desierto. Aunque me encanta Ford, reconozco que éste es uno de los westerns que no me acabó de llenar en su primer visionado. Su fama le precedía, y en realidad tal vez esperaba ver otra cosa; pero el caso es que me dejó un poco frío comparado con obras como La Diligencia o Fort Apache, por ejemplo.
Tras varias lecturas y otro visionado, creo que ya he captado (al menos en parte) la verdadera dimensión de la película, que evidentemente va más allá de la historia de la búsqueda, pero que no supe ver correctamente. Sin embargo, hay algo que me sigue chocando y no sé como encajar, y son las partes cómicas de la india que se "casa" con Martin Pauley. No me encajan demasiado bien con el sentido del humor de Ford (demasiado obvias y exageradas), ni con el fondo del flime (tema del racismo de Ethan). ¿Qué os parece?
Un saludo
Bienvenido, Flynn. Yo creo que esa escena cómica ahonda más todavía en la brutalidad del film y añade otra dimensión más a la película: "¿Debbie se habrá acostado con un indio?".
Gracias por el recibimiento.
No me había planteado verlo así. Tendré que revisarla otra vez, pero las escenas que comentamos me parecieron destinadas al "público medio" (no sé si me explico) que veía westerns en masa; como una especie de concesión en una película que no lo requería. Cuando la vea de nuevo ya te comentaré (a ver si esta Semana Santa).
Es posible que la intención de Ford fuera tomarse un pequeño respiro por la fuerta historia que contaba. Pero yo al menos lo interpreto como te he dicho.
buen avatar te ha has puesto, Pequeño Michaleen Oge Flynn. :hola
Los puntos de distensión son normales en los genios. Es como una válvula de escape ante la tensión. Un recurso más, quizá concesión hacia esa masa media que llena los cines. Es un ardid que Hitchcock, por ejemplo, practicaba con tacto. Otra cosa es que esos toques jocosos no sean bien interpretados, o aceptados, por todos. Es más, no hay nada en arte que se aceptado por todos.
Ah, bienvenido al club, Flynn, :hola
Anoche ví TERROR IN A TEXAS TOWN, una película que no conocía, y que me ha fascinado.
Es la última película que hizo Joseph H. Lewis antes de pasarse a la tv, y el guión es de Dalton Trumbo.
Un western que me ha parecido atípico, no por argumento, sino por sus personajes, en el que el protagonista no lleva siquiera pistola, y además es sueco.
Un film brillante que pasa a ocupar un lugar destacado en mi top de westerns.
Xandre, dame más datos, pues la tuve en mis manos hace unos días.
Compratela sin dudarlo, Diodati; está a 5 liros por todas partes y merece la pena verla: un western de serie B que parece casi un antepasado directo de Leone (por los primeros planos y la forma en que se construye la tensión de los enfrentamientos) Los personajes son totalmente atípicos y la realización es entre clásica y "modernosa". Una verdadera rara avis que merece la pena ver y tener.
:ipon
¡A-por-ella, oé! ¡A-por-ella, oé!
Tampien te la recomiendo. Palabra clave: harpoon. :juas
Pues, como ya te han dicho, a por ella. Hay algunos momentos con bastante grano pero la imagen en general está bien, y el solo hecho de poder verla merece mucho la pena.
http://myskitch.com/xandre31/skitche...820-232910.jpg
De Joseph H. Lewis sólo conocía GUN CRAZY y RELATO CRIMINAL, que aún tengo grabada de un pase de Qué grande es el cine, pero ya estoy buscando más. ¿Alguna recomendación?
Ambas me parecen geniales, pero es que lo de este western también es digno de mencionar, todas las escenas me han parecido brillantes. Y el personaje de Sterling Hayden es muy grande, con sus expresiones en sueco que dejan cortados a más de uno.
Y atención también a varias secuencias larguísimas rodadas en un par de planos nada más si es que no son un plano secuencia entero.
También a destacar el excelente villano que hace Nedric Young:Spoiler:
Y también la música que parece una trompeta de feria...
De Lewis la más reciente que tengo es Una calle sin ley, una variante de Solo ante el peligro también estupenda y con unos grandes Randolph Scott y Angela Lansbury...
Casualmente acabo de encontrar una crítica de la última película que he comentado, A Lawless Street, por si a alguien le interesa:
http://thecinema.blogia.com/2007/082403-a-lawless-street-1955-joseph-h.-lewis-.php
Ya tengo "Terror in a Texas Town". La he chequeado y sí que tiene buena pinta.
Ya nos contarás, y de paso, ¿has buscado Hondo en lo más hondo?:hola
Sí, aunque no pierdo la fe. Al final será mía.
Bueno, pues otra grata sorpresa ha sido descubrir I SHOT JESSE JAMES de Samuel Fuller. Su primera película, y qué manera de comenzar.Brillante.
Como su nombre indica, no estamos ante la historia de Jesse James, sino de su asesino, el "cobarde" Robert Ford.
Para los interesados está editada por ECLIPSE, de CRITERION, en eese pack llamado THE FIRST FILMS OF SAMUEL FULLER, y aunque no lo indican, lleva subtítulos en inglés para sordos.
De Joseph H.Lewis te recomiendo "The Big Combo" (aquí "Agente especial"), para mí su mejor título en el género negro, así como "My name is Julia Ross" y "So dark the night", thrillers psicológicos claves de los años 40. Dentro del western "The Halliday brand" ("Odio contra odio") me parece la mejor.
Un texto sobre el film de Lewis que acaba de ser publicado en el especial de Miradas sobre los años 50: http://www.miradas.net/2007/n66/estu...texastown.html
Saludos
Me permito hacer un semi-off topic, y os copio un texto que Antonio Muñoz Molina escribió como presentación al número de la revista "Muy Historia" dedicado a "El Lejano Oeste" (nº6 - 2006). Respeto la separación en párrafos del original:
Me ha parecido interesante la reflexión final. ¿Es posible que el el western como género cinematográfico no haya sobrevivido a su propia desmitificación por gente como Peckimpah? Muy interesanteCita:
El sueño del Oeste
Las mentiras y las leyendas sobre el Oeste nos parecen inseparables del cine, pero son mucho más antiguas que él. Las leyendas, las mentiras y los malentendidos, son tan poderosos que, con mucha frecuencia, tienen más crédito y resultan más atractivos que la propia historia. Pero eso ha ocurrido desde el mismo principio; desde que las cartas de Colón y las primeras crónicas de Indias revelaron la existencia de un mundo para el que no había escalas posibles de comparación ni de verosimilitud en la realidad europea. Sin embargo, el propio Colón ya iba guiado por leyendas y vivió hasta el final enredado en una geografía fantástica, más cercana a los bestiarios medievales que a los mapas veraces de sus compatriotas genoveses. América, desde el principio, fue un espacio fantástico en el que podía encontrarse igual el paraíso terrenal del Génesis que el reino del Preste Juan de Etiopía o el de las amazonas mitológica que se cortaban un pecho para dispara mejor sus flechas letales. A las Indias iban personas en apariencia sensatas, en busca de ciudades construidas de oro macizo, de fuentes de las que manaría el agua de la perpetua juventud o de ínsulas como las de las novelas de caballerías.
El delirio de Don Quijote debía de ser el estado normal de muchos de los exploradores y los relatos que circulaban por Europa eran más disparatados a medida que se alejaban de las fuentes originales. Hernán Cortés era tan aficionado a Julio César como a Amadís de Gaula y los viajes de Cabeza de Vaca o de Lope de Aguirre eran tan inverosímiles que, para aceptarlos como ciertos, se hacía preciso ensanchar los límites de la realidad. El gran ciclo legendario del Oeste americano tiene su origen en el impacto sobre las imaginaciones europeas de los relatos de los cronistas españoles, pero cobra su forma en la cultura de masas del siglo XIX, y perpetúa hasta hoy mismo algunas fábulas sobre el estado de naturaleza y el “buen salvaje” elaboradas en el XVIII. La Fiebre del Oro de California se alimentó del antiguo mito español de Eldorado, pero en él había, junto al misticismo y la codicia, un componente de progreso técnico y de racionalidad capitalista. La fascinación por el forajido, por el fuera de la ley que roba a los ricos y favorece a los pobres, era ya muy antigua cuando empezaron a celebrarse las hazañas de Billy el Niño o de Jesse James, herederos en el fondo del rebelde Robin Hood y de todos los bandidos generosos del folclore europeo. La gran diferencia es que las historias de Billy el Niño y de Jesse James se difundieron gracias a los medios de masas propiciados por las tecnologías del siglo XX: el periodismo popular, las novelas impresas en papel barato y con ilustraciones truculentas, y luego, inmediatamente, el cine. Los primeros héroes de ficción cinematográfica son forajidos del Oeste. Y las películas de indios y vaqueros son la derivación literal de los espectáculos circenses con los que alimentó su propia leyenda el gran farsante de Buffalo Hill y que tampoco habrían sido posibles sin el desarrollo tecnológico. Es el caso de los ferrocarriles que llevaban de ciudad en ciudad a las troupes enormes en las que actuaban de comparsas algunos de los mismos guerreros indios que un poco antes aún combatían al ejército; la iluminación de gas y luego las lámparas eléctricas que realzaban el colorido de los espectáculos y permitían funciones nocturnas; la misma existencia de grandes ciudades con masas trabajadoras necesitadas de entretenimiento barato. A medida que el Oeste iba siendo colonizado, roturado y explotado por los ferrocarriles y la compañías mineras, su leyenda cobraba forma, con una doble perspectiva que perdura hasta hoy: la exaltación épica y la nostalgia; el entusiasmo por lo nuevo y la pena por lo que se ha perdido o está a punto de perderse.
Los primeros relatos de Colón habían descrito a los nativos de aquellas islas –que él no sabía tan cercanas a un gran continente- como seres inocentes en armonía con una naturaleza generosa que les ofrecía abrigo y sustento, sin necesidad del trabajo. Esa leyenda fue abrazada en Europa por escritores que la convirtieron casi en un programa político. Montaigne, en el siglo XVI, ya elogia las virtudes del estado de naturaleza en el que viven los indios casi en los mismos términos en que Rousseau imaginará en el siglo XVIII al hombre emancipado de las normas sociales, libre del cepo opresivo de la civilización. El éxito de la novela de Fenimore Cooper, “El último Mohicano”, perfila ya para siempre la idea romántica del indio que adquirimos muchos de nosotros en las películas de nuestra infancia y en las novelas olvidadas de Kart May y Zane Grey. Es el nativo saludable y heroico que sabe vivir en medio de la naturaleza, en perfecta comunión con ella, y que está condenado a la derrota y a la extinción por culpa del avance del mundo moderno, de la civilización tecnológica y devastadora llegada de Europa.
Hacia 1830, cuando George Catlin empezó su trabajo formidable de catalogación visual de las tribus de las praderas, ya tenía una conciencia muy aguda de estar asistiendo al final de un mundo. Los orgullosos jefes indios a los que retrataba se pintaban las caras de rojo con pinturas compradas a los traficantes blancos; ostentaban tomahawks con hojas de acero fundidas en Pittsburg y se colgaban al cuello cintas y medallas regaladas por los agentes del gobierno. La mirada de Catlin, igual que lo había sido la de Chateubriand y lo sería luego la de muchos directores de cine y aficionados a la antropología, estaba percibiendo la realidad del Oeste americano a través del filtro de un mito tan europeo y tan antiguo como el de la Edad de Oro. Su antigüedad no lo hace menos obsoleto: en virtud de él se fundaron en los años sesenta y setenta del pasado siglo comunas agrícolas y escuelas experimentales. Y todavía actúa sobre nosotros cuando entramos a una tienda de productos orgánicos o cuando nos extasiamos en el cine viendo “Pequeño Gran Hombre” (Arthur Penn, 1970) o “Bailando con Lobos” (Kevin Costner; 1990). Sin embargo, me parece que la épica del Oeste, en realidad ya se ha quedado tan perdida como el Oeste mismo o como la vieja cultura europea que se reflejó en él. Ahora sabemos que Buffalo Hill Cody era un showman cínico y, de cualquier modo, su atractivo como cazador de bisontes quedó desacreditado para siempre cuando el surgimiento de la conciencia ecológica lo convirtió en un simple matarife. Después de las sublevaciones de los años sesenta, el coronel Custer pasó de héroe romántico con el bigote y la melena de Errol Flynn a psicópata y genocida, y Billy el Niño dejó de ser un bandido géneros para convertirse en una especie de rebelde adolescente sin causa, que deambulaba por aquella película de Sam Peckinpah mientras sonaban la guitarra y la voz de Bob Dylan. Cada época inventa su pasado: en una película de Walter Hill, “Forajidos de leyenda” (1980) los hermanos James son guerrilleros melenudos que defienden una causa justa y condenada.
Me temo que el Oeste no ha sobrevivido a su desmitificación: a la violencia de las películas de Peckinpah; al sadismo, la ironía y la mugre de las de Sergio Leone; al a monotonía temática y visual de un género que sólo Clint Eastwood ha sabido revivir: En el fondo, hasta en la forma, el jinete solitario y justiciero de tantas películas del Oeste era el caballero andante de las leyendas medievales, con apenas unos cambios menores de vestuario y armamento. Cuando Sergio Leone convirtió a Henry Fonda en un asesino sin conciencia, poniéndole unas lentillas para acentuar la claridad ahora traicionera de sus ojos azules, el mito estaba quedando tan desacreditado como cuando se supo que Jesse James no fue jamás un héroe, sino un ladrón y un canalla sin ideales ni escrúpulos. Ahora sabemos que aquellos Colt 45 de las películas eran tan rudos y pesados que nadie habría podido manejarlos con una sola mano, y que provocaban atroces carnicerías las pocas veces que acertaban. En cuanto a los indios, nobles y vencidos, ahora resulta que han abierto casinos en todas las reservas. Bien es verdad que, salvo algunas personas que vamos teniendo cierta edad, ya nadie se acuerda de aquellas leyendas y que los niños dejaron hace mucho tiempo de jugar a vaqueros y pieles rojas.
Antonio Muñoz Molina
¿Peckimpack desmitificador?
¿Leone desmitificador?
Ambos se tomaban muy en serio los mitos. No creo que sean desmitificadores. Otra cosa es que los vendan como tales en oposición a la épica de Ford, Hawks o De Mille.
Pero yo, viendo las películas de ambos veo pura épica, adaptada a su universo personal.
La metafísica que hay detrás de la producción de películas, auge y pasar desapercibido de un género, forma parte de las pajas mentales que historiadores de cine tienen que hacerse debido a la cortedad de miras con que suelen afrontar sus estudios históricos o críticos, reduciendo el devenir histórico a una metáfora biológica.
Buenas, Arfer.
Yo no creo que el artículo vaya por ahí, ni que lo de "desmitificador" tenga una connotación negativa. Creo que lo que da a entender es que tras películas como "Grupo salvaje", es difícil que algún director (talento aparte) vuelva al oeste de Ford. Por simple evolución temática, o el contexto histórico en que surgen. Así es como yo lo veo, y la propuesta es, cuanto menos, interesante, ¿no crees?
Un saludo
Buenas. Estoy de acuerdo en que el artículo es interesante y está bien escrito, pero no creo en que las películas de Peckimpack o Leone sean desmitificadoras.
Es evidente que el entorno en el que se realizan las películas hace que se diferencien de las de los grandes maestros clásicos pero cuando Peckimpack rueda está sirviendo al mito, está mitificando, siente fascinación por los mitos...
No creo que el artículo haga referencia a la desmitificación como algo negativo, pero sí que creo que habla de la desmitificación como el discurso oficial que se ha introducido y ha calado hondo entre todos los que hablan del cine de la época, sin distinción entre directores que probablemente lo pretendiesen y directores que no lo pretendían en abosluto.
No sé si habéis hablado en el post de Caravana de Paz. La ví hace poco, sin demasiadas ganas, porque parecía una película menor y sin demasiada trascendencia. Pero, ¡vaya sorpresa! Aparte de sentir el viaje, el polvo, las dificultades del camino, la presentación de los personajes es, como siempre, soberbia (con especial mención a los dos mormones principales, no recuerdo sus nombres). Por cierto, que me ha parecido realmente inspirada la conjunción entre canciones e imágenes, sobre todo cuando las caravanas atraviesan ese terreno lleno de polvo (aunque sea así prácticamente en todo el trayecto), y de fondo suena la música de The sons of the Pioneer. Ah, y el sentido del humor de Ford cada vez me gusta más. Tan blanco, tan campechano y de raíces tan irlandesas como en El hombre tranquilo. Rezuma alegría de vivir.
Ciertas similitudes con La Diligencia, aunque con pretensiones totalmente distintas. Más cotidianas aquí, más cercanas. No por ello superiores, pero...
Yo creo que la desmitificación a la que se refiere Muñoz Molina, es a la presentación de los personajes que tiene Peckimpah, Eastwood o Leone. Absolutamente diferente e hiperrrealista a la de gente como Ford, Mann o Hathaway. Leone, por ejemplo, asociaba estos mundos con maldad, no existían héroes. Todos eran villanos, y no había principios. La violencia no tiene justificación, por muy buenos que sean los objetivos.
Sin embargo, en el western clásico la violencia parecía siempre del lado de los malos. Wayne combatía a su manera a los villanos, pero nunca de la forma tan salvaje y cruel que cualquiera de los personajes interpretados por Eastwood.
La violencia explícita para ambos lados, tanto para los bueno como para los malos era el ejemplo desmitificador del cine del oeste más actual.
Bajo mi punto de vista, el hacer tanto hincapié en un supuesto hiperrealismo, en Leone y el spghetti western en general, distorsiona tanto la realidad como la supuesta ingenuidad de los clásicos.
Estoy seguro de que en el Oeste convivirían tanto los típicos bandidos hijoputas como familias como las que suele retratar Ford en sus westerns.
Para mi los westerns de Leone son tan realistas como las pelis de chinos volando y repartiendo leches, otra cosa es que en ocasiones tengan un trasfondo amargo e incluso melancólico detrás de su apariencia gamberra. Leone es un mitificador de cabo a rabo sobre todo en el aspecto estético, solo que su mitificación tiene otro espíritu más latino, lo que incluye más violencia y picaresca.
Peckinpah también me parece mitificador; siempre habla de la épica del fracaso, de las amistades traicionadas, etc... Evidentemente, como la de Leone, no es una mitificación de una moral "limpia", pero es una mitificación.
De Eastwood, tres cuartos de lo mismo; salvo Sin perdón (y nisiquiera esta), sus otros tres westerns son totalmente mitificadores, tanto que incluso dos de ellos son de género fantástico.
Creo que no debiéramos confundir la moral blanca o cristianizante como mitificadora en contraposición a la inmoralidad como desmitificadora; al fin y al cabo, la mitificación no tiene que ver con la moral, sino con las formas, con el hecho de agrandar la figura de los personajes retratados a base de cualquier recurso posible: melodrama, exageración, violencia, etc... Nada hay más sucio y brutal, por ejemplo, que la Ilíada o la Odisea, donde héroes como Aquiles o Ulises distan mucho de ser hermanitas de la caridad, más bien son violentos, egocéntricos y crueles. Y sin embargo, son la raiz misma de lo mítico.
Pero también algunas películas de Mann o de Ford presentan personajes inmorales y violentos donde no está muy clara la frontera del bien y del mal: por ejemplo, El hombre del oeste de uno o Centauros del desierto del otro.
:ipon
En ese proceso "desmitificador" como ejemplo está "Hasta que llegó su hora" donde el buenísimo de Henry Fonda toma el papel de un sanguinario hijoputa. Hasta esa fecha Fonda no había protagonizado papeles de ese calibre, y quizá por eso se arriesgó a filmar fuera de Estados Unidos. Curiosamente Leone retrata una de esas familias bondadosas y que se dá de bruces con la maldad. Violenta y visceral como en pocas películas Ford retrataba, quizá por la coyuntura que el cine de los 50 y 60 daba a los realizadores.
En Hollywood no se podía destilar ese tipo de violencia tan explícita. Y además no creo que los héroes de esa época quisieran interpretar a nadie con esa mala hostia y esas malas maneras de los "buenos" del cine italiano.
Pero insisto en que eso no me parece desmitificador; es inmoral, pero no desmitificador, muy al contrario, Hasta que llegó su hora parece una tragedia griega o más bien una ópera: todo es ceremonial, exagerado, tremendamente desaforado y estético.
En cualquier caso, el personaje de Ethan Edwards en Centauros del desierto es en cierto modo aún más hijoputa que el de Henry Fonda, que es asumidamente malvado; porque Edwards no solo es violento y racista, sino que encima cree ser una especie de angel vengador, se piensa que es "el bueno" y que su búsqueda, marcada por un odio irracional, es lícita, a pesar de estar teñida constantemente de detalles perversos; Edwards es tan bueno como un Torquemada a caballo y con colts.
¿Que decir de otros personajes anteriores a Leone como los de la ya comentada El hombre del oeste? El viejo asaltador interpretado por Lee J. Cobb cabría en cualquier peli de Peckinpah, y sus adláteres, rondando algunos casi la subnormalidad, parecen salidos de una peli de terror rural: son tan violentos y mezquinos que incluso violan a "la chica". El héroe tampoco es de una pieza: antes había sido uno de ellos, y lo demuestra cuando propina una paliza brutal y casi bizarra a uno de los asaltadores al que desnuda y arrastra por el suelo para humillarlo.
También hay trazas de esa inmoralidad en las pelis de Boetticher-Scott, y antes aún en los descarnados westerns de William Wellman: Incidente en Ox-bow o Cielo amarillo preconizan la inmoralidad y la suciedad de Peckinpah varios años antes.
Lo que si es cierto es que en los 40 y los 50 no podía retratarse la violencia y la inmoralidad con la misma apertura que en los 60 o los 70, pero, a su manera, Ford, Mann, Boetticher o Wellman ya habían convertido el oeste en un lugar lleno de malvados, algunos de ellos integrados en el sistema, y otros casi piscopáticos.
:ipon