Pocas horas después del anuncio de su muerte, el diario Libération nos informó que el cineasta había recurrido al suicidio asistido. Todavía no medimos completamente el efecto de esta noticia en nosotros. La admiración que despierta la claridad y agudeza de tal decisión. Pero también un sentimiento más indistinto, el arrepentimiento más infantil de pensar que esta separación podría haberse retrasado aún más. "No estaba enfermo, simplemente estaba agotado", dijo un pariente a Libération. Así que tomó la decisión de ponerle fin. Era su decisión y era importante para él que se conociera". Importante para él que se conozca. En un momento en que se está preparando en Francia una consulta ciudadana sobre el derecho a disponer de la propia muerte, uno solo puede sentirse perturbado por la forma en que durante más de sesenta años y hasta su decisión final, Jean-Luc Godard siempre ha estado en la cita de las preguntas más vívidas de su tiempo. Desde hace mucho tiempo, uno de los más grandes artistas de la historia. Pero también uno de los mayores interrogadores del presente.