2007. Ya está Spidey de vuelta. Y ahora, Peter Parker va a desear que le hubiera picado una maldita avestruz, porque le va a caer encima la de dios, con tantos villanos, tocapelotas y conspiradores que van a poner en peligro su trabajo, su relación y su cordura: simbiontes maléficos, hombres de arena, enemigos del pasado, editores chiflados, paparazzi enamorados del photoshop y similares, todos han llegado a Spider-Man 3 con el deseo de arruinar la feliz vida de Peter Parker, la ahora extraordinaria reputación de nuestro amigo y vecino, y nuestros deseos de que tanto problema no acabe repercutiendo en el desarrollo de este blockbuster veraniego que desde el principio olía a duermeculos tipo Piratas del Caribe 2. Bueno, pues no llega a tanto. ¿Pero repercutir? Pues, en la extraña línea de estas nuevas pelis de verano exageradamente largas y retorcidas, pues sí que repercute…
Tras las consabidas escenitas de introducción, con Christopher Young haciendo de Danny Elfman y sin el gran Alex Ross en los créditos, no pasa mucho tiempo hasta que el film enseña sus cartas: diez minutos y ya estamos con una espectacular pelea entre Peter Parker y el nuevo Duende Verde (James Franco), cuyo diseño es espectacular: sin armadura, con un deslizador más rápido y manejable, decenas de nuevos gadgets y una jodida espada a la espalda, primero alrededor del Empire State, luego entre los laberínticos callejones de Nueva York. Desde el principio se ve la evolución de los FX digitales, que sacan el máximo partido de los espectaculares edificios y consiguen una transición perfecta entre un personaje digital y el actor real en un mismo plano, lo que da fluidez y sensación de realismo a patadas. No será la única de estas escenas donde se vea la pericia de los chicos del departamento de CGI: véase el rescate de Gwen Stacy en un rascacielos (donde se hunde un piso entero con efectos mecánicos, magníficos en todo el film –los coches vuelcan que es un primor–), la pelea en una estación de metro abandonada, el clímax final en un edificio en construcción o simplemente en el fabuloso “despertar” del hombre de arena, donde millones de partículas se unen para formar un todo.
Junto a la habilidad para manejar los FX que se espera de un director que tiene a sus espaldas dos grandes producciones de superhéroes, hay que agradecer el dominio que Raimi ejerce sobre la cámara. Junto con Peter Jackson, Raimi es posiblemente el director que la emplea con más libertad, y su arsenal de técnicas visuales parece no tener fin: steady-cam, grúas, zooms frenéticos, perspectivas deformadas…el surtido es vistoso y parece no acabar nunca. Además, gracias a un espléndido montaje, la acción es rápida y frenética sin resultar confusa. Puede que SpiderMan 3 sea una de esas películas que a un nivel puramente profesional, se disfrute mejor en pantalla pequeña, para flipar con los pequeños detalles. Sin embargo, todavía hay muchos puntos que pulir en este aspecto, sobre todo en lo que al diseño final de Venom concierne y que salvo sus últimos segundos cuando se os muestra sin huésped y en su esplendor, no resulta aterrador ni convincente (parece una máscara con una enorme boca pegada, y apenas se entrevé la enorme presencia física que tiene en los cómics, en los que es casi tan grande como Hulk, rayos). ¿Prometedor? Sí. ¿Espectacular? Desde luego, Hollywood nunca deja de sorprendernos a nivel técnico, porque es deslumbrante.
Dejando ésto a un lado, vamos ahora con una frase que nunca, nunca, se ha escuchado junto a las palabras “peli de verano”.
SI SOLO SE PREOCUPARAN POR EL JODIDO GUIÓN.
Spider-Man 3 tiene problemas, y serios, cuando se quita el traje. No solamente por la acumulación de demasiadas tramas, aunque todo el mundo lo dice y hay que estar de acuerdo en que son muchas…son un huevo, pero Batman Begins nos presenta la infancia del personaje, su adolescencia, sus primeros pasos, una historia de amor y un enfrentamiento con no uno, ni dos, sino tres villanos (Espantapájaros, Ra’s Al Ghul y Carmine Falcone), al tiempo que desarrolla todos los personajes que nos presenta (Alfred, Gordon, Earle, Fox…). Frente a ésto, uno de los problemas del guión de Ivan y Sam Raimi, junto con Alvin Sargent, es que se pasa como una hora de metraje con secuencias redundantes y diálogos intrascendentes que comen demasiado tiempo de pantalla. Más que hacer que pasen cosas, se pasa más tiempo explicando por qué suceden y por qué debería importarnos. Todo el rato da la sensación de que a Raimi le faltan minutos para contar su historia y potenciar a sus héroes y villanos, cosa que debería hacer. Pero eso sí, el típico cameo de Bruce Campbell (en esta ocasión cinco puñeteros minutos) que no falte.
Personajes secundarios como la Tía May, J. Jonah Jameson o incluso Topher Grace (que se supone que tiene que ser el gran megavillano y no pasa de ser un Mariñas de medio pelo hasta que se convierte en Veneno) son ahora más secundarios que nunca y sufren por ello. Si la caracterización es buena, y es original, o las dos cosas, meter mucho rollo no debería ser un problema. Demasiado es mucho, pero más que demasiado está bien (Nolan resume aspectos enteros de la vida del Bruce Wayne en un par de minutos, acumulando pero sin saturar). También se podrían discutir algunas soluciones del film (el reencuentro final entre MJ y Peter, completamente insatisfactorio; las dos visitas de Peter a la mansión de Harry, el mayordomo de éste, que con solo dos líneas de diálogo es capaz de cambiar la historia en un modo inesperado…). Y, con todo, sigue sin ser el mayor problema. Lo peor, que no es un problema sino una putada, es que durante un par de gloriosos minutos, la peli amenaza con explorar una gran idea… y pasa completamente de desarrollarla.
En este film, se juega con la idea de que le maravilloso y adorable Spiderman está muy cerca de convertirse en un vigilante chiflado. Los mejores momentos de toda la película, a nivel humano, tienen lugar cuando Peter Parker descubre que el verdadero asesino de su tío sigue en libertad y, mejor aún, se llega a insinuar la posibilidad de que Peter hubiera acabado, a sangre fría, con la vida del hombre que creía culpable del asesinato (véase primera parte). Es una extraña (y satisfactoria) sensación, ver a Spiderman con la mirada perdida delante del escáner policial que tiene en su cuarto (otro paso más en su camino a convertirse en un Batman), esperando que den con el auténtico culpable para acabar con él leeeenta y dolorosamente. Con este motivo nos sobraba, y no necesitábamos esos cambios adicionales, culpa del simbionte, que se reducen a más mala leche, el famoso peinado emo y un chulopollismo de palo (y ridículo, véanse los bailecitos Fiebre del Sabado Noche por la calle). Pero en lugar de arriesgarse un poco e inyectar algo de aire fresco, se eligen las soluciones más convencionales posibles, cerrando la historia con tres o cuatro finales de lo más convencional y soso, y convirtiéndo ese descenso al lado oscuro en un defecto pasajero, y eso que podría haber sido un verdadero trauma, al partir desde lo más hondo del corazón del personaje. Se echa de menos a Michael Chabon, guionista de la segunda y un portento en estos temas (véase Kavalier y Klay).
Y encima, como película de acción, el problema reside en que nunca existe un verdadero enfrentamiento entre Spiderman y sus enemigos. Veneno y el Nuevo Duende verde gozan de muy poco tiempo en pantalla. En lugar de ello, se apuesta por el Hombre de Arena, y Thomas Haden Church crea un personaje demasiado apreciable como para ser un auténtico malvado. Al fin y al cabo, es un puñetero blockbuster y no hay que andarse con tonterías cuando de aniquilar villanos se trata: ver a Spider-Man dar de leches a un tío que roba para salvar a su hija enferma no es demasiado guai, que se diga. La venganza paranoica de Harry Osborn o el deseo animal de Veneno hubieran resultado perfectos. Pongamos como ejemplo la criminalmente infravalorada segunda entrega (de lo mejor en cine de superhéroes): dos pinceladas para el Dr. Octopus, y a hostias bien dadas. ¿Es malo? No. ¿Esta loco y debe morir para evitar que destruya a Nueva York? Desde luego. Dos veces, si hace falta.
En realidad, los más afectados por este maremágnum son los actores: ni Kirsten Dunst ni Tobey Maguire, que para empezar nunca fueron nada del otro mundo, tienen permiso para desarrollar sus personajes, tan afectados como están por este culebrón juvenil (el consabido triángulo amoroso de las narices con Bryce Dallas Howard que, dejando a un lado que se han cargado/violado figuradamente su personaje, solo hace una cosa en el film: sonreír) en el que no paran de sucederles cosas y nunca les dan un respiro. Thomas Haden Church, con esa pinta de Frankenstein entrañable, lo hace hasta demasiado bien y eso que su historia es no solo es aburrida, es incoherente: su hija enferma solo aparece dos minutos al principio del film y SE ACABÓ. J. K. Simmons y Rosemary Harris no tienen mucho que hacer, lo que se aplica a prácticamente todo el mundo que aparece en el film (también está por ahí James Cromwell). Y por si se pudiera pasar por alto todo ésto, encima nos encontramos con el caso, especialmente doloroso de Topher Grace, que lleva un par de años demostrando que es mejor actor de lo que parece en los dos minutos de los que dispone y se come la pantalla frente a los personajes principales. Lo que ya es malo. Pero el horror llega cuando comparte plano con Maguire y ves que Grace no solo es mejor actor, tan buen Eddie Brock como Veneno…sino que hubiera sido mejor Spiderman (ale, ya podéis llamarme hereje). Es inocente cuando le da la gana, socarrón con mala hostia, espabilado pero no demasiado, y con buena presencia y física y empaque. Pues fijaos en el momento en el que se presenta ante el Capitán Stacy y cuando le roba las fotos a Parker. Y después decidme que no estáis de acuerdo.
Total: síndrome de la tercera parte. Llegados a este punto, o clavas a la audiencia en la butaca (Jungla de Cristal: La Venganza) o reinventas al personaje (Goldfinger), pero no te quedas a medio camino. Pensad en Spider-Man 3 como en Arma Letal 3: todo sigue igual, pero descafeinado, como un capítulo más, entretenido cuando quiere serlo, asombroso en contadísimas ocasiones y con unas espléndidas secuencias de acción lastradas por una historia que parece reducida a una sucesión de planos (con muchas lágrimas) y de un drama pedestre que nunca llega a estar a la altura de los momentos más épicos. No os preocupéis, de todas formas: viendo lo que ha recaudado esta peli, tendréis otra oportunidad.
- Lo Mejor: Entretenidas escenas de acción (ninguna es una brutalidad como la escena del tren de la segunda) y espectacular. Seis eurillos bien gastados, que es lo que queremos. Pasarlo bien sin comernos mucho el tarro.
- Lo Peor: Te deja frío y necesitas una guía para seguirla, por no mencionar inconsistencias y casualidades varias. Por cierto, que sepáis que Spider Man, en esta peli, no tiene sentido arácnido. ¿Por que? Ni puta idea.