Un secreto de mujer (A Woman’s Secret)
No me alargaré, porque lo básico ya está dicho por Alcaudón y la película, dentro de la obra de Ray, merece una atención menos que discreta (de seguro que si no fuera él el director, y que el reparto es de campanillas, hubiera caído en un piadoso olvido).
De entrada, no conozco la novela original de Vicki Baum, escritora austriaca de origen judío, que se instaló en los años treinta en Estados Unidos donde escribió también en inglés. Baum fue durante muchos años una escritora de
best sellers muy popular. Por tanto, no sé qué parte de responsabilidad atribuirle a ella y cuál a Herman Mankiewicz en lo anodino del resultado, en todo caso esta vez Ray me temo que se limitó a filmar el guion sin demasiado entusiasmo, porque el film es todo menos romántico o apasionado.
Tal como ha comentado Alcaudón, la narración se articula básicamente en un encadenado de
flashbacks (que impiden que el film tenga ritmo) para intentar iluminar un hecho “criminal” poco claro: el supuesto disparo de Marian (Maureen O’Hara, en un papel muy poco adecuado a su estilo interpretativo), una cantante retirada y un tanto amargada, sobre su amiga, compañera de piso y en cierto modo pupila, Susan (de nombre artístico Estrellita... no es broma), interpretado por la magnífica Gloria Grahame, lo mejor de la función, al menos para sus fans (entre los que me cuento).
Marian es detenida y conducida a prisión mientras que Susan se debate entre la vida y la muerte en el hospital. El amigo de ambas, pianista y compositor de medio pelo, Luke (el siempre solvente Melvyn Douglas, aunque aquí se las ha de ver con un personaje tremendamente antipático que además no muestra ninguna química ni con Marian ni con Susan)
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investiga por su cuenta qué hay detrás del suceso. Cuenta con la ayuda del inspector Fowler (Jay C.Flippen), y especialmente de su mujer (Mary Philips), que demuestra más ingenio que su marido, en un alivio o
desahogo cómico (que no un ahogo, querido Alcaudón :cortina) digno de un film de Hitchcock. La pareja de Fowler y esposa no es el único detalle que le da al film (a mi modo de ver de manera harto inadecuada) un tono ligero, casi de comedia, que no casa nada bien con la intriga del supuesto intento de asesinato ni con esa visión de
femme fatale de Susan, de manera que
A Woman’s Secret acaba siendo un híbrido que no funciona ni como historia romántica, ni como comedia ni menos aún como
thriller.
La película interesa más bien poco, porque no vemos (ni siquiera al final) el sentido de la historia autoinculpatoria que ha contado Marian (se podría entender, pero para eso el film tendría que haber ido mucho más lejos en los aspectos que comento al final), ni tiene demasiado atractivo el ascenso un tanto arribista de Susan (que recuerda, ciertamente, el de Ann Baxter en
All About Eve, pero aquí la comparación es odiosa), por mucho que la narración se airee con
flashbacks en París (siempre París... tópico número uno de la época) o Argel (un toquecito exótico era casi obligado en aquellos años 40). Sabremos de la relación que Susan ha mantenido con un exsoldado en Nueva Orleans, Lee (Bill Williams), un tipo chulesco y violento, y que es más vinculante de lo que aparenta, o su relación con un abogado de buena familia, Brook (Victor Jory), con el que mantiene un coqueteo que recuerda el de Lorelei (Marilyn Monroe) con Gus (Tommy Noonan) en
Gentlemen Prefer Blondes (Gloria Grahame se hace a veces la tonta, la chica de pueblo, un poco a la manera de la Monroe en tantos films), con la diferencia que Susan es de Azusa, California, y Lorelei de Little Rock.
Hasta aquí lo que se ve, más o menos explícitamente, en el film, sin olvidar el final, de lo más anticlimático y decepcionante (resuelto con evidente desgana, y con un colofón en un taxi de lo más convencional). Pero hay otra historia, que se intuye como posible aunque finalmente el film no apuesta por ella, que daría para una película mucho más interesante y osada. Porque entre Marian y Susan se establece una relación que tiene algo de Pigmalion. Marian le elije los vestidos, la conduce en sus enseñanzas de canto, en una palabra, la transforma (casi diría hitchcockianamente) en lo que ella querría ser y no puede: una sensual cantante de éxito. Además, se intuye que quizá podría haber una cierta atracción sexual de Marian hacia Susan: viven juntas, viajan juntas, e incluso Marian muestra cierta tendencia a los celos, aunque el film siempre se queda a un paso y, por si las moscas, ahí está el personaje de Luke para echar un capote a cualquier atisbo de carácter homoerótico. Insisto que esto es lo que quizá hubiera podido ser el film, pero está claro que no es (y la presencia de Maureen O’Hara no ayuda, desde luego; con Joan Crawford, las cosas hubieran sido algo distintas quizá).
La próxima parada:
Knock on Any Door, muchísimo más interesante por lo que recuerdo.