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Tema: Revisitando a Ingmar Bergman

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  1. #11
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    Predeterminado Re: Revisitando a Ingmar Bergman

    Vista Persona, de 1966, quizá el film de Bergman que más huella ha dejado en la historia del cine. Aunque personalmente quizá prefiero sentarme a ver algunas otras de sus películas, no hay duda que se trata de una obra maestra, original, arriesgada, innovadora y provocativa. Bergman trabajó sobre un guion propio, con fotografía de Sven Nykvist, y, como gran novedad, con la presencia por primera vez en su filmografía de Liv Ullmann, protagonista de una decena de sus films, directora de dos de sus guiones (Encuentros privados e Infiel) y, además, compañera sentimental durante unos años.

    El argumento es bien conocido y tan simple como inquietante y, por momentos, desconcertante. Una actriz de teatro (Elisabet Vogler, uno de los apellidos que utiliza habitualmente Bergman) enmudece durante una representación de “Electra”. Internada en un hospital, no se le encuentra enfermedad alguna, ni física ni psicológica. La doctora encarga a una joven enfermera, Alma (Bibi Andersson), que se ocupe de ella. Ambas se instalan en una casa solitaria en la costa, en donde se va a escenificar una especie de proceso de vampirización que las lleva hasta algo así como la fusión de ambas personas en una sola. A partir de este enunciado las interpretaciones pueden ser diversas e incluso contradictorias. ¿Quién vampiriza a quién? ¿Qué de lo que vemos es sueño y qué realidad? ¿Realmente hemos viajado a la isla? ¿Quién sale vencedor, Elisabet o Alma?

    La película, además de contar con un guion espléndido, destaca por ciertos aspectos visuales, que incluso hoy en día, casi 50 años después, continúan sorprendiendo. El inicio mezcla imágenes diversas: un proyector que se pone en marcha, fragmentos de película (una película muda, un film de dibujos animados), una enorme araña (¿será una referencia a ese dios-araña de su trilogía?), unos cuerpos en la morgue (uno, el de una mujer mayor, abrirá de golpe los ojos; otro, de un niño, despertará quizá de un sueño), etc. El niño (el mismo actor infantil de El silencio) se acerca a una especie de pantalla donde aparecen los rostros de una o varias mujeres, en una imagen asociada para siempre con la película:



    Después, durante unos minutos, seguiremos la estancia de Elisabet en el hospital. Una de las secuencias más perturbadoras es cuando sigue por televisión la inmolación del monje bonzo en Vietnam (algo sucedido en 1963).

    Una vez en la casa, hay varios momentos clave: la confesión por parte de Alma de una experiencia sexual, orgiástica, en su juventud. A pesar que sólo tenemos el apoyo de las palabras de Alma (o quizá precisamente por ello), el momento es de una gran intensidad erótica. Esa confesión va a llevarnos a una de esas noches de insomnio típicamente bergmanianas en donde asistiremos a una aparición de Elisabet (¿sueño? ¿realidad?) de claras connotaciones vampíricas.






    Cuando Alma descubra que Elisabet le cuenta a la doctora su confesión en una carta (que esta le da abierta… ¿para que la pueda leer?), va a provocar que Elisabet se corte con un cristal. Justo en ese momento la película se rompe (en un prodigioso recurso de distanciamiento). Luego asistiremos a una violenta pelea entre las dos mujeres, bofetones incluidos. Cuando Alma amenaza a Elisabet con arrojarle un cazo de agua hirviendo, la actriz habla, para pedir que no lo haga. Más tarde, veremos como Elisabet se detiene durante unos instantes a contemplar la famosa foto del niño del gueto de Varsovia.

    Esa noche, en una secuencia de carácter marcadamente onírico, aparece el marido de Elisabet (Gunnar Björnstrand). ¿És una aparición real? ¿Un sueño, y si es un sueño, de cual de las dos mujeres? ¿Un fantasma?



    El marido actúa como si Alma fuera su mujer, ante la sorpresa primero y la conformidad después de la enfermera. Después, ya de día, Alma le cuenta a Elisabet lo que ella cree que le pasa a la actriz (y que tiene que ver con su maternidad no deseada, con un hijo al que odia desde el nacimiento; antes, Alma le ha contado que luego de su experiencia orgiástica quedó embarazad y abortó... vuelve, pues, a aparecer el tema del dilema entre dar o no la vida, algo muy frecuente en su obra). Es una secuencia que Bergman filma dos veces: primero, el monólogo de Alma lo oímos en un plano sostenido sobre el rostro de Elisabet, y luego el mismo monólogo se ilustra con el rostro de Alma. La consecuencia es la archifamosa imagen fusionada de ambas mujeres:



    Alma grita que ella no es Elisabet Vogler, pero parece ahora incapaz de decir nada coherente. Elisabet, en un plano terrorífico, le muerde el brazo y chupa su sangre.

    El final se acelera. Primero parece que hemos vuelto al hospital, donde la enfermera fuerza a Elisabet a pronunciar una palabra: “nada”. Luego, las vemos preparándose para la marcha en la isla, pero sólo es Alma quien toma el autobús. Finalmente, volvemos a ver la imagen del niño ante el rostro de mujer y el proyector apagándose. La película finaliza en negro, sin rótulo.

    Es tal la riqueza visual de la película y la densidad de lo propuesto que no se agota en un visionado. Al margen de las interpretaciones que se propongan, me quedo con los momentos, numerosos, en que la película nos trastorna: esa violencia, ese erotismo, ese vampirismo sugerido, ese mundo de fantasmas o de sueños en que nos movemos. Fascinante.
    Última edición por mad dog earle; 27/10/2015 a las 17:21

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