Aunque en muchos países civilizados actualmente se está viviendo una tendencia de concienciación social sobre la protección de los derechos de las minorías, de los históricamente marginados y, en definitiva, de aquél que es diferente de la norma habitual y de las convenciones que se establecieron en el siglo pasado y anteriores, no podemos negar que todavía quedan reductos de comportamientos intolerables, todavía sigue existiendo el matón de instituto que jaleado por su caterva de lamebotas agrede al grito de maricón, insulta al ‘cuatro-ojos’ o simplemente ridiculiza a todo aquel que no comparta sus gustos cinematográficos. Es por eso que todavía es muy necesario el reivindicar historias como algunas de las que propongo en este ciclo de cine LGTB: de buenos sentimientos, con carácter integrador y valientes, pero no como Alex Fletcher.
Mi idea inicial era hacer los visionados de manera cronológica por fecha de película, lo cual aportaría un pequeño análisis extra acerca de cómo ha ido evolucionando la visión y el tratamiento del colectivo LGTB a lo largo de la Historia del Cine.
Pero me he encontrado un inconveniente logístico: tengo tantas películas por casa y mis reiterados intentos de hacer un inventario preciso han sido tan infructuosos, que tardaré casi más tiempo en localizar cada una de las películas que en elaborar su propia reseña. Así que he optado por ir viendo las películas en el orden según me las vaya encontrando.
Y por requerimientos técnicos del foro dividiré mi análisis de la película en 3 partes.
No podíamos empezar el ciclo con mejor elección: en LOS JUNCOS SALVAJES (1994) André Téchiné nos sumerge en el viaje iniciático de cuatro adolescentes en lucha con las vicisitudes del paso a la edad adulta. Todos y cada uno de ellos sufrirán una serie de acontecimientos que les harán sufrir y gozar, caer y levantarse, y en definitiva transformar y replantearse algunos de los conceptos que tenían preestablecidos sobre asuntos capitales de sus vidas.
Es una película con tintes autobiográficos en la que Téchiné le rinde homenaje a su primer amor (ése que nunca se olvida) y recrea una época muy concreta de su adolescencia fechada en 1962, con el telón de fondo de los últimos coletazos de la guerra de la independencia de Argelia para conseguir la descolonización de Francia (aunque no es imprescindible, sí sería recomendable refrescar brevemente los conocimientos sobre este episodio histórico antes de visionar la película).
LOS PERSONAJES
François Forestier es el alter ego del director. El actor encargado de interpretarle es Gaël Morel.
Es fácil identificar a Téchiné en él porque conserva algunas de sus señas de identidad: se caracteriza de una afectada intelectualidad a pesar de contar con apenas 20 años, y es un gran amante de la poesía y del cine. Su cinefilia es mostrada en la película en varias ocasiones: las primeras palabras de François en “Los juncos salvajes” son alabando una película que había visto recientemente en el cine, y en otro momento nos descubre que suele pedir en el cine los posters antiguos para empapelar las paredes de su habitación. Aquí tenemos dos de los (nada) velados homenajes cinematográficos (y la sombra de Rohmer es alargada):
Maité Álvarez es la mejor amiga de François, pero un concepto de amistad en un sentido mucho más amplio e intenso que el convencional, son inseparables y uno el refugio del otro, se necesitan para vivir y no cabe traición o secreto entre ellos. Maité es abiertamente comunista, feminista, idealista y materialista y está deliciosamente interpretada por Elodie Bouchez en uno de sus primeros papeles en el cine.
Serge Bartolo es de familia de emigrantes campesinos y ha tenido una vida menos acomodada que las de sus tres compañeros. El joven actor Stéphane Rideau es el encargado de interpretarle.
Y el cuarto en discordia, Henri Mariani, es un francés de la Argelia colonial (lo que se conoce como un pied-noir), es el último que ha llegado y está obsesionado con las claves políticas que se están desencadenando en el conflicto bélico de Argelia, hasta el punto de ir siempre con un transistor pegado a la oreja para estar informado de cualquier novedad casi en tiempo real. Le pone su atormentado rostro el actor Frédéric Gorny.
Los tres varones estudian en un internado de un pueblito francés donde la madre de Maité es la profesora de literatura. Maité es el foco de deseo de los tres muchachos, incluso de un desorientado François al que le atrae la intelectualidad de Maité por encima de su carnalidad.
EL CONFLICTO DE FRANÇOIS
François y Serge al principio no se caen bien pero empiezan a charlar de forma casual, comparten cigarro (François no fumaba anteriormente y a partir de ese momento empieza a hacerlo para rememorar aquel contacto indirecto de sus labios y los de Serge) y confidencias y terminan siendo amigos a pesar de que son como la noche y el día: Serge es de origen campesino, no ha salido nunca del pueblo y tiene que arrimar el hombro en el campo para ayudar a su familia mientras que François ha estudiado con los curas, es culto y viajado; uno va siempre descamisado sabedor de su belleza provocadora, y el otro es muy pudoroso; uno es bueno en matemáticas y deportes y el otro destaca en literatura y le dan taquicardias si hace el más mínimo esfuerzo; uno sacrifica las crías de un gato ahogándolas en el río y la gran sensibilidad del otro le haría incapaz de cometer un acto tan cruel,… Pero a pesar de sus muchas diferencias (o quizá debido a ellas), tras aumentar la confianza y la intimidad, surge la atracción y terminan acostándose juntos.
Para Serge este flirteo no ha significado nada más allá de una búsqueda de experiencias nuevas propia de la edad, un juego puntual, y no desea volver a alejarse de la heterosexualidad. Pero para el sensible y taquicárdico corazón de François este encuentro ha supuesto su primer enamoramiento y no puede pensar más allá de Serge. Esta diferencia de sentimientos queda plasmada en una escena maravillosa que Téchiné hilvana sin necesidad de diálogo alguno:
Van juntos en motocicleta a Toulouse, ya que François quiere que Serge salga del pueblo y conozca una ciudad grande, nuevos lugares y se abra de mente. En un primer momento vemos el aséptico punto de vista de Serge, con el áspero sonido real del motor, para acto seguido pasarnos a la percepción amorosa de François, en la que le vemos agarrarse a su amado como si le fuera la vida en ello, en un intento de comunión entre ambos cuerpos y de fondo el Adagio para cuerdas de Samuel Barber que engalana su enamoramiento. Además, de pronto surge la voz en off de François, que se dirige directamente a los espectadores haciéndonos cómplices de la confesión de su gran amor prohibido. Este recurso sorprende porque hasta ese momento la voz en off no había sido utilizada en la película, y de hecho, si seguimos viendo la escena descubriremos que en realidad se trataba de un truco de Téchiné y de la magia del montaje, ya que en realidad François se estaba dirigiendo a Maité en vez de al espectador.
Pequeño inciso personal. Aunque en el medio cinematográfico se prodiga más el uso del coche, a mí me encantan las escenas de parejas/amigos en motocicleta ya que me resulta mucho más íntimo: en un coche pueden ir ambos miembros separados y sin roce alguno (aunque siempre hay excepciones), mientras que en una moto es prácticamente imprescindible que haya contacto físico entre ellos. Por no hablar que en un coche se puede grabar la escena con plano y contraplano y no salir ambos personajes juntos en pantalla, mientras que si van en moto es más complicado aislar a un amante del otro.
¿Pensáis que si hubieran utilizado un coche para sus desplazamientos la princesa Ana se habría atrevido a tocar al periodista Joe?
(Fin de divagación innecesaria)
Según la información que se extrae de la película, sorprende que en la sociedad de la época el tema de la homosexualidad no estuviera tan penalizado como pudiéramos pensar, y más tratándose de un internado de chicos. Aunque las relaciones homosexuales (no sólo sexuales, también de afecto) no se muestran abiertamente, sus practicantes tampoco tienen demasiado celo en ocultarlas a la vista de los demás. Quizá sea una licencia de Téchiné para embellecer el contexto social de sus propias vivencias, una poetización del escenario.
Pero lo anterior no impide que François se mortifique con su recién descubierta condición sexual y no le guste la imagen de homosexual que le devuelve el espejo. Incluso se lanza desesperado a pedir consejo al zapatero del pueblo, del cual todo el mundo conoce su homosexualidad. Es muy interesante el juego de los espejos que aquí se repite otra vez, compartiendo escena el reflejo de un François atormentado que se niega una y otra vez a sí mismo con el reflejo del zapatero que ha tenido ya suficiente tiempo de aceptarse y llevar su propia vida o de renunciar para siempre a su condición sexual. Pero al final, sólo uno mismo puede enderezar el timón de su vida y aceptarse.
El momento en el que François le confiesa a Maité que se ha acostado con un hombre (y por ende que es homosexual) es de los más conmovedores de la película, y nos corrobora lo que ya intuíamos: su noble amistad implica una aceptación incondicional.
EL CONFLICTO DE MAITÉ
Bajo la influencia de su madre (que fue abandonada por su marido) Maité tiene una amargura heredada que le hace no querer tener ningún tipo de relación con los hombres (François está fuera de esta categoría, ya que no ejerce masculinidades ni deseos físicos hacia ella). Se podría decir que Maité es asexual, o ‘asentimental’, o ambas.
Su amigo François quiere presentarle a Henri Mariani, su compañero de habitación. Pero Maité (seguramente también influenciada por su madre que es del Partido Comunista) tiene unas convicciones políticas que bajo ningún concepto tolerarán el acercamiento a un pied-noir simpatizante del OAS.
Pero el destino es caprichoso, y ambos terminan encontrándose de forma fortuita. Al principio, se tratan con recelo mutuo. Pero poco a poco se va produciendo el acercamiento, la atracción, la magia, ambos se van dando cuenta por sí mismos que las convicciones políticas no deben ser nada más que eso, unas ideas personales, y que personas con ideas opuestas pueden no sólo llegar a entenderse sino también a enamorarse dinamitando los obstáculos ideológicos y adquiriendo conciencia propia sobre la diferente naturaleza de las personas por encima de las interesadas proclamas de unos y otros partidos políticos.
De un plumazo, Maité ha pasado de querer ser diez años mayor (para así saltarse la época de flirteos) a querer vivir el momento presente, disfrutarlo y exprimirlo hasta la última gota y a ser posible cerca de Henri. Y si antes Maité hacía gala de no darle ninguna importancia a la apariencia física, ahora que tiene un objeto de deseo sí aparecen unas inseguridades sobre su aspecto:
Pero poco después de entregar a Henri su corazón y su entrepierna éste debe marcharse a Marsella, lo cual sume a Maité en un gran desconsuelo.
EL CONFLICTO DE SERGE
Serge Bartolo quiere seguir con sus estudios. No es un alumno especialmente brillante, pero cumple y destaca por ejemplo en matemáticas y en la práctica del rugby.
La familia de Serge es de origen italiano. Tuvieron que emigrar a Francia para intentar salir adelante. Pero son campesinos con serias dificultades económicas y el hecho de vivir en un país extraño en el que apenas se defienden con el idioma les complica las cosas todavía más. Serge tiene un hermano mayor, Pierre, que debido a la situación política debe alistarse en el ejército en contra de su voluntad. Pierre intenta a la desesperada que su antigua profesora, la señora Álvarez (la madre de Maité), le ayude a desertar facilitándole un escondite seguro, pero ésta se niega a ayudar al soldado.
Poco después, Pierre es asesinado y Serge ya es consciente de que sus opciones de seguir estudiando y salir del pueblo son enterradas junto con los restos mortales de su hermano. Es por eso que se plantea algo tan desesperado y moralmente inaceptable como el casarse él mismo con la viuda de su hermano, con la que tener hijos y establecerse definitivamente en el pueblo. Aunque finalmente François le disuade de cometer tal error.
EL CONFLICTO DE HENRI
Por su situación personal Henri es el que está más comprometido con la coyuntura política del momento. Ha llegado de Argelia y está decepcionado hasta la náusea con todos los acontecimientos que están teniendo lugar en la guerra de la independencia del país.
Sus actitudes nos indican que es bisexual sin ningún tipo de remilgo, lo muestra abiertamente y sin mostrar gravedad, pero la preocupación sobre los temas de la guerra ocupa todo su tiempo y no está demasiado interesado en ese tipo de menesteres libidinosos.
La condena de cadena perpetua al general Salan (jefe de la Organización del Ejército Secreto) es el desencadenante de que Henri no aguante más y decida escaparse del internado y prender fuego a unos locales donde se desarrollan reuniones comunistas. Por suerte, antes de hacerlo, coincide con Maité y se produce el posterior enamoramiento, como ya vimos.
Henri vende el reloj de su padre fallecido para pasar un día más con Maité, pero finalmente debe renunciar a su amor y marcharse a Marsella donde, presumiblemente, se encuentra su madre.