No tenía Ni idea...Aún así me parece muy curioso la remasterizaci´n de un film de MARISOL...Pero bien pensado...Pudiera tener sentido..
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Dos dobletes: uno dedicado a Katharine Hepburn, actriz por la que tengo una debilidad especial, y otro al tándem Cooper/DeMille.
María Estuardo (Mary of Scotland, 1936), de John Ford
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Durante los años 30, John Ford realizó un gran cantidad de films, de géneros (y con resultados) muy diversos. Uno de los que parecen más alejados de sus intereses es, sin duda, esta Mary of Scotland, si no me equivoco la única película “de reyes” (en este caso “de reinas”) de su filmografía (al menos de la sonora). Cuesta ver qué le pudo interesar a Ford del proyecto, más allá de pagar facturas y, quizá, de introducir una nota de qualité en su obra, algo a lo que no fue ajeno en ocasiones el director, a pesar de su calculado aspecto de gruñón y arisco artesano del cinematógrafo, alejado de todo divismo o reivindicación de auteur.
La película adapta una obra teatral de Maxwell Anderson, con guion de uno de sus colaboradores habituales, Dudley Nichols (responsable el año anterior del guion de la exitosa The Informer). La conocida historia de la rivalidad entre la reina de Escocia (católica) y la de Inglaterra, Elizabeth I (cabeza de la iglesia anglicana), que ha dado pie a todo tipo de obras (literarias, teatrales, cinematográficas televisivas), se nos cuenta en esta ocasión con un pulso un tanto anémico, sin que el interés vaya mucho más allá de contemplar a la Hepburn tratada con mimo por Ford y su director de fotografía (Joseph H.August y, al parecer, Jack MacKenzie, no acreditado), a la que dedican un buen número de primeros planos. Junta a ella, el reparto es correcto, pero en ocasiones encarnando personajes que no acaban de encontrar su sitio (como es el caso de Frederic March, como conde de Bothwell, el favorito de la reina). Quizá brillan más precisamente los dos personajes más peculiares: el secretario de la reina, un extranjero en tierras escocesas, Rizzio (un teatral John Carradine, cuyo asesinato es uno de los momentos culminantes del film), y el predicador protestante John Knox (Moroni Olsen), cuyo discurso fanático e incendiario en algún momento me trajo a la mente nada más y nada menos que al mismísimo Führer.
El film sorprende, tratándose de Ford, por la persistente voluntad de dar mayor protagonismo al decorado y a la pretensión embellecedora de la iluminación y los encuadres, que por la solidez dramática de lo que se nos cuenta. Con todo, destaca el enfático plano final, con Mary dirigiéndose hacia el cadalso en un marcado plano picado.
Locuras de verano (Summertime, 1955), de David Lean
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Sobre el otro film con la Hepburn no me extenderé, tiempo habrá de hacerlo cuando le dediquemos una revisión completa durante el 2021 a David Lean (si el cuerpo aguanta hasta entonces :fiu). Adaptación de una obra de teatro (de Arthur Laurents, guionista de la hitchcockiana Rope), Lean nos cuenta, con su buen gusto habitual, un romance otoñal entre la solterona Jane, norteamericana de visita turística en Venecia, y un maduro comerciante italiano (Rossano Brazzi). Rodada en buena parte en las mismas calles, plazas y canales venecianos, sin poder evitar cierto aire a postal turística (justificada hasta cierto punto por la historia que se nos cuenta), la película se deja ver con agrado, moderadamente amarga, sin excesos lacrimógenos o dramáticos. Vale la pena destacar un detalle para hitchcockianos: durante una noche de verano, en que la ciudad celebra algún festejo popular, los fuegos artificiales sirven como metáfora de la relación sexual (que quizá marca el tardío fin de la virginidad de Jane) entre los maduros amantes, algo que Sir Alfred utilizó de manera muy similar (aunque con más carga erótica) en un film del mismo año: Atrapa a un ladrón (To Catch a Thief), substituyendo Venecia por la Costa Azul. ¿Casualidad? En todo caso, esa asociación ya se podía encontrar en un viejo film silente de Jean Renoir y Albert Dieudonne: Catherine, une vie sans joie.
Buffalo Bill (The Plainsman, 1936), de Cecil B. DeMille
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De entrada, hay que destacar que el título español de la película es de lo más engañoso. Aunque Buffalo Bill Cody (James Ellison) aparece en la película de DeMille, lo hace con carácter secundario, recayendo el protagonismo de manera absoluta en otro personaje legendario del Oeste americano, Wild Bill Hickok (Gary Cooper, por supuesto), junto a Calamity Jane (Jean Arthur). Como sé que Alcaudón está dedicando uno de sus ciclos intermitentes a DeMille, y seguro que esta y la otra película que comentaré formarán parte de sus revisiones, más conociendo su querencia por el género, no me voy a alargar (de paso, confieso que DeMille no es que se diga uno de mis directores preferidos). Ambos films, aunque este esté rodado en blanco y negro y el otro en glorioso Technicolor, tienen muchos puntos en común. Para empezar, visualmente, comparten algo presente en toda la obra (al menos la que he visto o recuerdo) de DeMille: su tendencia a rellenar el plano de manera casi asfixiante con objetos, decorados y personajes (algo que también se podía apreciar a menudo en el cine de Sternberg), en composiciones abigarradas, con regusto a representación teatral, a tableaux vivants. Junto a la disposición interna del plano, DeMille apuesta por una caracterización de sus villanos un tanto tópica, de malos de melodrama barato. En este caso, de manera muy fordiana, los “malos” son los empresarios de la industria armamentística de Washington (políticos que medran alrededor de Lincoln, retratado casi como si de un personaje bíblico se tratara) y su representante entre los indios (un ceñudo Charles Bickford), a los que vende ilegalmente modernos rifles. Tampoco DeMille demuestra demasiada sutileza a la hora de mostrarnos a la tribu india, aunque en su descargo hay que decir que raro era el film que se esmerara en hacerlo durante los años 30. Con todo, la película tiene un buen ritmo y consigue algunos momentos de gran dramatismo, especialmente cuando una patrulla del ejército ha de defender su posición ante el ataque de los indios cheyenes, en paralelo a la derrota de Custer en Little Big Horn. A destacar la presencia de un jovencísimo Anthony Quinn en el papel de un guerrero cheyene.
Policía Montada del Canadá (North West Mounted Police, 1940), de Cecil B. DeMille
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Bastante menos interesante me parece este film realizado a mayor gloria de la policía montada del Canadá y sus fulgurantes uniformes rojos, aunque también en esta ocasión el auténtico protagonista es otro: el ranger de Texas Dusty Rivers (Gary Cooper de nuevo). Como en la anterior, tenemos unos personajes malvados de una pieza, con el agravante que en esta ocasión son los llamados “mestizos” (“métis”, grupo étnico actualmente reconocido en la constitución canadiense), descendientes de la unión de blancos e indios. Digo lo de agravante porque tal como los retrata DeMille, y teniendo en cuenta los tiempos que corrían, la carga reaccionaria habitual del director, incluso un cierto racismo poco disimulado, se transparenta en la pantalla, adquiriendo resonancias ominosas. A ello ayuda las caracterizaciones de dos de los líderes mestizos: Jacques Corbeau (George Bancroft) y Dan Duroc (Akim Tamiroff), sin olvidar la lianta Louvette Corbeau (Paulette Godard), una “desvergonzada” que provoca la muerte de varios policías por su atracción sin límites por uno de ellos, Ronnie (Robert Preston), el hermano de April (la bella Madeleine Carroll, de la que hablamos hace poco con motivo de la hitchcockiana The 39 Steps). April, Dusty y el sargento Jim Brett (Preston Foster) forman un triángulo amoroso que añade un toque romántico al film, de “sana rivalidad” entre machos alfa. La misma teatralidad y el gusto por los encuadres rebosantes de figurantes que comenté respecto al film anterior lo encontramos aquí, quizá más reforzado aún porque el color disimula menos lo irreal de los decorados.
En verdad que la película de John Ford es ciertamente floja. :cuniao
Pero no comparto tus opiniones sobre los dos títulos del GRAN Cecil B(lount) DeMille que sí, comentaré cuando toque en las revisiones (aperiódicas) en las que estoy enfrascado. :digno
Una peli de Ford floja, ayer otra de Hitchcock....
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"Pasaporte a la fama" (1935) de John Ford, una comedia que a día de hoy ha envejecido un poco... :digno además la trama presenta pasajes muy ingenuos, aunque lo compensa la excelente actuación de Edward G. Robinson en un doble papel, el del tímido contable que no es capaz de expresar siquiera su amor a su bella compañera de trabajo (una desaprovechada Jean Arthur en un papel muy secundario), y al de un gánster famoso que se acaba de fugar de la cárcel... :agradable
También me gustaron las escenas del banco, por la parte final, con aquel conserje de color, y el final fue muy "made in Capra"... en cambio no me gustó como lo confunden con el gánster en aquella cafetería y luego en la comisaría... pintan a los policías y al mismo fiscal como auténticos idiotas... :sudor Supongo que a Ford, al igual que a Hitchcock no le gustaba demasiado el cuerpo de policía... :D
Por cierto, el entrañable Donald Meek también mete cizaña con aquello de su recompensa, y la verdad, este hombrecillo siempre está graciosísimo...:D
Quizás al público de hoy día no le guste esta película, pero a los amantes de los clásicos como a mi, me sigue gustando cada vez que la veo.
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"Ariane" (1957) de Billy Wilder, película romántica que aún no había tenido el placer de visionar y me escamaba el porqué no era tan famosa como otras de su autor, y después de verla, pues ya lo he comprendido. Es una de sus mas flojas películas, demasiado romántica para mi gusto, nada que ver con "Sabrina" por ejemplo o "Con faldas ya lo loco".
Ciertamente no ayuda un metraje tan desmesurado 129 minutos para una trama tan simple y tan bobalicona... :sudor además el gran fallo de la película es Gary Cooper, porque aparece demasiado mayor, demasiado cansado... yo no me creí este romance en ningún momento, además en el descanso de la opera en el que se pone a mirar a una y a otra mujer me pareció un viejo verde y no un seductor galán como nos quieren hacernos creer en la película... :sudor
Tampoco es creible como una chiquilla se puede enamorar de un tipo que parece su padre (atención al momento en que Cooper y Chevalier comparten mismo plano, ambos parecen de la misma edad), y de que no ha hecho nada para enamorarla, ella simplemente lo vé y se enamora porque sí.
En fin, como todo no es tan malo, Audrey Hepburn está tan encantadora como siempre y Maurice Chevalier igual, para rematarlo todos dicen que el final es muy romántico y tal... yo lo ví muy forzado y muy convencional, además para mi ni siquiera es feliz porque conociéndole a él, ya sabemos lo que ocurrirá cuando se canse de la chica...
¿Y esa sonrisa de Chevalier en el andén a que viene?, cuando antes le ha dicho que la deje en paz... no es coherente.
Al menos nos dejan algunas escenas graciosas como varias con los gypsies, el personaje de John McGiver o esa mesa llena de copas que va de un lado a otro de la habitación sin rechistar... :P
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"La contraseña" (1937) de William A. Seiter, otro filme que nunca había visto antes, y que aunque tenga una trama ciertamente rocambolesca se sigue con interés a pesar de que la copia en dvd sea bastante oscura... ¡parece que alguien apagó la luz!... :cuniao y no nos deje visualmente satisfecho, porque parece que siempre es de noche.
Con un reparto de caras conocidas, está bien claro que se hizo para el lucimiento de la pareja Robert Taylor y Barbara Stanwcyk, pareja en la vida real por aquella época... aunque ella en esta ocasión tiene un papel secundario, ciertamente subordinado al de él... también destaca el fornido Victor MacLaglen y Brian Donlevy... se puede decir que la película es una mezcla de géneros: intriga, policíaca, espías, romántica, musical... es como un cóctel agitado de esos que hacía la extinta Twenty Century Fox en los años 30.
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Pués sí, "María Estuardo", es para verla una vez en la vida, algo teatral la recuerdo yo, no es de sus mejores obras.
De Cecil B. De Mille podíamos haber hecho un mini-ciclo con sus películas habladas... :agradable a mi me gusta mucho su sentido del espectáculo, su manejo de grandes escenas o de los increibles actores que solían estar en sus películas...
De "Buffalo Bill" si que no le tengo mucho aprecio, la última vez que la vi me pareció algo larga pero "Policía Montada del Canadá" sí que me gustó mucho, quizás animado por el precioso Technicolor que ayuda mucho en un western, pero habría que volverlas a ver.
De "Locuras de verano" guardo un buen recuerdo también, muy buena película romántica al servicio exclusivo de una ya madura Katharine Hepburn tan excelente como siempre.
Summertime o Locura de verano es mu bonita :lengua Una postal preciosa de Venecia (y no lo que vemos hoy en día). Por cierto, David Lean recibió el premio a mejor director por esta película, por parte de la crítica de Nueva York.
Hace unos días vi Antichrist y....No sé muy bien ni que decir.
:sudor
Ya veo que me tendré que esperar a que llegue el turno de tus revisiones para saber en qué no compartes mis opiniones (aunque quizá sea en nada :D). Ahora bien, ese calificativo superlativo, hiperbólico y desmesurado creo que es excesivo. :kieto A mí el cine de DeMille, incluso cuando me gusta, siempre me parece que tiene algo de acartonado, de antiguo, de estático. Pero ya volveremos a ello cuando las comentes.
Sí, ha quedado clarísimo, pero a mi me ocurre lo contrario... :cuniao
Ahí está parte de la gracia de su cine, al menos para mi gusto...:ceja esos decorados de cartón piedra eran maravillosos... :agradable yo los prefiero a utilizar el ordenador hoy día para todo. :sudor
Pero cuando digo "acartonado" no solo me refiero a los decorados, sino también a la disposición de los actores en el plano (esos tableaux vivants, como los pesebres vivientes), o la manera teatral de las interpretaciones y en muchos casos de la iluminación. Uno se espera que en cualquier momento aparezca un rótulo en pantalla y se evapore la banda sonora. Todo ello sin entrar a discutir las cuestiones de la visión tremendamente conservadora de su cine... aunque paradójicamente solía incluir momentos de una crueldad y sensualidad extremadamente morbosa.
Respecto a Ariane estoy bastante de acuerdo con el comentario de cinefilototal. Yo también creo que es un film demasiado largo y repetitivo, y que Cooper ya estaba muy envejecido para el papel de castigador. Además hay recursos, como el de los músicos, que resultan demasiado reiterativos (algo, lo de ciertos latiguillos argumentales, de lo que abusaba a menudo Wilder). Con todo, no la considero una mala película, quizá porque Hepburn (en este caso Audrey:cortina) era capaz de salvar ella sola una película con su encanto.
Ese es el estado de ánimo normal después de ver Antichrist (y, en menor medida, La Casa de Jack). Yo soy bastante fan de Lars Von Trier, pero sí que es cierto que en esta se descontroló bastante con algunos asuntos. En general, me parece una buena película no apta para todos los públicos (y mucho menos estómagos), con un opening brutal (el aria de Händel no volverá a sonar igual) y algunas grandes ideas.
Ah bueno, en eso puede que tengas razón, aún así a mi me agradan casi todas sus películas sonoras (las mudas no las he visto), y "Los diez mandamientos" o "Sansón y Dalila" están entre mis títulos favoritos, quizás ese tono teatral lo arrastra de su época de cine mudo... no te sé decir, solo que a mi me gusta... :agradable, no si al final vamos a tener que hacer un mini-ciclo de este director... :cuniao :sudor :picocerrado
¿Sabes que la primera película que grabé en video fue "Por el valle de las sombras"?. Hay mucha nostalgia, muchos recuerdos con este director, su cine palomitero de sábado por la tarde de cuando era niño, con esto te lo digo todo. :ceja
Ya estoy haciendo un mini ciclo de Cecil B. DeMille... :lee
A mí “Ariane” me parece fantástica. Es cierto que la diferencia de edad entre los personajes es grande y hay que hacer un esfuerzo por aceptarla, pero dadas las características de la relación que se establece entre ellos tampoco le viene mal a la película: ella, desde la verdadera inocencia, tratando de aparentar algo que no es para atraer al playboy con más fuerza haciéndole creer que a su lado es un auténtico novato, mientras él, verdaderamente experimentado pero empequeñecido hasta la humillación, acaba sintiendo por ella la misma fascinación que la joven le profesa.
Ah, y el final en la estación me parece inolvidable. Ella tratando de hacerle creer con desesperación que no le va a echar de menos porque piensa que es la única posibilidad de retenerlo, sin saber que él está al corriente de todo y que conoce perfectamente sus intenciones y sentimientos. Toda una declaración de amor pero sin serlo. Me parece una forma maravillosa de culminar una historia de amor que juega precisamente con mostrar los verdaderos sentimientos a través de la impostura.
Por cierto, la sonrisa de Chevalier significa que aprueba la decisión de Cooper de llevársela consigo, lo que nos da a entender, por consiguiente, que Audrey no va a acabar convirtiéndose en una simple conquista más que añadir a su currículum. Chevalier acaba de darse cuenta de que Cooper también está enamorado de ella.
Si nos centramos en su etapa sonora, no tiene una producción demasiado extensa. Si no cuento mal, son 18 largos (de los cuales solo he visto una pequeña parte) en casi 30 años (comparada con la filmografía de Ford u otros, poca cosa). Ciertamente, a mí también me recuerdo sábados por la tarde ante el televisor (donde las casacas rojas de la policía montada no pasaban de gris oscuro) o en el programa doble del cine de barrio. De todas maneras, nunca ha sido uno de mis preferidos.
Será cuestión de seguir de cerca el ciclo de Alcaudón, especialmente si nos avanza el programa (no necesariamente el calendario, porque ha quedado claro que es intermitente). :cortina
A mi el cine de Cecil B. de Mille ma da algo, por no decir mucha, de pereza, sólo he visto tres o cuatro suyas hace bastante tiempo, y apenas las recuerdo.Tengo un pack de él, comprado donde siempre y al precio habitual, o sea a buen precio:cigarro...pero las de menos renombre aún me dan más pereza, y lo más grave de todo que incluso leyendo vuestros comentario me sigue sin motivar.
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Ese pack recoge algunos de sus films mudos... Quizá sería cosa de probar con alguno de los sonoros, como Cleopatra, El signo de la cruz o Las Cruzadas. A mí, personalmente, me atrae revisar esos films mudos más que los sonoros. Eso sí, sean una cosa u otra, seguro que hay sadismo, torturas, erotismo desbocado y pecaminoso, y algo parecido al racismo más rancio a punta pala.
Viernes 13 (2009)
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Reboot de la saga Viernes 13, bastante innecesaria y cae en todos los tópicos que esta propia saga inventó, pero el nuevo Jason es implacable y tiene unos cuantos momentos bastante salvajes. Para pasar el rato.
Próximas entregas de los coleccionables:
- Frank Capra: LADIES OF LEISURE (1930, MUJERES LIGERAS), con la gran Barbara Stanwyck.
- Cecil B. DeMille: MADAM SATAN (1930).
- Josef von Sternberg: THE DOCKS OF NEW YORK (1928, LOS MUELLES DE NUEVA YORK), tercera (y última película muda) de las cuatro producciones con las que el director "inventó" el cine negro.
- El western mudo: THE IRON HORSE (1924, EL CABALLO DE HIERRO) de John Ford (¿Hace falta decir algo más...?)
Aparte me estoy planteando iniciar otro ciclo dedicado a la Republic Pictures Corp., la más pequeña de las grandes o la más grande de las pequeñas.
La cadencia de las mismas dependerá de mi estado de ánimo y de que pronto tendré que ponerme a hincar codos para preparar la oposición, aparte del agotador trabajo que me lleva el post de Sir Alfred del que además en esta semana hablamos de una de sus mejores películas, ESTRANGULADORES EN UN TREN.
:digno
No he visto la de Capra. Las de Ford y Sternberg, ambas excelentes, sí, y además las tengo en DVD. Pero, curiosamente, a pesar de lo dicho con anterioridad, la que me resulta más atractiva (por morbo, lo reconzco) es la de DeMille. Y es que, aunque sea al parecer un musical (lo cual me hace temer lo peor), esa Madam Satan, interpretada por Kay Johnson, promete momentos de alto voltaje. Lástima que no vea ninguna edición disponible. ¿Cuál tienes?
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Las normas de la casa de la sidra (The Cider House Rules, 1999), de Lasse Hallström
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Desconozco la novela de John Irving que se adapta, pero el hecho que el propio autor firmara el guion (por el cual recibió un Oscar, si tomaszapa no me desmiente) y que además aparezca en el film en un breve cameo, da a entender que probablemente el film de Hallström es fiel al texto. No hay duda que el material argumental es de peso: nos cuenta las tribulaciones del Dr. Larch (un espléndido Michael Caine), director de un orfanato en Maine durante la II Guerra Mundial, donde presta sus servicios como obstetra… y abortista clandestino. A su sombra, como pupilo predilecto, ha crecido Homer Wells (un correcto Tobey Maguire, aunque para mi gusto abusa demasiado de su expresión un tanto bobalicona, de chico ingenuo). Pero Homer decide un buen día volar por su cuenta y se instala en una granja dedicada a cultivar manzanas y elaborar con ellas sidra, en donde trabaja codo con codo junto a un grupo de afroamericanos, liderado por Mr. Rose (excelente Delroy Lindo). Allí mantiene una episódica relación sentimental (su despertar al amor y al sexo) con la novia del hijo de la familia, Candy (una Charlize Theron menos estilizada que en la actualidad), aprovechando la ausencia del joven, que sirve como piloto en el ejército.
Todo es muy pulcro y denota un claro origen literario, pero encuentro a faltar una realización más vibrante, menos caligráfica, por parte de Hallström, siendo el resultado, al menos para mí, un film un tanto insípido, a pesar de conseguir algunos momentos (pocos) realmente emotivos (diría que todos ellos gracias a la presencia de Caine).
Tarántula (Tarantula, 1955), de Jack Arnold
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Como contraste, y aprovechando que Universal la ha editado en BD, he revisado un magnífico film de ciencia ficción, uno de los mejores de la serie B norteamericana de los años 50. El argumento ya queda enunciado en el mismo título, reforzado por la imagen del cartel (por otra parte, sensacionalista, porque el toque erótico que se ilustra no aparece en el film), o sea que no creo que ningún espectador se llamara a engaño ni se sorprendiera demasiado del contenido. Leo G. Carroll es el típico mad doctor, dedicado a investigar un nutriente que se supone ayudará a combatir el hambre en un mundo cada vez más poblado. Pero como suele pasar en estos casos, las buenas intenciones conllevan un cúmulo de desgracias: por un lado, en forma de enfermedad, la acromegalia, que le acabará afectando a él, además de a sus ayudantes; por otro, como consecuencia de un accidente en el laboratorio, la liberación de una tarántula que crece de manera incontrolada, y contra la cual se tendrá que acabar movilizando el ejército, como solía ocurrir en este tipo de películas, no en balde era la época de la Guerra Fría y el terror nuclear (recordemos, por ejemplo, la excelente Them, de Gordon Douglas). Precisamente el jefe del escuadrón de cazabombarderos que pone punto final a la amenaza (a base de bombas de napalm) lo encarna Clint Eastwood, en uno de sus primeros papeles, no acreditados, en la pantalla. Junto a Carroll, el film cuenta con la típica pareja que permite añadir un romance confortador, formada por el médico del pueblo (John Agar) y la ayudante del laboratorio del científico (Mara Cordey). El film goza de un ritmo sostenido y despliega unos convincentes efectos especiales, jugando con mostrarnos la araña gigante (de hecho, una araña real, se dice que la misma que aparece en otro film de Arnold, The Incredible Shrinking Man), aunque los maquillajes que pretenden representar los efectos de la acromegalia no tengan el mismo acierto.